Biblioteca que perteneció a José Juan Tablada

 

FICHA HEMEROGRÁFICA
 

Biblioteca que perteneció a José Juan Tablada.
Fotografía incluida en Francisco Gándara, "Tablada", en Revista de Revistas, 22 de junio de 1913.
[Nota general al conjunto de fotografías: "La casa del poeta Tablada, en Coyoacán. En nuestro grabado aparece el poeta en el pabellón japonés de su morada de Coyoacán, tomando té a la moda del imperio del Sol Naciente, y en la parte baja del mismo grabado se le puede ver practicando un rito "shintoísta" de aquellas lejanas regiones. En el ángulo superior derecho se ve un rincón del jardín, que deja aparecer parte de la fuente colonial de azulejos. La casa de Tablada es un verdadero museo, en el que ha desplegado su indiscutible gusto artístico el notable escritor". Esta fotografía no forma parte del Archivo Gráfico José Juan Tablada.]
 
 

NOTA
 

El 19 de marzo de 1913, unos meses antes de que apareciera el artículo de Francisco Gándara al que pertenece esta foto, José Juan Tablada anotó, en su Diario, una descripción detallada y entusiasta de la sección más importante de su biblioteca: la chimenea, los libreros-vitrinas y los tokonomas dedicados a tres de los artistas que, en aquellos días en que escribió Hiroshigué: el pintor de la nieve y de la lluvia, de la noche y de la luna, eran las figuras tutelares de sus intereses artísticos:

 
Miércoles 19.- Mi santo. A las 9:30 bajo a mi estudio ya concluido y arreglado enteramente y que es el estudio armonioso y lleno de sugestiones de arte que hace tiempo soñara. Todo está neto, flamante, muebles y parquet encerado, los bibelots en sus vitrinas, los libros en sus anaqueles, las colecciones de hierros, porcelanas, lacas, en perfecta ordenación.
   Sobre el ala occidental, frente a las ventanas del jardín, teniendo como centro la gran chimenea de azulejos, dominada en todo el muro por las tallas doradas sobre fondo bermellón que encuadran mi retrato por Murillo [Salvador Murillo, paisajista nacido hacia 1850. Viajó a Europa a principios de siglo y abandonó la pintura], se extiende la serie de libreros-vitrinas de madera oscura con cerrajería de hierros antiguos del más sobrio y elegante efecto. Entre cada dos libreros hay un receso o pequeña alcoba cuyo bastidor, que sobrepasa los libreros, tiene un marco con vidrio para la exposición de estampas, pinturas y grabados. Los tres tokonomas de este lado están dedicados a los grandes artistas y maestros por quienes tengo mayor veneración, en este orden: ler. Tokonoma: Edmundo de Goncourt. Cuelga en el centro bajo el marco de exposición un retrato del aristócrata maestro, un aguafuerte de Jeanniot desglosado por mí de la edición de 300 ejemplares numerados de La Fille Elisa, valioso ejemplar que el Año Nuevo de 1900 me obsequiara mi amigo Jesús E. Luján. El aguafuerte muestra al gran historiógrafo de Hokusai y Outamaro en la mesa de su gabinete de trabajo, tal vez el famoso Grenier, hojeando un volumen que es quizás un álbum japonés o un portafolio de dibujos del siglo XVIII. En la base del tokonoma un pequeño escritorio de Boule, de madera de rosa incrustado de ébano, metal y nácar. Este mueble del arte y de la época amados por el maestro sirve de soporte al incensario ritual donde quemo el incienso en homenaje a su espíritu venerado; en uno de los lados cuelga un vaso japonés de hana iké para las ofrendas florales. Hierros antiguos y siete tsuba o guardagolpes de espada japonesa completan la decoración de este tokonoma, bajo cuyo cristal expongo habitualmente las estampas arcaicas y budhistas del arte primitivo japonés.
    Tokonoma Okusai.- Es el más espacioso de los cuatro y donde expongo las estampas de las escuelas netamente japonesas: Yamato; Tosa; Ukiyoyé. El retrato del "Viejo loco de dibujo" pintado por su hija Oyei y publicado en la monografía de Edmond de Goncourt se levanta aquí dentro de un marco que es un torii o pórtico shintoísta, que por ser idéntico en sus líneas a la ilustre A con que firmaba Alberto Durero, trae una armoniosa reminiscencia del gran dibujante occidental en este altar consagrado al venerable dibujante japonés. Tras de los hierros antiguos que chapean el cofre inferior de ese tokonoma, guardo la parte más considerable de mi colección de estampas japonesas, Ukiyoyé en su mayor parte, y ese tesoro está así al amparo del maestro más grande de esa escuela. Sobre la tapa del cofre, una vitrina semejante al aparador de un joyero guarda una colección de objetos pequeños y menudos, monedas, mosaicos, objetos de plata, cabujones de piedras, esmaltes japoneses, etc. y su cristal superior sostiene el retrato de Okusai y su perfumatorio ritual. Sobre el panneau mural cuelgan los discos férreos calados e incrustados de plata y oro de diez tsuba, de las más bellas de mi colección, y en el centro un sable de samurai y un espejo nupcial de metal pulido con la triada de la longevidad Matsurugamé [de tsuru, cigüeña, y gamé, tortuga, los dos animales que simbolizan la longevidad en Japón] y los ideogramas simbólicos: Taka Sago [obra clásica del repertorio Noh que narra el amor longevo entre una pareja de ancianos]. El espejo y el sable son respectivamente el alma de la mujer y del varón japonés. Dos kotsuka [dagas] aplicados también sobre la madera del fondo lucen sus brillantes hojas y sus exornados puños de dagas diminutas.
    Tokonoma Lafcadio Hearn. El retrato del sutil psicólogo del alma japonesa, del sapientísimo orientalista, del latinizador del estilo literario anglosajón, luce aquí dentro de un elegante marco de la rara madera Findai sughuní. Frente a él un pequeño costurero japonés soporta el incensario ritual; una serie de tsuba lo rodea, un florero mural de porcelana en forma de carpa está dispuesto para recibir el ikébana. Bajo el vidrio de este tokonoma expongo las estampas de pequeño formato.
    Tokonoma Jules de Goncourt. Único tokonoma del lado oriental de mi estudio. Bajo su cristal expongo las estampas de formato vertical, ediciones Kokka o de la Shímbi Shoin. La efigie de Julio de Goncourt, aguafuerte copia del esmalte de Claudius Popelin, luce en un marco de metal japonés llevando en relieve un dragón y dos ideogramas congratulatorios Fuku. Varias tsuba ornan el panneau y un juego de thé de porcelana amarillo paja descansan sobre un pequeño tocador japonés.
    Ésos son los tokonoma de mi estudio, es decir los altares de este templo de mi religión artística más acendrada [Obras IV, pp. 106-109, notas en corchetes de Guillermo Sheridan]
Varios de los objetos que Tablada menciona alcanzan a distinguirse en la fotografía: su retrato sobre la chimenea de azulejos, los tokonomas con los retratos, tal vez el cofre en que guardaba su colección de estampas japonesas –a la derecha de la foto–, y un escritorio –en el extremo izquierdo. La descripción omite la figura central del Buda sobre la chimenea. Tablada la incluye en Las sombras largas, donde afirma que transcribe, a pesar de su "estilo flamante y petulante" y de su "violento cromatismo", un texto que redactó en la época en que usaba diariamente su biblioteca:
 
