Los niños de pelo cano
 
 
 
 

La leyenda del Tepozteco y, en el Popol Vuh, el mito de los gemelos Hunahpu y Xbalanqué, ofrecen análoga "secuencia temática" compuesta de: origen maravilloso de los futuros héroes; abandono de éstos, recién nacidos, entre hormigas y sobre espinas; y más tarde: caza mágica, muerte de un gigante.

    Contra la opinión de que la leyenda tlahuica está contaminada por el mito quiché puede aducirse lo que Gedeón Huet, en su interesante libro Los cuentos populares (París, Flammarion, 1923) llama "el principio fundamental de la etnografía: que el espíritu humano es esencialmente uno". Por su parte, Van Gennep, en La formación de las leyendas (París, Flammarion, 1920), dice: " Para los temas que se pasean de cabo a rabo del mundo se ha encontrado como explicación que, doquiera, el espíritu humano es idéntico a sí mismo y trabaja en las mismas direcciones sobre los datos proporcionados por la experiencia. Es la teoría de la Völkergedanke (imaginación popular) de Bastian y de sus continuadores, elaborada por los demás, no sólo para los cuentos, mitos y leyendas, sino para todos los elementos de la civilización". Van Gennep identifica con esta teoría lo que Raúl Rosieres llamó "ley de los orígenes", según la cual, "en todos los pueblos de igual capacidad mental, la imaginación procede de una misma manera y llega a veces a la creación de leyendas semejantes".

    Aunque Van Gennep considera "insuficiente" la teoría de Bastian y "muy vagos en demasía" los "principios" de Rosieres, y cree que otros factores deben tomarse en cuenta para determinar las leyes de la formación y la transmisión de las leyendas, no por eso deja de constituir aquella teoría el núcleo de la explicación antes apuntada.

    No todos los folkloristas admiten la unidad del espíritu humano como causa del parecido entre leyendas, o entre sus episodios, recogidas en lugares distintos. El profesor norteamericano de ascendencia hispánica don Aurelio M. Espinosa, en su monumental obra titulada Los cuentos populares españoles (2a edición, Madrid, Instituto Antonio Nebrija, 1947), dice que Andrew Lang, autor de Mito, ritual y religión (Nueva York, 1913), "pretende explicar las semejanzas entre los cuentos populares no porque hayan sido transmitidos de un pueblo a otro, sino por el hecho, que por cierto no ha sido comprobado, de que los pueblos primitivos piensan y obran de la misma manera, de lo cual resulta que tienen las mismas ideas y forman los mismos mitos y los mismos cuentos". Ésta es también la opinión de un americanista del siglo pasado, a quien el exceso de imaginación hizo errar a menudo: el conde Jacinto de Charencey. En su folleto de 1866 titulado Afinidad de algunas leyendas americanas con las del Mundo Antiguo", a vueltas de muchos errores acierta a decir: "La experiencia nos enseña que los usos más extraños en apariencia pueden ser sugeridos a pueblos sin contacto entre sí, a consecuencia de la analogía de su estado de civilización, de la influencia del clima, de otras causas a veces difíciles de apreciar". Pero agrega, y también está en lo cierto: "No sucede lo mismo con las leyendas". Tocante a éstas, en efecto, la teoría más extendida es la del transporte de pueblo a pueblo. Por lo demás, cualquiera de las dos explicaciones no excluye a la otra: parece razonable admitir que ciertos hechos, tales como el abandono de niños recién nacidos o ciertas ideas, como la concepción "sine concobitu", hayan tenido separadamente origen en muy diversos lugares. Tocante a esta última, sea dicho de paso, nada menos que todo un libro, publicado en 1908, llenó con referencias "Saintyves", seudónimo del librero francés Noury.

    En el caso que nos ocupa la teoría es seductora, en apariencia, tanto más cuanto que en el  Popol Vuh hay no pocos episodios que asimismo se encuentran en otras mitologías y en el folklore de varios pueblos. Mucho espacio requeriría citarlos todos: recordaremos solamente dos o tres de ellos.

    Los héroes que descienden a Xibalbá, el mundo inferior, son sometidos a prueba de las que sólo por artes mágicas o por astucia, engañando al adversario, es posible salir victorioso, tales como mantener encendidos durante toda la noche teas y cigarros, y devolverlos intactos al amanecer. En algunos de los cuentos recogidos por don Aurelio M. Espinosa -que con variantes mayores o menores se hallan en muchos países, por él citados en la copiosa bibliografía correspondiente a cada cuento-, el héroe tiene que ejecutar actos lógicamente imposibles, por ejemplo: pastorear cuarenta liebres y regresar con ellas sin que le falte una sola; separar en el curso de una noche los granos de cebada, trigo y centeno mezclados en un granero, etc.

    En el mismo libro quiché encontramos el "signo de la vida" que en muchos cuentos populares aparece también. Allí son dos cañas plantadas dentro de una casa, que se agostarán cuando los ausentes perezcan. En los cuentos suele ser una redoma con agua, que se enturbia si los ausentes están en peligro y se vuelve sangre si han muerto.

