Siguiendo el itinerario matizado
y luminoso que dejaste en tu obra pictórica, ¡oh maestro del
pincel irisado que goteaba luz! hubiera ido a los San Kei o Tres famosos paisajes: Matsushima y sus islotes; Ama no hashidaté y su larga
península plantada de pinos; Miyashima con su egregio torii, sus
ciervos familiares y sus templos que el Océano baña...
Contigo hubiera peregrinado
al lago Biva, que nació con el Fuziyama, para admirar desde sus
playas las "Ocho bellezas de Omi", las Omi hak-kei objeto de peregrinaciones,
sin haber visto las cuales ningún japonés se resignaría
a morir y que son en el arte japonés lo que en el arte chino las
ocho bellezas de Siao-Siang.
Las Omi hak-kei que son:
La luna de otoño vista desde Ishiyama.
Una tarde de nieve en Hirayama.
El sol poniente en Seta.
La campana de la tarde en el templo de
Mudera.
Los barcos pescadores tornando de Yabasé.
Un cielo claro con brisa, en Avazu.
Una noche de lluvia en Karasaki.
Y los patos salvajes llegando a pernoctar
en Katata...
Peregrinando así contigo, oh
maestro! comentando para mi patria esas bellezas del Japón que tú
inmortalizaste, esperaba realizar una obra no de sutil curiosidad, ni de
caprichoso exotismo sino de robustos y fecundos propósitos.
Propósitos estéticos
para que al alma aún oscura de mi patria llegara el rayo
diamantino de tu evangelio de belleza; para que el sentimiento nacio-