Dentro de vitrinas y anaqueles y sobre los muros de mi biblioteca, reposa y cuelga cuanto el arte extremo oriental, maestro del color y de la plástica, puede sugerir de las milenarias y remotas civilizaciones. Porcelanas brillantes y esmaltadas; sombrías lacas exornadas de oro; metales cincelados de sordas pátinas; brocados de sedoso matiz y áureo rutilar, y libros y álbumes que los pinceles chinos y japoneses ilustraron con las maravillas de su profusa iconografía y el ardiente foco donde irradia lo que de más sublime tiene el Extremo Oriente: Arte y Religión, es la chimenea de mi estudio, un verdadero emporio donde parece, en efecto, que una Nao de China acabara de volcar el tesoro de su mágica cornucopia.
    Sobre la caja de azulejos de Talavera de Puebla, en cuyo centro se abre el fogón que, encendido en estas noches de invierno se convierte en jaula de inquietas salamandras, en ardiente rosal cuyas sangrientas corolas chisporrotean un polen de oro, se levanta hasta el plafón, un frontal de altar plateresco, la exuberancia de cuyos tallos dorados surge de un bastidor de laca bermellón en armonía con el rojo del fuego que engendra el oro de las flamas.
    Y es tan justa esta relación que aun apagada y apenas herida por el sol matinal, la chimenea parece conflagrarse y arder en su cruce y sus brillos, como ascua enorme y suntuosa.
    Allí, sobre el vasar de la chimenea y en las hornacinas, repisas y meandros del plateresco frontal, se congregan en torno de una estatua de crecido Buda, cuyo oro primitivo patinó el incienso secular de oscuro bronce, una legión de dioses, semidioses y bodisatvas, de animales tohormistas y de objetos rituales... Son Kivanon, la misericordiosa Fuguen Bosotsu, el santo asceta Daruma, cuyos párpados mutilados fueron la semilla milagrosa del árbol del té; Daikoku el dios de la riqueza; Okame, por cuya danza divina nos alumbra el sol; Tenjin Sama, patrono de los literatos y de la quirografía; el bonzo Nichireu, Savonarola del budismo; el elefante brohimánico y el león de Corea; la tortuga y la cigüeña de la longevidad; rasos de ofrendas y candelabros rituales; perfumatorios y objetos talismánicos.
    Y avanzando su empeñada prora y ahuecando como ala de albatros su rico volumen de brocado en porcelana violeta, azul y blanca, el "Takara bune", el navío de la riqueza cargado con los doce objetos preciados que cada año nuevo, según la leyenda, aborda las costas del Japón y que a mí se me antoja el antecesor legendario de las naos de China y de los reales galeones que antaño volcaban su cargamento de prodigios en el surgidero de la ciudad de los Reyes, en el viejo puerto hoy ruinoso y empobrecido de San Diego en Acapulco... [pp. 168-169].
Tablada repite algunas cosas de la descripción de su Diario pero agrega otras, especialmente aquellas que se refieren a personajes de la cultura japonesa.
   Otro objeto que se alcanza a distinguir en la fotografía es el makimono de Seshiú, que corre a manera de friso cerca del plafón y cuya descripción fue incluida por el poeta en su libro dedicado a Hiroshigué.
 
 

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