    Todavía otro ejemplo. En el Popol Vuh los esbirros encargados de ejecutar a la doncella Xquiq y de arrancarle el corazón como prueba de haber ejecutado la orden recibida, la dejan abandonada en la selva y presentan una pelota hecha con la savia llamada "sangre de drago". Análogo abandono se ve en multitud de cuentos populares, y la prueba ficticia es el corazón de algún animal.

    Cabe afirmar que no hubo transplante de esos episodios entre la región quiché y los lugares donde se encuentran lances similares, trátase de invenciones aisladas.

    En lo que atañe a la "secuencia temática" de que venimos ocupándonos, los diversos episodios de ella figuran asimismo en folklore de otros pueblos, pero no juntos y en el mismo orden, que es lo que precisamente forma la "secuencia temática". Citaremos solamente -si no, sería "el cuento de nunca acabar"- el abandono de recién nacidos sobre espinas.

    Firdusi, el gran poeta persa del siglo X, en su epopeya "Shah Naméh" o "Libro de los Reyes", de la que es héroe Rustán, refiere lo siguiente: "Sam el caballero bajó de su trono y fue a las habitaciones de las mujeres. Vio allí a un niño de rara hermosura, pero con cabeza de viejo, aunque su rostro era bermejo y hermoso. Cuando Sam vio a su hijo con cabellos blancos, maldijo su suerte y después ordenó que se llevasen al niño lejos del país. Lo abandonaron en la montaña. El niño permaneció allí un día y una noche, sin abrigo. A veces chupaba sus dedos, a veces lloraba". El Simurgh, gran ave, tenía ceca su nido, al volar, vio al niño, "que necesitaba leche y lloraba. Las espinas formaban su cuna, su nodriza era la tierra, su cuerpo estaba desnudo, vacía de leche de su boca. Dios dio a Simurgh un movimiento de piedad de manera que el ave no pensó en devorar al niño. Lo levantó de la piedra quemante. Y lo llevó hasta el nido de sus hijuelos"

    Aquí procede hacer un apartado: ése no es el único "niño de pelo cano" que las leyendas mencionan. Salomón Reinach, en el Orfeo, alude "al dios civilizador etrusco, Tagés, que había venido al mundo con el pelo blanco". Puede entenderse esto como metáfora de quienes formaron el mito, en el sentido de gran sabiduría y experiencia innatas; mas en el caso de Rustán, "el héroe de corazón de león", nuevo Hércules, pudiera tratarse de albinismo.

    La metáfora atañedera a Tagés parece aplicable también a Lao-Tsé. Para no acudir a enciclopedias o obras didácticas, citaremos un curioso libro del escritor español Enrique Gaspar (1842-1902), que fue cónsul en China. Se titula, con un neologismo extravagante, "El anacronópete" -nombre de una supuesta máquina para explorar el Tiempo-; y de él copiamos: "El día 14 del noveno mes del año 604 a. c., en la aldea de Li, estado feudal de Tsou, hoy provincia de Hu-nan, nacía con los cabellos blancos después de ochenta y un años de gestación, al decir de sus sectarios, el gran metafísico de la China, apellidado por esta circunstancia Lao-Tsé, o sea el viejo niño".

    Pero no acabaríamos jamás si continuásemos aventurándonos por caminos transversales. Volvamos a nuestro asunto.

    La precitada "secuencia temática" no es la única que en el Popol Vuh ofrece muy cercano parecido con las leyendas propias de los grupos indígenas habitantes en territorio mexicano. No ya contaminación, como en el caso de la del Tepozteco, sino transplante desde Guatemala a Yucatán hay en otra " secuencia temática" de la que son héroes los dos gemelos y que también se encuentran en la leyenda del Enano de Uxmal. No la estudiaremos aquí, pues la hemos expuesto y discutido en el Homenaje a don Francisco Gamoneda (México, Imprenta Universitaria, 1946). Comprende: origen maravilloso de los protagonistas; alejamiento de la abuela, o de la anciana que pasa por tal, mediante el ardid de agujerear el cántaro que va a llenar de agua; descubrimiento de objetos escondidos, durante la ausencia de la abuela; éxito, merced a la ayuda de animales, en las pruebas adivinatorias a que los héroes son sometidos.

    A modo de conclusión de este somero examen recordaremos el aserto de Huet: "Cuando cuentos recogidos en pueblos diferentes presentan series de aventuras semejantes, es preciso admitir que tales relatos están emparentados". Y Oscar Dähnhardt, citado por Van Gennep, asienta: "La similitud de varios temas prueba siempre, sin duda, un préstamo".

    Otros mitos del Popol Vuh plantean asimismo problemas curiosos en cuanto a las posibilidades de impregnación o a la coincidencia de la invención. Si no desplace al lector, veremos un par de ellos en un ulterior artículo.
 
 
 

Marzo de 1953
 

 


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