Tablada y la micología
 
 
 
 

Micología -o micetología- es la parte de la botánica que trata de los hongos. El poeta José Juan Tablada, cuya cultura era vastísima, tuvo afición a esa ciencia fue experto conocedor de nuestra flora fungosa, al punto de haber compuesto una Micología económica que lleva por título Hongos mexicanos comestibles. Es, por supuesto, obra inédita y por serlo para el original temporalmente, en poder de quien esto escribe, que ha llamado sin éxito a varias puertas en busca de editor. Después diremos por qué no tuvieron eco tales llamadas.

    En el examen de obras inéditas de José Juan Tablada que hemos venido haciendo, reservamos adrede para el final de ese trabajo, cuya importancia y novedad le hacen merecedor de algo más que el párrafo consagrado en los precedentes artículos a cada uno de los libros inéditos o nonatos y a los proyectos literarios del poeta. Contra su costumbre, no habló de él en sus cartas ni lo anunció entre sus obras en preparación. A fines de 1936 supimos que en ello se ocupaba; le visitamos en su casa de la Colonia del Valle muy próxima al río de la Piedad, y nos mostró varias de las acuarelas que para ilustrarlo había pintado, entre las cuales una, por calidad artística, mereció un elogio del pintor Diego Ribera, manuscrito en una esquina de papel; poco más o menos decía: "Conste que está muy bien".

    Forman el original del libro un centenar escaso de cuartillas mecanografiadas, y láminas a colores; cuarenta y siete de éstas son dibujos a lápiz acuarelados por Tablada; las trece restantes son tricromías tomadas de obras diversas. Sin disminuir en nada la novedad que el libro haya de tener cuando salga a la luz, bien podemos dar aquí una sucinta idea de su contenido, que muestra una faceta peculiar, y de todo punto inesperada, del talento del ilustre escritor mexicano.

    El libro está escrito con sencillez y claridad, para ser entendido por cualquier lector. El poeta, a pesar de ello, cede a su instinto e intercala aquí o a1lá una reminiscencia literaria, una metáfora colorista, una imagen objetiva y brillante.

    En el Preámbulo indica que su propósito es sólo enriquecer la paupérrima mesa popular con un alimento al alcance de todos, que "desperdiciamos en nuestras tierras e importamos de las exóticas a precio de oro". Y añade: "Puede ser el pan de los pobres -una de sus variedades se llama <<pambazo>>-, y no obstante, como la famosa <<brioche>> de la princesa decapitada, es el regalo de los ricos". Acaba el preámbulo con unas líneas sobre Nanacatzin, el dios de los hongos en la mitología azteca.

    Presenta después las razones que hay para intentar una nomenclatura mexicanista de esas plantas criptógamas y apunta las deficiencias de su sinonimia en latín, español, náhuatl y el habla criolla. Indica en seguida el objeto del libro, su propósito de vulgarización. Explica la morfología de los hongos, ilustrándola con dibujos a lápiz, de su mano y expone cuanto conviene saber para distinguir los comestibles de los venenosos. La descripción de cada especie y de sus variedades es precisa y clara; de unas ciento cincuenta enumera las características: color, forma, tamaño, etc., su calidad culinaria, los lugares y la época en que se recogen, y otros varios pormenores. Esas descripciones forman la sección más extensa del libro. No faltan ahí anécdotas bien traídas, ni referencias pertinentes a diversos autores.

    Otros capítulos tratan de la recolección de los hongos, de sus propiedades alimenticias, de la manera de conservarlos por desecación y de guisarlos con apego a recetas apetitosas. Finalmente quedan expuestos con la conveniente latitud los síntomas del envenenamiento por ingestión de hongos tóxicos, y los remedios aplicables, así como los errores vulgares en esa materia.

    En apéndice irá la tabla de sinonimias, que el autor no dejó redactada, y figura la bibliografía, que comprende un par de docenas, de obras en inglés, francés, alemán y español, entre éstas una de autor mexicano, de hace medio siglo. Varias papeletas llevan la indicación: "Anotada por mí".

