Las Obras completas del Vate Frías
 
 
 
 

En un artículo que publiqué en agosto de 1933 para anunciar la aparición de Versos Escogidos, asenté que la colección de las Obras Completas de Frías constaba de quince títulos. Durante poco menos de año y medio, raro fue el día en que dejásemos de vernos.

    De aquella convivencia guardo algunos apuntes, y uno de ellos es la lista de sus futuras Obras Completas, según él la redactó el miércoles 20 de febrero de 1924. Vale la pena darla a conocer:
 
 

I.     In memoriam a Rubén Darío.
II.    Antología de poetas jóvenes de México
III.   Un ritmo de la viña (Poemas)
IV.   París, ciudad del frente. (Crónicas).
V.    Los asombrosos del camino (crónica)
VI.   El surco estéril (Novelas)
VII.   Mujeres y paisajes (Sketches)
VIII.  Almácigo.
IX.    El reverso del periodismo. (Novela).
X.     Tres poetas malogrados. (Ramón López Velarde, Miguel Othón Robledo y Jesús Villalpando).
XI.    Vasconcelos, Zaldumbide y Ventura García Calderón.
XII.   Recuerdos de infancia y juventud.
XIII.  Músicos mexicanos.
XIV.  Antología del amor pagano. (Traducciones)
XV.   Oradores mexicanos.
    Un Ritmo de la viña, colección de sus poemas, iba a ser publicado en 1924 por una casa de Berlín que hacía ediciones internacionales. El escritor español Sr. García Díaz medió para que la editorial tomase el libro. Cuando el poeta regresó a México, me dejó el original, que tenía prólogo de Ventura García Calderón- bellísimo, por cierto, fantasía sobre la azarosa vida de ambos poetas, el mexicano y el peruano, hubiesen llevado como hidalgos de la Conquista, en el fecundo siglo XVI-. De una carta de García Díaz fechada en Berlín el 4 de diciembre de 1924, en que me acusa recibo del texto, copio estas líneas: " Lo entregué en la casa; quedaron en escribirle a usted notificándole la aceptación y fijando las condiciones, en que yo no intervengo; y he aquí que una huelga de casi dos meses, que todavía dura y que quizá no terminará, interrumpió todo trabajo y aplazó, sin duda, la contestación de la casa. Si no se resuelve aquí el conflicto las obras se editarán en España".

    No se resolvió el conflicto, ni se editaron las obras en España: la editorial me devolvió el texto, anunciando que renunciaba a publicar libros en castellano. El Vate tuvo que esperar nueve años más, antes de ver editados sus versos.

    La cuarta y quinta de su Obras Completas hubieran sido colecciones de crónicas. Podrían publicarse aún, entresacándolas de los diarios en que aparecieron, si bien ésta sería labor pacientísima y larga. París, Ciudad del Frente reuniría los artículos que escribió en Francia durante la pasada "última guerra"; el otro recogería sus impresiones de viaje.

    No recuerdo ya qué novelas cortas pensaba reunir bajo el título de El Surco estéril, ni que sketches en Mujeres y paisajes; pero sí que Almácigo hubiera sido un conjunto de nótulas y apuntes, de opiniones y comentarios, de aforismos y pensamientos sobre multitud de tópicos un semillero, un almácigo de ideas. Fue motivo de largas conversaciones entre ambos, porque yo proyectaba un libro semejante -todavía en proyecto- con el título de Espicilegio, que etimológicamente vale por "selección de espigas".

    En El reverso del periodismo se proponía recoger sus impresiones profesionales: "el periódico por dentro", si cabe decirlo así, al modo de El reverso del Music-hall, de Colette.

