roshigué añadiera
nueva y brillante página a sus álbumes pintorescos...
Así creó la historia matizada de la gran urbe amarilla, de
la enorme y sombría Yedo, toda negra entre sus verdes pinares y
sus canales azules; Venecia pavorosa y trágica, sacudida por los
terremotos, caldeada por los incendios, acorazada por sus imbricadas techumbres,
como un fiero samurai bajo su armadura crustácea y sobre tanta negrura
coronada por un penacho luminoso, cimera radiante, crinera deshebrada en
hilos de plata, el Fuziyama!
Pero de la feudal metrópoli, torva ciudadela del shogunato; Hieropolis
velada por el incienso de mil bonzerías en una nube de Nirvana;
de la ciudad fortificada y claustral que todo viajero halló melancólica
y opresora, Hiroshigué dejó sobre el papel una visión
magnífica, vibrante de luz y de color!...
Todos los prestigios, todas las virtudes, todas las maravillas de su pincel
mágico, sirvieron a Hiroshigué para engalanar a la ciudad
amada.
El hikeshi que luchara por salvarla del fuego, después, convertido
en pintor, la hizo arder en las hornallas del sol y la abrasó en
las azules y lentas combustiones de la luna.
Exaltó la feracidad lujuriosa de sus bosques y sus parques con verdor
de eternas primaveras; volcó en sus ríos, en sus canales
y en sus esteros, aludes de turquesas y lapizlázulis; deshizo en
el cielo de sus auroras polvo de rubíes y de zafiros; desmayó
en sus crepúsculos espíritus de topacios y amatistas; hizo
más blanco el claror de la nieve que la enlutaba36
en el invierno mortal; acrisoló el oro de