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FICHA CATALOGRÁFICA
Carpeta V. Carpeta de forma italiana con pastas verdes, 52 folios con obra plástica de JJT.
9 7/8 x 6 1/4"
Descripción por folio.42) Cuadros taurinos y de charrería.
Lápiz, lápiz de color, tinta y acuarela sobre papel bond cuadriculado.
4 7/8 x 7 3/8"
[Al reverso otro dibujo a lápiz de color y tinta y en el ext. inf. ms. tinta negra: "Trinidad de Wilson, Calle de la Aduana. 1 suscripción periódico".]
NOTAS
Esta imagen presenta diferentes escenas del tercio de varas, mezcladas con el tercio de banderillas; asimismo, se pueden observar varios bosquejos en los que Tablada retrata al animal ya con banderillas o en pleno rejoneo. La suerte con la vara se realiza a caballo y tiene como fin evitar que los toros embistan durante la lidia levantando la cabeza. El dolor que les producen las heridas sobre el morrillo, en los músculos de la región, los obliga a mantener el cuello en línea recta y, en consecuencia, todas las embestidas posteriores el animal las realiza "humillando", es decir, con la cabeza hacia abajo. En este tercio se le resta fuerza al animal y se le ahorma la cabeza para que el torero pueda cumplir más fácilmente el tercio de muleta.
El picador es el torero que ejecuta esta suerte y lo hace colocando el caballo de tal manera que forme una línea recta con el toro. Cuando el animal acomete y recibe el puyazo, se le da la salida por la derecha, mientras que con la mano izquierda se saca el caballo por la izquierda. A esta suerte le sigue el tercio de banderillas, en el que es norma que a cada res se le coloquen tres pares de banderillas, tarea realizada por un torero subalterno llamado banderillero, aunque en ocasiones esta labor es ejecutada por el propio espada o matador.
Tablada menciona en La feria de la vida una anécdota que puede ser el complemento de esta escena taurina:El Negrito Conde, picador celebérrimo, me entusiasmaba pues cumplía su faena sin aparente esfuerzo, alejando todo sentimiento de peligro, aguantando al toro y rechazándolo sin que su caballo sufriera un leve rasguño. Bajo el galoneado sombrero de charro veíanse brillar sobre el atezado rostro, los ojos y los dientes del Negrito, radiante al sentirse aclamado por la multitud en delirio.Más referencias al tema de la tauromaquia se encuentran en las crónicas reunidas en los discos compactos publicados por el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM: La Babilonia de Hierro y México de día y de noche. En este Archivo hay otras imágenes taurinas: Tres toros y un caballo, Toro de lidia y Toreros.
El Negrito Conde era del primitivo tipo de aquellos picadores mexicanos que jamás entregaban su caballo, sino que tenían a gala defenderlo y que, como lo hicieron luego el gigantesco Arcadio Reyes y el valiente Oropeza, salían a picar toros en valiosos caballos de su propiedad, tan seguros así estaban de que sabrían librarlos de la saña del toro [p. 51].
AEHM
El dibujo del torero en traje de gala al reverso, que Tablada realizó muy probablemente durante su estancia porteña de 1894-1895, confirma la constante afición taurina del autor de El florilegio durante su primera juventud. Lo peculiar de la iniciación de Tablada en el espectáculo taurino fue que asociara el rumor de la multitud enardecida en una plaza de toros poblana con el bramido del mar que escuchó a los tres años en la bahía mazatleca de Olas Altas. Por un artificio de la memoria que recuerda el paralelismo de su "Nocturno alterno", el poeta debió evocar a los 23 años, cuando volvió a oír el mar de Mazatlán, "el clamor de la bestia humana" que aclamaba a Bernardo Gaviño y al Negrito Conde, el torero y picador que vitoreó Tablada de niño en compañía de su padre.
En Mazatlán, el gusto por la fiesta brava fue alentado por la nutrida población española. El pequeño coso de madera que conoció Tablada, la Plaza del Carnaval, se encontraba en los terrenos que, a partir de 1897, ocuparía el mercado Romero Rubio, hoy conocido como José María Pino Suárez. Diversas crónicas de El Correo de la Tarde describen esa mezcla de vida social burguesa y representación carnavelesca que caracterizó a los espectáculos porteños del siglo XIX y principios del XX. La fiesta brava no fue la excepción. Por ejemplo, el 21 de abril de 1891, Kronos describe los siguientes pormenores de una corrida de aficionados: "las Reinas tuvieron a bien ordenar que los jóvenes Valadés, Gutiérrez, Carrasco y Flores subieran a las gradas del improvisado trono. Con la actitud sumisa y respetuosa que el caso demandaba a los agraciados, con rodilla doblada, recibieron el galardón que la belleza otorgara a la valentía y denuedo".
Poco antes de que Tablada volviera a Mazatlán, Amado Nervo parodiaba en sus "Lunes" de El Correo de la Tarde el estilo taurino de los cronistas locales: "Aguarden un domingo más los impacientes, que yo por mi parte me propongo hacer una reseña de la corrida, en el dialecto especial, semejante a muchos que los periódicos publican con fruición inmensa: '/ Al abrirse las puertas del chiquero, comparece en el ruedo un berrendo en negro, de cuerna corta, buenos pies y de romana. / Los capotes, bien, Saledito se arma de un par de banderillas y las cuelga al sesgo y repite a toro parao con medio par. Sigue Deblez, lleva el pelo chorreao en verdugo, cornialto y de romana, y no da juego y retírenlo. / Viene después Valiente, negro, bragao, bueno de pies, voluntario y de buenas libras', etcétera, etcétera. Con lo que los inteligentes en tauromaquia se pondrán tamaños de gusto, y el resto del público lector se quedará en ayunas".
GJA