    En el libro siguiente quería reunir tres ensayos. El primero sobre Vasconcelos, de quien admiraba sobre todo el Prometeo vencedor y a quien afectuosamente llamaba "Maestro". Era curiosa la escala de valores que el poeta establecía en ese tratamiento. En la primera categoría, la "a" absorbía la "e", se alargaba, como en flamenco: "Maestro". Los "Maestros" eran Beethoven, Leonardo de Vinci -Lionardo, escribía él-, Rubén Darío y Díaz Mirón: para su culto de la belleza, los Demiurgos. El autor de Prometeo vencedor era "Maestro", en un plan cordial y admirativo, pero sin aquella dimensión superhumana: "Maestro", por ejemplo, era Verlaine, era Villon. En fin, para "los mayores en edad, saber y gobierno" del mundo literario a quienes debía cortesía pero no devoción, reservaba un rápido "M'stro", de sordas vocales, cuya "o" terminal sonaba casi como la "e muda" en francés. Todos los demás escritores eran simplemente "compañero" y resultaba chistoso oírle hablar del " compañero" Dante o del "compañero" Víctor Hugo.

    Junto con el Lic. Vasconcelos, hubiera figurado en ese libro el ilustre poeta y cuentista Ventura García Calderón y el eminente crítico y ensayista Gonzalo Zaldumbide, que años después, en 1932, vino a nuestro país como Ministro Plenipotenciario del Ecuador.

    Los dos libros siguientes no tenían título aún: sólo estaba enunciado el asunto. La Antología del amor pagano hubiera agrupado traducciones de los poetas latinos Catulo, Tibulo y Marcial, y de algunos sonetos de Shakespeare. En fin, el libro sobre oradores mexicanos, sin título tampoco, hubiera comprendido ensayos sobre Urueta, José María Lozano y un canónigo de Querétaro cuyo nombre no encuentro en mis notas.

    Sobra añadir que lo más de ello era mero proyecto, no ya inédito, pero ni siquiera escrito. Sin embargo, algo tenía comenzado. Varias de sus traducciones del latín me leyó. En carta del 23 de diciembre de 1924, recién llegado a México, me anunciaba en estilo telegráfico: "Casi concluida conferencia Vasconcelos". Sobre Jesús Urueta había publicado el 3 de abril de 1921 un artículo en Revista de Revistas que acaso hubiera sido el núcleo del proyectado ensayo. Y para su Almácigo tenía ya no poco material. ¿Dónde habrá encallado? -como el propio Vate diría con una de sus acostumbradas imágenes navales. Todos los papeles del poeta se han extraviado. Se cuenta que en un hotel de Veracruz dejó una maletilla con algunos, cuando regresó de Europa en 1936, pocos mese antes de morir. Verosímilmente, otros se quedaron en la casa de huéspedes donde vivió sus últimos días. Yo apenas he podido encontrar, entre amigos, algún poema de circunstancia y tres o cuatro fotografías de ocasión. Dos tengo, donativo de don Carlos Agüeros, hermano de don Ignacio, que aparece en una de ellas; ambos fueron cordiales amigos del Vate Frías, y con él -valga el pormenor biográfico- corrieron en París numerosas y alegres frascas, de ocaso a orto.

    Otra de las fotografías interesa por ser tal vez la única que dé idea del caserón donde habitó el poeta durante su última estancia en París. Tiene al reverso una indicación con lápiz, en francés, que traducida dice: "Delante del Atelior d'Avinci (sic), el sábado 16 de junio de 1934. La novelista norteamericana Grace Loan y el poeta mexicano José D. Frías con un outsider en la exhibición de perros, que ha ganado el Gran Premio Master Boots".

    En carta del 4 de junio de 1934 me describía su morada: "El Atelier Da Vinci" está a una cuadra y media de la iglesia de Montrouge. ¿Recuerda? Se baja uno en el "Metro" Alessia, y en el Impasse du Rouet (Hércules es joven a los pies de Onfalia!) número 7, atelier, en serio, de pintor, con vidrierota y todo, 9". La alusión a Hércules nace del nombre de la calle, que se traduce por "Cerrada del Torno de Hilar". El poeta vivía en la planta baja. Su imaginación embellecía y magnificaba el modestísimo taller con aquél título: "Atelier Da Vinci".

    Y ya que solamente un hito o jalón dejó al poeta: sus Versos escogidos, quede a lo menos esta constancia de cuáles hubieran sido los demás, conforme a sus ilusiones.
 
 
 

Mayo de 1942
 
 

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