Hemípteros

 

FICHA CATALOGRÁFICA
 

Carpeta V. Carpeta de forma italiana con pastas verdes, 52 folios con obra plástica de JJT.
9 7/8 x 6 1/4"
Descripción por folio.

25) Hemípteros.
Tinta y acuarela sobre papel.
4 1/8 x 7 1/8"
[Las figuras están numeradas en orden progresivo a partir de la 5 hasta la 8. En el ext. sup. izq. ms. tinta negra: "Hemípteros". En el ext. sup. der. ms. tinta negra: "fig. 5, fig. 6, fig. 7 y fig. 8". En el ext. inf. izq. ms. tinta azul: "1900".]
 
 

NOTA
 

La afición de José Juan Tablada a la entomología lo llevó a retratar, en forma de catálogo, algunos de estos pequeños insectos que forman un grupo muy numeroso de subespecies, a las que pertenecen, entre otros, la chinche, la cigarra o el zapatero. En términos generales poseen una especie de trompa, formada por piezas labiales soldadas. Pueden ocupar todos los hábitats, incluso el marino. El diseño de su cara y de sus trompas perforantes, junto con un sistema alimenticio que funciona a manera de bomba de succión, permiten que su dieta sea variada: fitófaga, zoófaga o hematófaga. Algunas variedades son perjudiciales para las plantas, los animales o los seres humanos. De otras se obtiene el color carmín o la laca.
    José Juan Tablada, años después de su viaje al Japón, cuando ya vivía en su casa de Coyoacán, fue testigo de un incidente en el que intervino una especie de esta familia de insectos. El episodio fue gracioso y trágico a la vez, sugiere Tablada, ya que mostraba la ignorancia del pueblo. En Las sombras largas, el poeta escribe:

Un día, Pepe San Román [amigo de Tablada que cayó en desgracia y que tuvo que dedicarse a vender antigüedades para poder sobrevivir], entre otras antiguallas, me vendió una cabeza de san Agustín, un busto, mejor dicho, pues el arranque del pectoral aún lucía las huellas del ornato "a oro y trasflor"... Fue depositado aquel busto en una mesa de mi estudio, cerca de una ventana que caía al jardín, esperando que Meneses o Padilla se sirvieran limpiarlo del polvo e irreverentes máculas de moscas.
    Una tarde, llegando a casa, me sorprendí al ver a los criados agolpados en el jardín y espiando ansiosos por la ventana el estudio, adonde sobre la mesa se distinguía el busto agustino... ¿Qué era aquello...? ¿Por qué se rompía la disciplina doméstica al punto que Manuel, el jardinero, por acercarse y ver, hollaba con ambos pies una mata de violetas blancas?
    Al verme llegar, Beatriz, la cocinera, se apartó del grupo y vino a mi encuentro compungida, casi llorando, ojos en blanco y el robusto cuerpo maritor...neado, sacudido por emoción incontenible:
    "¡Ay señor! ¡Ay señor don José Juan! ¡El milagro, el milagro...! ¡Un milagro que está pasando en esta bendita casa! ¡Yo voy por el señor cura!... Yo..."
    Calmé a la cordon bleu y apartando a los curiosos, que absortos y casi rebeldes no acertaban a arrancarse de la ventana, me acerqué. Todos hablaban del milagro con ojos desorbitados y voz trémula por la emoción:
    "¡El santo está manando sangre...! ¡San Agustín sangra...! ¡Véalo usted mismo, señor!"
    En la penumbra del salón y del crepúsculo vi, en efecto, que de la nariz de la imagen escurrían dos venas de sangre, sendos hilos bermejos y trémulos que contorneando el labio superior seguían después el relieve del mentón... [...]
    Me acerqué a la imagen y vi que la sangre ya sólo escurría por una de las fosas nasales. ¡Mas de pronto lancé un ahogado grito de terror...! Pedí auxilio que nadie me dio... Una náusea de pronto, ahogó en mi garganta... ¡La carcajada impetuosa y rabelesiana que iba a sacudirme!
    ¡Lo que había salido por la nariz de san Agustín, lo que aún seguía saliendo, ya intermitente y espeluznante, no era sangre, no, sino horresco referens!... –¡una legión de esos domésticos hemípteros que tiene el prosaico nombre de chinches...! [p. 177-178].
Con gran desagrado por las chinches, Tablada tuvo que iniciar la limpieza del santo y desmentir el milagro, pues los criados, sin esperar confirmación habían corrido a difundir la noticia entre los vecinos. Los desengañó haciéndolos hurgar en las fosas nasales del ídolo para que ellos mismos vieran que se trataba de esos insectos y, a la vez, para evitar que la casa se convirtiese en sitio de peregrinación.
 
 

AEHM