Tablada y López Velarde
 
 
 
 

Tanto como jactarse de haber descubierto el Mediterráneo sería descubrir en el Ex voto, de José Juan Tablada, la influencia, inclusive cierta imitación, de la de Suave Patria. El poeta declara:
 

Y tus metales que juzgaron vanos
Como engendros de luna, los insanos,
Rindieron oro virgen en mis manos.
 

    Oro Virgen: el de aquel admirable poema, compuesto "a la memoria de Ramón López Velarde". La semejanza de manera es intencional, acorde con el tema. El prematuro fin de su entrañable amigo impresionó a Tablada profundamente. Sea testimonio de ello la carta que el 2 de agosto de 1921, en papel con membrete de su "Librería de Latinos", en 118 East 28 th. Street, escribió desde Nueva York al poeta Rafael López:

    "Mi querido Rafael:

    "Desde que leí hace días tus versos a Guadalajara iba a escribirte felicitándote y diciéndote mi admiración por ese poema, definitivo, perfecto... Pero vino luego la muerte de nuestro querido Ramón, que me dejó atónito y me llenó de estupor. Por más que las hecatombes que han asolado a nuestra patria y al mundo nos haya familiarizado con la muerte, en este caso la desgracia sobrepasó toda previsión. Yo siempre imaginé a Ramón sobreviviendo, fuerte, longevo, patriarcal, lleno de sabiduría y de progenie en una casona de su provincia amada. Y su desaparición me ha consternado. Cuando vuelva a México y no lo vea, voy a sentir como si en el lugar de la Alameda encontrara un gran socavón! Me imagino el golpe que tu habrás recibido. No he podido ver los versos que le hiciste. De lo que se dijo en su funeral lo que más me conmovió fue la oración de Fernández Ledesma, a quien te ruego des mis poemas. Su Suave Patria no sólo me conmovió como obra maestra, sino como una reliquia que llevara el sudor de su agonía. ¡Qué manera única de ahogar la retórica en el corazón de la epopeya! ¡Qué clarividencia doble, de moribundo y de gran poeta! Tiene el ritmo de sus últimos pasos sobre la tierra... Ese poema y tu Guadalajara son pedazos de alma patria; son aerolitos arrancados de las minas siderales donde resplandece la nebulosa del espíritu de la raza. El y tú sois de la estirpe de Ilhuicamina. Y eso es hacer patria inmortal y eterna".

    La señora Nina Cabrera viuda de Tablada tuvo la deferencia de enviarme desde Nueva York, donde reside, el borrador de esa carta, manuscrita por José Juan. Omito en la transcripción lo que atañe a otras cuestiones, ajenas a López Velarde. Me envió asimismo la carta mediante la cual Rafael López acusó recibo a Tablada del Ex voto. Es del 31 de agosto de 1921. También suprimo, al transcribirla, cuanto no concierne directamente al poema o al cantor de Fuensanta:

    "Mi querido José Juan:

    "Antier recibí tus versos a Ramón y ayer me envió Genaro Estrada el ejemplar de lujo que me anunciabas en tu última carta. No tengo idea de haber conocido otra cosa tuya de tan altos quilates de belleza como ese poema; el temblor humano se enrosca en ellos como nervio vibrante y sangriento; la emoción cristiana, verdaderamente extraordinaria en la altanería de tu numen, los llena de resplandores inefables. Mis amigos y yo hemos vuelto a ver Ramón con las ingenuidades y virtudes que lo hacían incomparable; se conoce que al escribir esos versos, no sólo mojaste la pluma en la tinta que te es privativa, sino también en la trémula, palpitante y diáfana tinta del cariño; casi en cada estrofa tienes un hallazgo y de cada renglón cae una perla. Los dioses te guarden por la forma en que sabes despedir de esta tierra lúgubre a los que queremos.

