Magia y Bañistas
 
 
 
 

El estudio comparativo de los mitos del Popol Vuh con los de otros pueblos conduce a sorprendentes resultados. Es labor abierta a la paciencia de los investigadores, y de ella es dable esperar abundantes frutos. Claro está que no cabe en un artículo, ni en varios: más dilatada extensión requiere, pero no será superfluo presentar aquí dos o tres ejemplos, que cuando menos tendrán el aliciente del exotismo.

    Decimos esto último porque el término de comparación para algunos de los episodios lo hallamos entre los chukches, habitantes de la península siberiana que forma la costa occidental del estrecho de Behring. La fuente de referencia utilizada es un artículo de Waldemar Bohoras en American Anthropologist acerca de un libro cuyo título traducido reza así: "Materiales para el estudio del lenguaje y del folklore chukches, recogidos en el distrito de Kolima" (San Petersburgo, Academia Imperial de Ciencias, 1900).

    En un cuento chukche -que también se ha encontrado entre los esquimales-, la suegra envía a la mujer-pájaro a buscar raíces comestibles y la regaña porque regresa con raíces de césped. En el Popol Vuh la doncella Xquiq, a quien la calavera de Supremo Maestro Mago hace, por arte mágica, madre de los dos gemelos Hunahpu y Xbalamqué, se presenta ante su suegra, la cual duda de la veracidad de sus asertos y, para ponerla aprueba y averiguar si tiene poder mágico, la envía a recoger mazorca. La joven, angustiada, invoca a Chajal, "Guardián del Alimento" -"Cuidador de las sementeras", traducen Villacorta y Rodas: "que cuida de hacer crecer las siembras y de que broten los granos que sirven de alimento"-. Sin arrancar la mazorca, Xquiq llena una gran red con sus filamentos, comúnmente llamados cabellos de elote", que se convierten en mazorcas, y regresa a la casa. Como en el cuento chukche, aunque por una razón diametralmente opuesta, la anciana le riñe: "-¿De dónde te ha venido este alimento? ¿Has arruinado mis milpas, has acabado con ellas? Voy a ver, dijo la abuela, poniéndose en camino, yendo a ver sus milpas".

    Adviértase, de paso sea dicho, cómo desde antes de que nazcan los gemelos la narración acata su preeminencia, al punto de que la gruñona vieja es llamada anticipadamente "la abuela". Aunque ya tiene otros dos nietos, no se la nombra así en esta ocasión por esa causa, sino con relación a los que más tarde nacerán.

    La unidad del pensamiento humano explica la doble invención del episodio en lugares apartados. Esa explicación, mejor que la del transporte, es la que se impone para leyendas esparcidas en un área mucho mayor y cuyas raíces son más naturales aún que la universal antipatía de la suegra hacia la nuera. Por ejemplo, las que se basan en la tentación del hombre por la mujer para arrancarle secretos o para destruir su fuerza, mágica o física. Examinemos ese por menor.

    En el cuento chukche un hombre pasa a orilla de un río y ve a cinco muchachas que se bañan; son mujeres-pájaros, las cuales abandonan sus vestidos de plumas y huyen, salvo la más joven, que le incita a bañarse con ella.

    Bueno será añadir que el episodio se halla ampliamente difundido en el folklore mundial como principio del cuento denominado La hija del Diablo, del que don Aurelio M. Espinosa, en su monumental colección titulada Los cuentos populares españoles, presenta cuatro versiones seleccionadas entre ochenta y ocho recogidas en España, Portugal y los pa´ses americanos. Figura en treinta  y siete de esas versiones y asimismo en setenta y una de las doscientas treinta y dos recogidas en otras naciones europeas por la señorita Grace Knopp. A veces forma un cuento por sí solo, bajo el título de La mujer-cisne. En una versión de Groenlandia se trata de "la mujer-ganso" -hibridación en la que no parece haber ironía alguna-.

    Para la comparación con el episodio similar del Popol Vuh interesa únicamente el baño y no la doble naturaleza, humana y animal, de las bañistas. Los jefes de las tribus que sufren extorsión de los Cavek Quichés deciden que dos bellas jóvenes seduzcan a los númenes protectores de sus enemigos, lo cual les haría perder el poder sobre natural. Las jóvenes van al río donde los númenes acostumbran bañarse. "Al llegar al río comenzaron a lavar, se desnudaron las dos, hicieron ruido patullando en las piedras. Entonces aparecieron Pluvioso, Sembrador, Volcán. Legaron allá, al borde del río, un poco sorprendidos solamente al ver a las dos adolescentes que lavaban". Pero resisten a la tentación, sabedores de que si cediesen a ella perderían su fuerza mágica.

