Tablada

Yo no conozco más Tablada que a José Juan, el inconfundible artista. Pero si llevaran otros ese mismo nombre ¡pobres de ellos! Servirían apenas para hacer a nuestro artista menos inconfundible.

    Yo lo admiro desde hace muchos años, desde cuando empezaba a aficionarme a la literatura, allá en Chihuahua. Un feliz día se recibió en la biblioteca del Instituto de Ciencias el primer número de la "Revista Azul", que para gala y honra de las letras fundaron Gutiérrez Nájera y Díaz Dufoo. A contar de entonces, cada martes acudíamos los jóvenes enamorados de las letras, a disputarnos la primacía de desflorar las blancas hojas vestidas de azul de la "Revista".
    Vínome en suerte una tarde abrir el primero el paquete de los periódicos. Me apoderé, como de cosa codiciada, de aquélla color de cielo, y en una tercera página leí el título Ónix, correspondiente a unos versos firmados por "José Juan Tablada". El autor me era desconocido y en cuanto al título, lo calificó mi atrevimiento de decadentista. Leí en voz alta ante cuatro amigos, y todos, a cual más entusiasta e impresionado, prorrumpimos en alabanzas. Sin embargo, aquella obra maestra de orfebrería poética y de sentimiento nos entristeció, porque era amarga, sinceramente amarga.
    No era la lánguida querella o la cuita enervante que en nada aprovechan a la humanidad que sufre. Aquel canto de hondo desconsuelo y de solemne dolor, capaz, por sí solo, de prestigiar una existencia poética, se apartaba de la escuela plañidera de Young y de los románticos. Contenía algo mucho más fuerte que el ardoroso llanto de los ojos, algo que produjo a mi juventud la impresión de un corazón humeante que chorreaba sangre en el holocausto....
    Con ese rudo a la par que dulce choque de emotividad, vibraron profundamente mis fibras y se iniciaron el conocimiento y la admiración.
    Pocos años después, en la misma hermosa ciudad fronteriza, conocí a Tablada. Regresaba de un prolongado viaje al Japón; pero como si hubiera vivido en París, entre camaradas de arte y de ensueño, semejaba en su porte a un bohemio del Quartier Latin, con su lacio sombrero de anchas alas, su vestón de pana, flojo chaleco de terciopelo, corbata papillon anudada con negligencia, los pantalones anchos y arrugados como globo que se desinfla, y unos mostachos de púas arriscadas, a lo de Goncourt.
    Hoy su persona, esmerada y aliñada siempre, refleja mejor sus hábitos y su ingenio. La pulcritud, unida a su indumentaria de elegante estilo inglés, le dan un aspecto de distinción y dignidad; cierto aire de expresión seria y a la vez aguda, que cuadran a sus propósitos y a su carácter.
    Sus grandes ojos, expresivos y sonrientes, se clavan en lugar de pasar desdeñosos como antes. Su nariz, que ha sido comparada a la de un César decadente, parece dibujada con más vigor... El bigote ha desaparecido, dando mayor carácter a su perfil numismático.
    Cuando conocí a Tablada, no hablaba más que de versos y de aventuras. Ahora su conversación es más deliciosa, habla de todo, y los frescos vientos del éxito y de la fortuna le han tornado en un humorista regocijado, aunque temido. Con rara destreza de juglar, coge al vuelo las palabras y las ideas, haciendo extrañas disociaciones que hacen su plática más deliciosa, variada y caliente.
    Es tarea difícil hablar de Tablada en sus variados aspectos y, con todo, su poliédrica personalidad presenta cada fase exactamente definida. ¡Pero son tantas!
    Tablada, es por don providente y preeminente, un altísimo poeta, con lo que dicho está que no es un poeta popular, (¡feliz él!), pues precisamente por su aristócrata elegancia y sus refinamientos sutiles, no está al alcance de todas las fortunas. Siempre aristócrata, ejercita en ocasiones actos de caridad recomendables. Yo lo he visto descender pausadamente la escalinata de su palacio y poner en las manos abiertas de los viandantes algunas monedas.... de prestigio o de consuelo.
