plan los deportes de otras mujeres, que en la orilla
opuesta arrojan paletadas de nieve. Aquí el paisaje,
tratado con un magistral sentido de lo decorativo y de lo pintoresco, abruma
a las figuras, que a pesar de estar pintadas con gran énfasis por
la mano de otro maestro, Toyokuni, ceden en importancia al suntuoso
paisaje.
Por los sellos de censura
pueden datarse estas estampas; la primera del año preciso de 1864,
y el tríptico, del año de 1859 en adelante. Ambas fechas
son de tiros posteriores a la muerte de Hiroshigué, de obras pintadas
en sus últimos años, cuando era ya el paisajista sin rival
de su época y desdeñaba pintar figuras, sabiendo que no por
hacerlo obtendría gloria superior a la que como paisajista había
conquistado.
Las obras que acabamos de
enumerar y otras de índole y carácter semejantes, son las
únicas dedicadas principalmente a la figura humana. En las que sucesivamente
examinaremos, el hombre y su imagen pictórica, cesarán de
reclamar para sí la atención y el interés exclusivos,
y el ser humano pasa en la obra gráfica a ser un accidente como
en realidad lo es en la creación.
El maestro Hiroshigué
es un panteísta y un budista y amenguaría la grandeza de
su abstracción pictórica si considerara al hombre de diverso
modo... Desde las montañas que escala como un titán, en
el fondo de los valles profundos, por entre las espesas selvas, a lo largo
de los extensos caminos y al borde de las vastas playas que domina con
su gran mirada panorámica, el maestro Hiroshigué ve al hombre
transitar, pequeño y perdido bajo