Bon Seki

 

FICHA CATALOGRÁFICA
 

31. Bon Seki.
21 de  febrero de 1917.
Tinta y lápiz de color sobre cartulina.
4 1/2 x 5 5/8"
[En el ext. sup. der. ms. tinta negra: "Bon Seki. 2/21-17".]
 
 

NOTA
 

En Japón, la jardinería es una parte fundamental de la arquitectura de paisaje. Su práctica implica tanto una gran sensibilidad artística como una postura filosófica. El jardinero japonés debe estudiar cuidadosamente la manera en que la Naturaleza armoniza los elementos que la integran para, por ejemplo, escoger las rocas que servirán de fondo a un conjunto de árboles o que formarán parte de una cascada. El tipo de rocas tiene tal importancia que en ocasiones se vuelve necesario traerlas de lugares lejanos. La manera en que deben ser colocadas a veces lleva a enterrarlas permitiendo que sólo una pequeña parte de su cuerpo sobresalga, como si la tierra hubiera sido retirada por el paso de los siglos. Esta técnica, aplicada también a otros elementos del jardín, como sucede cuando tras las ramas de un árbol se esconde una linterna, obedece al adagio "El verdadero arte es ocultar el arte". La jardinería japonesa se despliega laboriosamente para que las cosas no sean tan evidentes sino que siempre haya algo más allá del alcance de la primera vista, algo que puede ser buscado, que está oculto, al menos parcialmente, y que sólo se entrega al buen observador.
    El gusto de los japoneses por las piedras naturales, la belleza de su forma y su textura, tiene más de 1,300 años. Los túmulos imperiales eran cubiertos con cantos rodados como decoración y como medio para prevenir la erosión. Las piedras de gran tamaño eran tan apreciadas para construir cámaras mortuorias que fue necesario un edicto para restringir su uso. A partir por lo menos de principios del siglo VII, cuando el emperador chino le regaló a la Corte Imperial japonesa unas piedras de formas raras, el pueblo japonés ha admirado estos objetos naturales, por la belleza de su aspecto, por el poder que tienen de evocar paisajes naturales asombrosos, y por las fuerzas morales específicas que sugieren, como la solidez y la resistencia. La importancia de las rocas en los jardines japoneses parece haberse incrementado con la introducción del budismo zen. El diseño de los jardines no sólo expresa los ideales ocultos del zen sino que las rocas, en sí mismas, son muy apropiadas para expresar estos ideales.
    El arte del bon-seki es el arreglo de pequeñas piedras de hermosas formas y colores en charolas de laca con arena para conformar paisajes en miniatura. Originalmente practicado por las damas cultas, hoy en día goza de gran popularidad en Japón y es cultivado por una gran cantidad de personas que sigue distintas escuelas y estilos. Otra forma de apreciación de las rocas conocida como ki-seki (piedras raras o extrañas) consiste en disfrutarlas por sí solas, colocadas sobre escritorios, en repisas o en los tokonomas, para que envuelvan al observador en las ensoñaciones sugeridas por sus formas, colores o marcas. Otra más es el sui-seki, "piedras de agua", en el que rocas de formas y texturas diferentes son colocadas en vasijas de cerámica con agua de tal manera que representen una isla en el mar. Parte esencial de su cuidado es mantenerlas con el nivel de agua adecuado para que, con el paso del tiempo, se llenen de musgo, como un paisaje en miniatura.
    En la entrada correspondiente al 17 de abril de 1922 de su Diario, José Juan Tablada anota: "Haciendo el jardín japonés (Bon Seki)". En la del 19 de abril, vuelve anotar: "Sobre Bon Seki. El patriotismo. El patriotismo físico, geográfico, por lugares, climas, paisajes. A los héroes se les discute, pero jamás a los lugares. La comida, los guisos son otra base del patriotismo. El Bon Seki reproduciendo sitios y paisajes forjaría Patria, como dice el herrero Gamio". Un mes después, el día 23 de mayo, el tema sigue entre las ocupaciones de Tablada: "Compré en Yamanaka's unas rocas para jardines en miniatura (Bon Seki)" (Obras IV, pp. 178 y 187). Según parece, el poeta, además de su práctica de la jardinería japonesa –tanto en su casa en Coyoacán, como en las montañas de Catskill y en Cuernavaca– se interesó por darle un uso nacionalista al ejercicio del bon-seki.
 
 

RMS