    Es el hombre que baja hasta las muchedumbres; no es el artista el que desciende.
    Más que poeta del sentimiento, paréceme Tablada el poeta de la estética, sin que le falte nada de lo ideal. Las ráfagas libres de las ideas nuevas rozan su frente, y canta porque necesita cantar, y si acaso vierte lágrimas, éstas son pocas y las vierte a escondidas: ¡privilegiado el que las descubre!
    Si habla de la Primavera, tema socorridísimo no es la primavera lánguida y casi otoñal que suele verse a menudo en otros poetas. La de Tablada es exuberante y polícroma, es según el tiempo y el espacio, conforme al momento de su espíritu.
    Ello explica su actitud indiferente cuando apunta y amenaza morir pronto cualquier estéril esfuerzo hacia la belleza y porque, cuando es merecido, colérico e implacable, azota a los eunucos de la Capilla Sixtina que cantan por cantar despojándose de los atributos del hombre....
    Uno de los más conspicuos fundadores de "Revista Moderna", Tablada incitó a los patricios del corazón y de la mente a salvar las reliquias del Ideal, y entonces se vio que todos los paladines del azur contra la tierra, formaron la aurora colectiva de la esperanza, cuyo regio estandarte mantienen hoy serenamente, con Tablada, Nervo, Díaz Mirón, Urbina, Olaguíbel, López, Campos Dávalos y otros pocos que pregonan las excelencias de la línea sobre las durezas del bloque, y pontifican en el rito de la armonía sobre las frías consistencias...
    En ese periódico publicó Tablada los deliciosos capítulos de su viaje al Japón; poesías tan memorables como "La Bella Otero", y artísticas impresiones que por raras recuerdan las "Curiosidades estéticas" de Baudelaire, y por eruditas y bien sentidas, los estudios de Remy de Gourmont. Puede decirse que el genio artístico de Tablada imprimió a "Revista Moderna" la mayor parte de los prestigios que le dieron fama.
    El autor del "Florilegio" no es un poeta actual ni adaptado. Es un poeta lírico y sacerdotal que vive en su nube de oro ardiente y sonoro, como una voz constante de la Naturaleza, que tiene la misión de despertar de su sueño a todo lo que yace, a todo lo que duerme....
    El insaciable anhelo baudeleriano de caminar siempre, muy lejos siempre, hasta fuera del mundo, anywhere out of the world, le ha hecho cantar en versos plásticos como un vaso corintio o rumorosos como la onda, a las copas de marfil, a las arcas de oro, a la turris ebúrnea, a la stella matutina, al refugium pecatorum, a la mater aflictorum.... toda la letanía de la belleza y del amor!
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    En la actualidad, la vasta doctrina de belleza y de ética que posee Tablada, se exterioriza en la tercera plana del diario más importante de México. Allí, no por voluntad de negación, ni por deseo de discutir, antes bien con el propósito de trasmitir a los demás lo que aprendió en los libros graves, o en sus numerosos viajes, o en sus lecturas sobre el documento humano, ejerce la crítica, animado de cálida solidaridad para con todos aquellos que piensan, que escriben, que se atormentan ante las blancas cuartillas, ante el lienzo o con el cincel.
    Y como no descansa en la contemplación de los problemas generales de la patria, aquella su doctrina no soporta ni la efusión ni el polvo. Cotidianamente se dispone límpida, orgánica en su cerebro, convirtiéndose en materia de alta especulación. Se clarifica en síntesis transparentes, y en vez de sacarlo fuera de la vida, lo sumerge más en ella para contemporizar con sus accidentes fieros y brutales; y él, comunicando gratos sabores que atemperen la amargura de los hechos, nos presenta la vida más digna de ser vivida, como buen discípulo de Epicuro.