    "Esa idea de hacer la impresión en papeles que nos recuerdan los aguinaldos de los serenos, también nos conmovió hasta las lágrimas. Las lágrimas son los mejores diamantes que has cuajado en tu poema, y tienen más brillo que los astros que haces arrojar al Padre Ilhuicamina en el duelo. Hacerme llorar a mí, que llevo en los ojos la obsidiana ancestral ennegrecida todavía con tantas cosas ateas, es prodigioso.

    "Hoy justamente es el día de San Ramón, y escribiéndote, me parece que al lado tuyo dejo un ramo de flores en el sepulcro de nuestro muerto. Que su memoria nos sea favorable para comulgar, puro el corazón, en puras cosas de belleza".

    El Ex voto está impreso en papeles de colores. José Juan preparó cada pliego tiñéndolo con anilina. De ahí la alusión a "los aguinaldos de los serenos".

    Sobre una modalidad de la variada obra de Tablada se extiende también la influencia velardeana, por supuesto, en nada mengua la originalidad fundamental de la creación. Me refiero a La feria, libro publicado en 1928 pero cuyo contenido, en buena parte, ya se conocía en 1922.Aunque los temas vernáculos están tratados ahí con acento personal, es innegable que de la semejanza temática resulta cierta analogía con algunos poemas de López Velarde, sobre todo con lo que podríamos llamar "lo pictórico" de Suave patria. Por lo demás, también anticipa esa influencia el Ex voto:

 

Poema municipal y rusticano
Tu Poesía fue la Aparición
Milagrosa en el árido peñón,

Entre nimbos de rosas y de estrellas;
Y hoy nuestras almas van tras de tus huellas
A la Provincia, en peregrinación...

 

    Sin embargo, recuérdese que lo más característico en la manera de López Velarde es la adjetivación, encaminada a lograr efectos de sorpresa: fue un gran poeta no por sus audacias en ese terreno, sino a pesar de ellas; en cambio, en el Ex voto y en los poemas de La feria el adjetivo es apropiado, justo. Diferencia comprensible: mediaban diecisiete años entre las edades de ambos poetas, y en tanto que la técnica ya no tenía secretos para el mayor, el más joven, arrebatado a nuestras letras prematuramente,
 
 

...a los treinta y tres años de Cristo
y en poético olor de santidad,
 

no concluyó de formarse un medio de expresión cabal. Nunca lo lloraremos bastantes los escritores de la generación que, en El Universal Ilustrado, propuse -sin éxito- que se llamase "de Zozobra".

    La amistad entre los dos poetas comenzó en1914. El doctor Pedro de Alba ha referido -en Papel de Poesía (Saltillo, junio de 1946)- que él llevó a Ramón a case de Tablada, en Coyoacán. El Imparcial había publicado en su página literaria, de la que José Juan estaba encargado, A la gracia primitiva de las aldeanas, poema de López Velarde, con una nota "en que lo prsentaba como exponente de la nueva poesía de la España peninsular". Al recordarle ese error, Tablada "no se atrojó" y con naturalidad dijo que en el poema había encontrado "un sabor castizo y que al no tener referencias precisas sobre el autor la creyó peninsular".

    El punto es curioso, y amerita aclaraciones.

    Tablada fue Jefe de Redacción de El Imparcial desde principios de enero a últimos de julio de 1913; durante un par de semanas, después de la "Decena Trágica", lo reemplazó Gonzalo de la Parra. Comentaba la actualidad en la doble columna titulada La Semana; por excepción, el primer comentario -5 de enero de 1913- tituló Crónica de la Semana. No aparece constancia de que estuviese expresamente encargado de la página "Extra para los subscriptores", que el doctor de Alba llama "literaria" y que más bien era un "magazine" en el cual la literatura sólo constituía una de las aportaciones. Hacia fines de 1913 figura editor de ella don Francisco José Ariza, a quien, el 6 de enero de 1914, sin encontrar el poema, de lo cual nada puede inferirse, dado que el vandalismo de ciertos lectores mutiló muchos de los ejemplares; verosímilmente lo buscado estuvo en algunas hojas arrancadas o en cualquiera de los trazos recortados.

