En un medio tal, el incipiente naturismo
del Yamato-yé, sospechoso de vulgaridad, no podía ser próspero.
Declinó, pues, precipitado a su ocaso por la escuela continental
de las dinastías Sung y Yuan, fuerte, vigoroso e impregnado de una
nobleza clásica que debía conquistar el espíritu predispuesto
de aquellos cortesanos exquisitos.
Esa escuela Sung Yuan o de
influencias chinas que sucedió a la de Yamato, se subdividió
en seis grupos o talleres representados principalmente por Kao, Minco,
Shosetsu, Noami, Soga, Seshiu, Hasegava y los Kano.
Todos ellos proscribieron
de sus obras, obedientes al canon chino, las iluminaciones y policromías
del Yamato yé, practicando el estilo Sumi-yé4,
de puro blanco y negro, en ocasiones asociado a coloraciones neutras, tonos
rojizos, verdosos y toda la gama de los grises, y a un dibujo de trazos
sintéticos y vigorosos. El ideal de esos artistas era: "representar
escenas u objetos expresando sus esenciales caracteres con el menor número
posible de pinceladas".5
El esoterismo del arte japonés
no era ajeno a esas prácticas: "Una simple pincelada, aunque convencional
y sin sentido en sí misma, tendrá una fuerza mágica
si se emplea en el sitio adecuado y en sus propias relaciones".6
Aserción semejante
a la de Hokusai en el prólogo de las Cien vistas del Fuzi-yama:
... a los ochenta años penetraré
el misterio