JOSÉ JUAN TABLADA
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nal, los poetas, los pintores, los seres cultos, los pensadores, los sensitivos, los sedientos de ideal, los que se van con la angustia sin remedio de una obra truncada por un medio adverso, tenebroso, bestial y fatal y los que llegan con esperanzas redivivas, con ímpetus tempranos, ansias nuevas y ideal eterno, aprendieran en tu obra que condensa toda la magia espiritual del arte japonés, cómo se descubre y se cultiva y se depura y se aquilata y se magnifica y se inmortaliza la belleza de una patria! Cómo se hace una patria intensa, armoniosa, sensiblemente bella y grata por el sortilegio de Arte; que lograda esa "grande obra" de la Magia Blanca del amor, la vida espiritual intensificada y ennoblecida, alcanza un nuevo sentido, revela una significación flamante y por las virtudes exotéricas, plásticas y visibles del arte, capta y emboveda al alma profana entre auras de armoniosa fragancia, arrebátala en levitación extática, la fluidifica y le hace presentir lo inefable.
   A realizar algo de ese esoterismo esencial, tendía el propósito ético de esta exégesis literaria de tu obra pictórica ¡oh pintor Mago de la Nieve y de la Lluvia, de la Noche y de la Luna!
    Órfico pensamiento plausible para ti que sabes bien aquel poema del Regente Yoshifusa, donde un criminal sintió conmoverse sus entrañas y convirtióse al bien, sólo por haber contemplado la fragante inocencia de un cerezo en plena floración!
    Para este libro a ti consagrado, hubiera querido las dos virtudes que tuvo en tu patria admirable la "Ceremonia del Té", la Cha-no-yu tan simple en apariencia y tan profunda en resultados al ha-
 
 
 
 


 
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