Dos fotografías

 

FICHA CATALOGRÁFICA
 

Carpeta III. Carpeta tamaño carta con pastas de cartulina beige, 20 folios de papel bond blanco. Portada con varias leyendas.
8 3/4 x 11"
[Manchas, roturas y arrugas.]
Descripción por folio.

12) Dos fotografías.

1) La casa de José Juan Tablada en las montañas Catskill.
Fotografía en blanco y negro.
4 3/8 x 2 5/8"
[Con cuatro esquineros.]
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2) José Juan Tablada cuando veraneaba en las montañas de Catskill.
Fotografía en blanco y negro.
2 5/8 x 4 1/2"
[Con cuatro esquineros. Muy manchada.]
 
 

NOTA
 

Relata Nina Cabrera de Tablada, en su libro memorialístico, que cuando Tablada liquidó su Librería de los Latinos, a mediados de 1921, una persona que le adeudaba cierta cantidad de dinero no pudo pagarle; pero a cambio, le cedió un terreno en las montañas de Castkill. Tablada aceptó el trato y construyó ahí una casita para ir a pasar los veranos, lejos del sofocante calor neoyorquino. Nina rememora esos veranos de la siguiente manera:

Entre los recuerdos que conservo grabados tanto en el corazón como en la mente, figuran los gratísimos de nuestros viajes veraniegos a las montañas de Castkill, en el Estado de Nueva York. A unas ochenta millas del gran puerto [...]
    El terreno estaba situado en medio de los bosques. Primero tuvimos que limpiar el lugar, donde había toda clase de árboles: arces, ocotes, pinos, oyameles, etc. Después fue necesario reunir piedras para los cimientos, hacerlos, levantar los muros, techar la cabaña. José Juan dirigía la construcción, a la vez que trabajaba en ella junto con dos carpinteros mexicanos, los cuales, por cierto, le cobraban muy poco. Fue una obra rústica la de ese bungalow, que al principio llamamos "El Jacal", nombre que tuvimos que cambiar por el de "El Hongo Azul", porque nuestros amigos norteamericanos pronunciaban aquella palabra mexicana como Jackal, lo que en nuestro idioma vale por chacal.
    Además de la casita, reuniendo todo el material sobrante, sacado de la misma montaña, José Juan construyó otro bungalow pequeño, que le servía de "estudio". Del  bungalow grande se pasaba al chico por un puente rústico, de estilo japonés, por debajo del cual corría el agua hasta el arroyo. Para llegar al arroyo teníamos que cruzar un camino sombrío, entre espesa arboleda [...] La casa, por fuera, estaba pintada de azul, y por dentro de cal. Las ventanas se abrían a la inmensidad del bosque, que nos traía, aun en los días más calurosos, una deliciosa frescura. Allí gozábamos de aire puro y de paz, bajo el cielo azul.
Nina rememora al poeta en Catskill:
Al caer la tarde íbamos a los campos cercanos a recoger moras y fresas silvestres, que sabían a canela y a frambuesa, y eran tan perfumadas como las guayabas de mi tierra natal. Bajo las nubes y entre los árboles, contemplábamos los bellos crepúsculos. Muchas de esas tardes, el poeta componía algunas estrofas que hablaban de la lluvia, de la noche, de la luna. Cantaba a la primavera y a la naturaleza toda: a las aves, al azul del cielo, a las estrellas. Me parece que veo sus ojos profundos, clavados en mí, sus cabellos regados de nieve, en un gris que hacía resaltar su personalidad. Y allí, a mi lado, en aquellas tardes de ensueño y de amor, nos parecía que nada podía separarnos... [José Juan Tablada en la intimidad, pp. 73-75].
ELV