Dos orugas

 

FICHA CATALOGRÁFICA
 

Carpeta V. Carpeta de forma italiana con pastas verdes, 52 folios con obra plástica de JJT.
9 7/8 x 6 1/4"
Descripción por folio.

24) Dos orugas.
Lápiz y acuarela sobre papel.
4 1/8 x 7 1/4"
 
 

NOTA
 

Un tema constante en la vida y en la obra de José Juan Tablada es, como dice Nina Cabrera, su "piedad búdica". En José Juan Tablada en la intimidad, la autora narra varios episodios de esta actitud de cuidado y respeto hacia la naturaleza y los seres vivos, como el caso del Burrito Chan, el rescate de varios animales enfermos y su participación en la fundación de la Sociedad Protectora de Animales de Cuernavaca. En su Diario, pero sobre todo en sus memorias, el escritor anota detalles de su evolución filosófica y de sus compromisos como "ser superior" consigo mismo y con los demás seres. Los contactos que tuvo Tablada con las filosofías orientales, con el espiritualismo en general, y finalmente con la teosofía y la filosofía de la cuarta dimensión, determinaron cambios en las posturas éticas que adoptó a lo largo de su vida.
    En La feria de la vida, Tablada señala como principio de su curiosidad por los seres vivos los recuerdos de infancia que ubica en la ciudad de México, en la calle de Mecateros, donde estaba la casa de su tío Pancho. Este "solterón buenazo y exaltado" le transmitió a su sobrino una serie de aficiones que perdurarían toda la vida: la pintura y las artes plásticas, el hábito de coleccionar objetos raros o exóticos, y la naturaleza y el gusto por observar y pintar animales. El tío Pancho era especialista en ornitología y dejó lleno de asombro al niño con sus conocimientos y su habilidad para pintar pájaros, Por ello, el poeta le reconoce el haber despertado en él la curiosidad por estos asuntos:

Atribuyo en gran parte al tío Pancho el interés hacia los animales que más tarde había de desarrollarse en mí, manifestándose al principio asaz negativamente, convirtiéndome en entomólogo y haciéndome matar, para estudiarlos, cuantos insectos podía atrapar, pero que al fin, tras de análisis tal, operó su síntesis en puro y grande amor hacia "los hermanos inocentes del hombre".
    Atribuyo también al tío Pancho el principio del amor a la pintura y las artes plásticas en general que ha dominado en mi vida. Por el tío supe de las principales escuelas de pintura del mundo y de tanto mirar en el espectroscopio las fotografías que mi mentor había traído de Roma y París, me fue dado desde muy niño conocer las obras maestras pictóricas y escultóricas conservadas en templos y pinacotecas [p. 59].
Más adelante, en las mismas memorias, Tablada cuenta una etapa importante de su adolescencia relacionada con sus actividades de naturalista. Mientras estudiaba en el Colegio Militar en el Castillo de Chapultepec, formó su primera colección de insectos:
Para divertir el tedio de la vida militar y ocupar en algo digno los largos ocios de los arrestos, me entregué entonces a la primera pasión de mi espíritu que ya se había insinuado en los días infantiles: el estudio de la historia natural y principalmente aquella rama de la zoología que por tratar de los insectos se llama entomología.
    Aquel estudio de la vida animal en sus más desconocidas y pintorescas manifestaciones, me cautivó al punto de hacerme olvidar cuanto me rodeaba.
    ¿Qué mejor campo para el observador y el coleccionador que aquel Bosque de Chapultepec, en aquellos tiempos poco frecuentado y lleno aún de espesuras misteriosas?
    Allí empecé a formar mi primera colección para enriquecer la cual tuve dos colaboradores inesperados y eficaces y por fantásticos ¡dignos en verdad de los cuentos de hadas!
    Aquellos agentes que proporcionaron a mis cajas de naturalista los mejores especímenes, fueron... las golondrinas y la luz eléctrica... [p. 99].
Cuenta Tablada que esta primera colección le fue decomisada para la clase de historia natural del colegio pues, según el subdirector, si había sido hecha en detrimento de sus deberes militares, por lo menos debía servir a la comunidad. Nina Cabrera, citando el Anecdotario del Colegio Militar, escrito por Carlos Noriega Hope para El Universal Ilustrado, relata un episodio gracioso en el que Tablada rompe filas durante una revista presidencial con tal de conseguir un ejemplar para su colección.
    Las fechas de su paso por el Colegio Militar sugieren que Tablada formó esta primera colección entre 1886 y 1887. Sin embargo, dos de estas imágenes están fechadas en "1900" y "1906", lo cual hace suponer que el conjunto no es un reflejo directo de esa primera colección, sino un producto posterior. Por el estilo del dibujo y la textura del papel, estas imágenes debieron haber formado parte de un corpus más amplio. Quizá se trató de un proyecto que más adelante fue abandonado –como ocurrió con varios de los proyectos de Tablada–, el cual tenía la intención de formar un libro. Un caso mucho más completo que sirve de modelo para proponer lo anterior es el del manuscrito e imágenes depositados en la Academia Mexicana de la Lengua que permitieron, después de su muerte, integrar el libro Hongos mexicanos comestibles. Micología económica, 1983). Esta tesis se sustenta también en la cantidad de imágenes de insectos y otros animales de esa escala producidas más o menos en la misma época y que se encuentran en el Archivo: Oruga de thrydopterix ephemeraeformis-Churruscos, Metamorfosis de un insecto, Oruga y mariposa, Dos mariposas pequeñas, Hemípteros, Coleópteros, Lepidópteros y Hermafroditismo de los 'tlaconetes' en la cópula. Sin embargo, no se puede descartar que solamente se trate de apuntes pictográficos que, en ocasiones, acompañaron la génesis de un poema y que finalmente fueron relegadas por el poeta. Por ejemplo, el hai-kai de Hormigas sobre un grillo muerto.
    En La feria de la vida, Tablada relata una anécdota de su estancia en Japón que lo marcaría toda la vida y lo acercaría, en primera instancia, a la filosofía zen y posteriormente a la teosofía. El incidente, según el autor, ocurrió en un templo del barrio de Yokohama:
Mi piadoso amor por los animales despertó en mi niñez de súbito haciéndome abandonar el estudio de la entomología que fue una de mis primeras pasiones y que exige el sacrificio de los insectos para formar colecciones indispensables al estudio y al análisis de los pequeños seres, pero habría de pasar mucho tiempo para que ese amor hacia nuestros hermanos inocentes fuera consciente y decidido. El episodio que determinó esa modalidad ocurrió en el Japón, una tarde en que después de haber tomado un baño de mar en la linda playa de Hommoku, barrio de Yokohama, penetré al jardín de un templo donde se veneraba cierta imagen propicia a marineros y pescadores. Atravesaba las tersas arenas de una callejuela, cuando miré una serpiente de un metro de largo pasar cerca de mí dardeando su lengüeta que brillaba al sol. El bárbaro que duerme en nosotros y que en la juventud despierta y obra en cualquier oportunidad, me hizo alzar el bastón con ánimo de golpear y quizás matar al reptil que ya se alejaba trazando sobre la arena graciosos arabescos.
    Pero un grito repentino me detuvo y al volver la cara me encontró el bonzo que lo había lanzado y que tras de cortés reverencia, me dijo sonriendo que aquel animal pertenecía al templo, que era inofensivo y que hubiera cometido un delito si le hubiera hecho daño.
    Y notando mi confusión, sonrió y me dijo:
    –La mayor parte de los extranjeros que nos visitan, intentan hacer lo mismo que usted y por eso los vigilamos...
    Me deshice en excusas apenado por aquel exabrupto de salvajismo atávico, y entonces el bonzo, con suave voz, acabó de confundirme diciendo:
    –Siempre que sienta usted uno de esos accesos de destrucción que no cuadran en un hombre civilizado piense usted, que si los hombres no podemos dar la vida, por lo menos no debemos destruirla...
    Y hurgando con la diestra en la bolsa-manga de su brazo izquierdo, sacó una bella estampa a colores, especie de reliquia, para que la conservara  como souvenir de mi visita al templo de Hommoku [p. 273].
Esta especie de fábula budista, real o imaginada, ciertamente encarna una actitud que le duró toda la vida y lo impulsó a capturar la vida por medio del dibujo y respetar a los seres vivos.
 
 

AEHM