abruptos cantiles o árboles gigantescos,
al pie de montañas culminantes o en medio de dilatados litorales
frente a océanos insondables...
No puede detenerse a mirarlo consideradamente,
so pena de empequeñecer el amplio foco total de sus paisajes, y
apenas si bosqueja con rápido trazo sus ademanes y sus gestos, ya
lo mire inerte y estático o airado y vivaz...
Pero en esos croquis diminutos
de la figura humana; en esos rápidos totales, ¡qué
firmeza de observación y qué ciencia de psicología
y qué verbosidad anecdótica!
Habré de insistir
en este punto, ya que es un milagro de sutil armonía, de perfecto
equilibrio y de relaciones justísimas, sin precedente en arte alguno,
esa sentimental incorporación de la figura humana al paisaje y a
la naturaleza, realizado en la obra de Hiroshigué.