carga y remates de alabardas. Vagamente, a lo lejos, entre nébulas,
emerge el Fuziyama. Sobre la vieja seda color de tabaco, luce esta pintura
coloración neutra, aceitunados, azules y guindas sombríos
en el indumento de la tropa, índigo en las gualdrapas; verdachos
en el terreno, negro en las líneas del minucioso dibujo; y en la
sorda armonía total, no hay más notas vibrantes que el verdete
o cardenillo matizando las azuladas agujas de los pinos; uno que otro toque
de bermellón en lacas o brocados y los raros oros de las armas o
de los blasones heráldicos.
El dibujo movido, sabio y
minucioso, recuerda las mejores obras de las escuelas de Tosa y Sumiyoshi.