    Dos hechos delimitan el lapso para la búsqueda: Tablada regresó de París a principios de 1912; y el 7 de junio de 1914 es la fecha de la crónica en la que dedicó a la poesía de López Velarde unos párrafos, que se titula Versos de Augusto Genin; prosas de Efrén Rebolledo: un nuevo poeta. Fue la última que publicó en El Mundo Ilustrado: pocos días después al destierro, que le tuvo alejado de México durante tres años.

    Al "nuevo poeta" le habían remitido por correo varias poesías manuscritas. De ellas reproduce Del pueblo natal, "bello soneto"; y dice su emoción de encontrar, al seguir leyendo, "un nuevo estro que se revela con sencillas músicas y fragancias encantadoras". Califica los versos con metáforas florales. Su "penetrante encanto" le recuerda el que exhalan "los herbarios del divino Francis James". Y se promete comentarlos en próximo artículo, que su destierro dejó nonato.

    Para López Velarde, aquella crónica de Tablada -quien siempre estuvo atento a escuchar voces nuevas y a estimular a los artistas jóvenes- fue, si se me permite decirlo con una imagen al gusto de la época, el espaldarazo que le armaba caballero de la Poesía. Esto podrá sorprender ahora, mas tales eran entonces las costumbres literarias: los "consagrados anunciaban así el advenimiento de los noveles. Que Tablada presentó a López Velarde a la gente de Letras, lo asienta un coetáneo, José de J. Núnez y Domínguez, en su libro Los poetas jóvenes de México (1918), al hablar del grupo que llama de "transición". El artículo preparó el terreno para la triunfal aparición, al comenzar 1916, de La sangre devota
.
    López Velarde tenía profunda admiración hacia Tablada. Le dedicó en su primer libro el poema Me despierta una alondra. Con frase a menudo citada, le llamó "el artista más completo que poseemos". Y en una crónica -de marzo de 1920, reproducida en Revista de Revistas (10-I-1937)- le calificó de "poeta de arte eximio" y de "fruto que nos envidiaría la madurez de los cenáculos europeos.

    Ocasión de ese último juicio fue el retorno de Tablada a México -26 de febrero de 1920-, concluidas sus andanzas diplomáticas por Sudamérica. Cuando estuve en Venezuela, donde editó Un Día... (1919), solía enviarme diarios y revistas con poesías o artículos suyos, a fin de que yo los distribuyese entre mis amigos dilectos. Uno de ellos era López Velarde, y tres o cuatro veces le llevé algunos de esos periódicos a su bufete, entonces en la avenida Madero número uno. La casa ya no existe. Recién llegado Tablada, le visité en su cuarto del Hotel Regis. Allí encontré a Ramón, y los tres charlamos largo rato. José Juan le preguntó qué había escrito últimamente y él mencionó El sueño de los guantes negros -el cual, sea dicho de paso, y El sueño de la inocencia, podrían considerarse como anticipaciones de la poesía onírica, que Bernardo Ortiz de Montellano cultivó con menor fortuna que talento-. Elogié el poema con entusiasmo, pues pocos días antes se lo había oído recitar; en Revista de Revistas (23- VI- 1946) conté ya el episodio a ruego de Tablada, Ramón recitó su poema. Recitó asimismo otro, del que desde entonces grabóseme en la memoria este verso:
 

El niño iría de luto, pero la niña no.
    Se titula Mi villa y está recogido en el Son del Corazón.

    La influencia a que al principio aludí; los estímulos que en Tablada encontró López Velarde; todo cuanto caracterizó a la amistad entre ambos poetas y que apenas dejo esbozado, daría materia para un estudio interesante, inclusive para una tesis de Maestro en Letras: aviso a los jóvenes que huellan los patios y corredores del viejo caserón de Mascarones.
 
 
 

1951-1952.
 
 

 Índice Home