actores y de gueishas... Siempre que Tokubei pasa por allí
y suele transitar, pues en esa misma calle está situada su propia
casa, detiénese y admira los nishiki-yé15
expuestos, las máscaras gesticulantes, los rostros bizcos y pasmados
de furor, los ademanes violentos y las manos crispadas de los actores de
moda, Danyuro o Tomiyei-món los trágicos, o bien Kiyotaró
y Tomisaburo que con trajes femeninos y mujeril afeite, miman a maravilla
la gracia y voluptuosidad de la mujer... De tanto mirar esas estampas
Tokubei sabe ya distinguir a los actores por los escudos heráldicos
bordados en sus trajes...: Otani luce una cruz como el príncipe
de Satzuma; Ononé, dos abanicos superpuestos; Nakayama una hoja
de paulonia; Koshiro una garza explayada; Tamimura, dos makimonos en cruz...
A la simple vista conoce también los episodios de los dramas; no
sólo el popular "Chiushingura"16 o el macabro "Gato vampiro de Nabeshima",
sino aun los más sutiles de los repertorios jidaimono
y sewamono.17
Y para Ando Tokubei, el final
de esas contemplaciones de la obra de su vecino el pintor Sharaku, es la
noble envidia de hacer otro tanto.
De hacerlo públicamente
y por cuenta de un editor y admirado por un público, porque en secreto
y a solas ya lo hace, en todos los descansos que le deja su oficio de
hikeshi, al volver de prácticas y simulacros, entre dos incendios,
al fulgor mismo de la luna en las veladas del cuartel...