    Otra leyenda de magia y de bañistas refieren Orozco y Berra, en su Historia de Oaxaca, don José Antonio Gay. Cuéntase que Ahuizotl -según Orozco y Berra, Moctezuma Xocoyotzin- deseaba concertar paces con Cosijoeza, dándole como esposa a su hija, llamada Copo de Algodón a lo que el caudillo zapoteca se mostraba reacio, pues no conocía a la joven. Los magos de Tenochtitlán la hicieron aparecer a su vista cuando él se bañaba en los manantiales cercanos a Tehuantepec que después se llamaron Charcos de la Marquesa. Mientras Copo de algodón le enjabonaba y lavaba, concertaron ambos las condiciones de la boda; y, como señal de identificación para que los enviados de Cosijoeza la reconociesen en Tenochtitlán y no hubiese suplantación de persona, la joven le mostró a su prometido "un gracioso lunar orlado de vello" en una de las manos: tras de lo cual desapareció. Lo de llamar "gracioso" al velludo lunar es, por lo menos, exceso de cortesía, más tendría de repelente que de atractivo.

    La analogía entre esas leyendas nace, evidentemente, de que su fundamento es un hecho natural; pero tal vez procede además de un costumbre indígena, a juzgar por lo que don Juan de Villagutierre y Soto Mayor refiere en su Historia de la Conquista de la Provincia de El Itzá (Madrid, Bedmar, 1701): "Durante tres días, los itzaes enviaron mujeres al campamento de los españoles, en el Petén, a fin de tener pretexto para atacarlos si en algo se demandasen los soldados, pero les falló el ardid, pues teniendo el general la gente en armas a todas partes, fueron recibidos todos estos tres días las infieles, regaladas, compuestas, trenzadas y aderezadas por las indias naborias y molenderas del ejército, con todo el recato, honestidad y modestia convenientes al servicio de Dios. Y viendo las bárbaras el poco caso que se hacía de ellas para el efecto a que debían de ser echadas por sus honrados padres y maridos, pasaban a incitar con demostraciones torpes y provocantes, pero sacaron el mismo fruto".

    El aspecto mágico del episodio, que pudiera considerarse propio tan sólo de la mitología, revive también de manera curiosísima en una anécdota recogida por don E. R. Valdivieso en Jalapa del Marqués, lugarejo encumbrado en la sierra de Tehuantepec, y referida en la revista Crisol (México, agosto de 1930). Un mozancón llevaba desde la Milpa de Santiago un canasto destinado a recoger las ofrendas que se acostumbran colocar en los altares en la fiesta de Todos los Santos. Al llegar al río, aledaño de Jalapa del Marqués, vio en el agua a dos hermosas jóvenes que le invitaron a bañarse con ellas. Él prefirió esperarlas en la ribera, y, cuando salió la luna, encendió una fogata. Las muchachas salieron del agua, se secaron y vistieron; todavía con el pelo suelto sobre la espalda, prepararon chocolate, con marquesote y pan, que comió el mozo. Éste les pidió que le acompañasen de regreso a la Milpa, porque la noche avanzaba, al ponerse en marcha advirtió algo extraño en ellas, sobre todo que pretendían encaminarse por otro sendero distinto del que debían seguir. Un poco trastornado, y temeroso de alguna brujería, se desfajó el ceñidor, lo humedeció y amarró a las jóvenes. Ellas le rogaron que las soltase, confesándole que sólo habían pensado burlarse de él, pero no hacerle daño. Las vapuleó entonces, mientras imploraban perdón, a lo cual contestó que las pondría en libertad al romper el alba. Cuando clareó, en lugar de las dos muchachas encontró una vieja legañosa y arrugada, y un viejo octogenario, lampiño, que dijeron ser de Agua Blanca, arriba de Santa María Totolapilla, distrito de Jalapa del Marqués. El mozo, colérico al verse engañado, los mató y recuperó el húmedo ceñidor con que estaba amarrada la pareja. Volvió al sitio donde había tomado el refrigerio y vio que lo que le dieron como chocolate, pan y marquesote, era respectivamente estiércol de puerco, de vaca y de caballo.

    Hay que admitir que el mozo inventó de punta a punta el relato, incluso el doble asesinato de los viejos. Pero no deja de ser curiosa la parte mágica, así como el episodio de las bañistas tentadoras, análogo a los precitados. De tal analogía no cabe inferir transporte de la leyenda de un lugar a otro, ni siquiera contaminación indirecta. Trátase evidentemente de producciones espontáneas de la imaginación, en áreas culturales diferentes. Y en cuanto al relato del mozallón embustero, hace ver la naturalidad con que la mente primitiva inventa en nuestros días como siglos antes otros primitivos inventaron.
 
 
 

Abril de 1953
 

 


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