    Se admira en sus procedimientos y recursos literarios la facilidad desenvuelta, pero sobria, de los escritores de casta que amando cualquiera labor emprendida, la circundan de una atención cauta, delicada, de una resuelta voluntad de perfección.
    Su pensamiento, constantemente invadido de ideas e imágenes decorosas y bellas, posee el secreto de esta elegancia intelectual sencilla, pronta, que es mesura y originalidad y que ninguno puede adquirir si no es preparado por dotes de nacimiento y de raza.
    José Juan es un literato sociable y fino, que adora su arte, "la vida de su arte que es arte de vida", según la expresión aplicada a Barbey D'Aurevilly por el inmenso France.
    Su curiosidad investigadora y analítica participa con interés de las grandes historias que reasumen los siglos, lo mismo que de los breves asuntos intensificados luminosamente por los cuartos de hora del boulevard. De esta manera sabe presentar los sucedidos, agrupándolos y distribuyéndolos en una airosa y sólida arquitectura de palabras.
    La rapidez de entendimiento y lo comunicativo de su carácter, prestan gran valor a sus demás cualidades de cronista.
    No es el cronista a lo Gutiérrez Nájera; pero tampoco lo es a la manera de los que en América conocemos: siempre tras el mostrador del mismo bric-a-brac de lugares comunes. No: Tablada es un cordial sensitivo que cada vez dice algo nuevo o desconocido –un sutil comentario, un detalle original. Y, sobre todo, su estilo impecable que reverdece lo viejo con la magia del color y que pone lo nuevo delante, muy cerca de los ojos, por medio de un hondo verismo subjetivo, es el más acabado producto del arte.
    La demostración dé lo que afirmo no está, nada remota: pronto aparecerán sus Crónicas de París que ha dedicado con sobra de justicia a don Francisco Asúnsolo, un espíritu cultísimo y libre, de los más sanos que conozco, amigo predilecto de Tablada y –perdón que lo diga–, el más amado amigo mío.
    Tablada tiene listos para publicarse, además de las "Crónicas Parisienses," dos novelas: "La Nao de China" y "La Embrujadora", una obra de intensa sabiduría orientalista: "Dioses y Demonios del Japón"; dos tomos de prosa: "Diario de un Artista" y "[Códices y] Estampas Viejos", (episodios aztecas y coloniales), y parte de su obra poética "El Poema de Okusai", prologado por Lugones; "El Bestiario Piadoso" y "Schekerezada y la Luna" [sic], versos de suntuoso y sentimental erotismo.
    Quienes hemos tenido la fortuna de escuchar en la original y hermosa biblioteca del poeta o bajo los kioscos de su jardín japonés, sus prosas o estrofas inéditas, podemos augurar que son obras de arte intenso y personalismo [sic], dignas de la madurez de un gran poeta.
    Cuando el cañón cese de tronar y se acalle el salvaje aullido zapatista, el público tendrá ocasión de apreciar las admirables obras del gran artista y hondo poeta.
    Publicamos algunas fotografías de la hermosa casa del artista en Coyoacán. tablada vive como un prócer. No es rico y ha rodeado su vida de tesoros de belleza que muchos millonarios desconocen...


 México, junio de 1913.
   Francisco Gándara.


Pie de fotos: "La casa del poeta Tablada, en Coyoacán. En nuestro grabado aparece el poeta en el pabellón japonés de su morada de Coyoacán, tomando té a la moda del imperio del Sol Naciente, y en la parte baja del mismo grabado se le puede ver practicando un rito "shintoísta" de aquellas lejanas regiones. En el ángulo superior derecho se ve un rincón del jardín, que deja aparecer parte de la fuente colonial de azulejos. La casa de Tablada es un verdadero museo, en el que ha desplegado su indiscutible gusto artístico el notable escritor".

Francisco Gándara, "Tablada" en Revista de Revistas, 22 de junio de 1913, pp. 11-12. (Incluye varias fotografías).