Los fusumas18 y los tatamis19 de su pequeña mansión están cubiertos de croquis y dibujos de toda especie: paisajes de extramuros; estudios de peces, copiados en la pescadería de Nihonbashi, retratos de actores de Kabuki o de Sibaiaya y aun efigies de gueishas y cortesanas entrevistas en las casas de té del Yoshivara... —Ah! si él tuviera un editor; si algún xilógrafo reprodujera en el boj sus dibujos e imprimiéndolos por miles los echara a volar sobre la urbe!... Ah! si el renombre y el dinero premiaran... —Nakabashi! grita el barquero y atraca mientras Tokubei despierta bruscamente de su ensueño, desata de su cintura los zapeques con que paga al patrón y apenas salta a tierra se detiene contrariado, pues nota que su morada, a donde se dirigía deseoso de silencio y descanso, está llena de gente extraña que desde lejos lo apostrofa y lo saluda, apenas lo ve desembarcar...
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