    De las ilustraciones, por supuesto, sólo importan aquí las pintadas del natural por el poeta. En todas ellas es igual la técnica empleada: leve dibujo a lápiz, y color a la acuarela intenso o tenue conforme al modelo. El pincel produjo también el modelado y las sombras, así como, a veces, el fondo, ya neutro, ya realista: trozo de madera podrida, agujas de pino, hojas secas, verdes hojas de helecho. Una de las pinturas está desechada mediante la indicación: "Esta no". En el reverso de alguna hay bosquejos de hongos, de hierbas, inclusive el de una cabaña entre árboles, sin duda el "jacal" de las montañas Catzkill donde el poeta veraneaba durante la segunda década del siglo. Otra lámina tiene bosquejada una caricatura de indígena melenudo seguido de un perro, en otra hay cuatro bocetos de una rana. Al reverso de otra se lee una docena de renglones, apuntes para el texto de un párrafo. Varias láminas están fechadas, las más antiguas en 1926, las más recientes en 1938. No todas las pinturas son igualmente felices como resultado plástico, pero es fácil advertir en todas el propósito de fidelidad al modelo.

    Esa abundancia de ilustraciones a colores, muy matizados los más de ellos, es la causa por la cual los editores han rehusado hasta ahora imprimir la obra: opinan que las estampas, indispensables, serían difíciles de hacer y, por lo tanto, demasiado costosas.

    La mala suerte que ha perseguido a ciertas obras de Tablada se extendió también a varios de sus artículo, anunciados en sus cartas y que según todas las probabilidades no tuvo oportunidad de escribir o, más lamentable aún, de publicar. Por ejemplo, en mayo de 1923 anunciaba la próxima terminación de uno para el International Studio sobre hierro forjado mexicano; pero no figura en la lista de sus colaboraciones en inglés.

    Don Artemio de Valle-Arzipe gran sabedor de anécdotas relativas al mundillo literario, nos cuenta que también corrió con adversa fortuna la impresión del último libro de Tablada: el tipógrafo encargado de componer Del humorismo a la carcajada extravió parte de los originales; el autor no conservaba copia de ellos, y al fin el libro apareció incompleto.

    Un punto delicadísimo, tanto que sólo podemos mencionar su existencia, es el del tal o cual trabajo que Tablada compuso y que bajo otra firma apareció. También, por juego de ingenio, ocurrió lo contrario, y a esto aluden párrafos de dos cartas del poeta que forman parte de las cuarenta reunidas en el libro José Juan Tablada en la intimidad, compuesto por la señora Nina Cabrera de Tablada; pronto saldrá a luz, en la colección Letras que edita la Universidad nacional Autónoma de México. Mas quédase todo ello para ulterior ejercicio de la sagacidad de los investigadores.

    Quien haya seguido esta información se preguntará donde paran las obras inéditas de José Juan Tablada. Tenemos entendido que se encuentran en Nueva York, depositadas en el Instituto Hispánico de la Universidad de Columbia, en espera de que ese organismo tenga la posibilidad de editar lo más importante. ¡Al rubio señor del Parnaso plegue que sea pronto!

    Daremos fin a estas notas con la conclusión d un brevísimo poema que don Antonio Canale Ureta, buen amigo de Tablada, nos dio a conocer como inédito.
 
 

Mientras te miras al espejo,
La Muerte por detrás va raspando el
azogue con el dedo,
Y suspiras;
Mas luego
Al través del cristal verás el cielo.
 
     Pequeño drama de la reflexión es ese: día tras día destruye partículas del ser. La que doquiera acecha. ¡Felices aquellos a quienes el cristal deja percibir, a la postre, no la propia imagen, sino cuanto simboliza la última palabra del poema!
 
 
 
Julio de 1954
 

 


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