Autorretrato del "Vate" Frías
 
 
 
 

    No conoció fortuna propicia el "Vate" Frías durante los cuarenta y seis años escasos que vivió, y los cuatro lustros corridos desde su fallecimiento poca intensidad han agregado al pálido resplandor que aureola su nombre en nuestra historia literaria. En cierto modo, quísolo así quien escribía en octubre de 1921, en una de sus crónicas semanales, aludiendo a los bien intencionados pero impertinentes amigos que le preguntaban cuándo recogería en un volumen sus versos:

    "Si ellos supieran que hace medio año tengo en los anaqueles de la misma mesa el libro mío durmiendo como Lázaro, y esperando en vano la resurrección; si ellos supieran que el triunfo definitivo de la voluntad es sobreponerse a las solicitaciones del aplauso que otorgarán los cenáculos como los públicos; si ellos supieran que hay más orgullo en mantener ocultas las joyas que en exhibirlas... Pero, a pesar de todo, ritma un aire acorde con el que sollozan los violines del otoño este caso de la voluntad. Primero es el hombre y después el poeta. Nunca ha sido el poeta igual al hombre".

    Razones son ésas para disculparse ante sí mismo, y no deben ser tomadas al pie de la letra. En verdad, le fue adversa la suerte, y ello persiste en el hecho de quienes hemos emprendido la tarea de acopiar poemas no incluidos en su único libro y la de extraer de las colecciones de periódicos sus mejores crónicas, no hayamos podido, acaparados por más apremiantes necesidades, dar remate a esa labor amistosa.

    Al margen de tal propósito he intentado publicar varias cartas suyas. Sabida es la importancia que para el conocimiento de la personalidad íntima de un escritor tiene la lectura de su correspondencia; inclusive, puede cambiar la idea de que de él se formaba el lector de sus obras. Así no son pocas las personas que a las novelas de Flaubert prefieren sus cartas, rebosantes de espontaneidad y sinceridad en la inteligencia de que admirables son éstas y admirables aquéllas. Pero las cartas del "Vate", en general, no son publicaciones por entero; escribíalas sin cuidado, a menudo con alivio de momentáneos enojos espolvoreándolas con exabruptos, amén de salpimentarlas tal cual vez. Por añadidura, menciona sin mansedumbre a diversas personas. Forzoso es, pues, omitir párrafos y volver enigmático el texto mediante la substitución de iniciales a los nombres y el uso de puntos suspensivos entre corchetes, tan hostiles como alambres de púas. Así lo hice en otras ocasiones. Si alguno de los demás amigos del poeta ha dado a la prensa cartas de éste no ha llegado a mi conocimiento.

    El tono de su charla resuena en ellas. Las salpican citas latinas, digresiones humorísticas, hipérboles de desatado lirismo, juegos de ingenio y, más que nada, los peculiares modismos que esmaltaban su conversación. Huelga decir que no conservo todas las cartas que de él recibí, ni copia de las que le envié: nadie ignora, por experiencia propia, las muchas cartas que determinan la pérdida o destrucción de incontable cantidad de escritos de ese género. Todavía, hace pocos meses, me desprendí de un telegrama que el poeta me dirigió el 3 de enero de 1934, desde Amecameca, donde había encallado durante una frasca.

    Di ese mensaje para que sirviese de modelo del que se utilizará en una película de ambiente mexicano rodada en Francia; tal vez alcancemos a ver los espectadores de ella, el para nosotros, bien conocido rectángulo amarillo con la impresión en verde.

    El lector que haya seguido esta exposición se preguntará tal vez qué relación entre todo lo dicho y el título que lo encabeza. Tiempo es ya de aclarar que no ha de tomarse éste como alusión a una obra gráfica, aunque existe una minúscula autocaricatura del poeta, a pluma, en una carta que en enero de 1925 me remitió desde México para todos sus amigos de parís. Es una carta-caligrama, a la manera de la famosa Lettre-Océan en que el poeta francés Gillaume Apollinaire describe con sorprendente colorido la subida al cerro de Chapultepec, guiado por los relatos de su hermano Alberto, quien vivió varios años en México, donde murió en 1919. En la de Frías, llena de ocurrencias ingeniosas, letras del membrete numeradas progresivamente forma la frase "feliz Año Nuevo". Debajo se ve la caricatura, enviando un "beso para la Azteca pavorosa", esto es, para una amiga a quien el "Vate" calificaba así por su locuacidad y a la que daba aquel nombre porque ella refería que su abuelo militó en el cuerpo de voluntarios belgas al servicio de Maximiliano.

    El autorretrato a que el título se refiere es el que el poeta hizo, rasgo tras rasgo, en sus cartas. Con cuanto de su manera de ser descubre en las que poseo, bosquéjase su epopeya con mucho mayor parecido que el buscado en el Autorretrato, soneto 1913, y más aún, por supuesto, que en el Blasón fantástico de 1918. Oigámosle; de sus palabras se inferirá su personalidad.

    Previamente conviene apuntar algunos datos.

    José D. frías - él pretendía que la D., inicial de Dolores, éralo de Darío- estudió en el Seminario Conciliar de Querétaro. Tomó asimismo enseñanza musical. Llegó a México a fines de 1911, y entró en el periodismo, actividad que, junto con empleos de la Administración Pública y con puestos docentes, constituyó su modestísima fuente de ingresos.

    El diario El Universal le envió a Francia en Diciembre de 1917 como corresponsal de guerra. Regresó a México en el verano de 1919. Su segundo viaje a París duró desde noviembre de 1922 a igual mes de 1924. En el tercero desde mediados de 1927 a fines de 1929, estuvo comisionado por la Secretaría de Educación Pública para estudiar artes gráficas. En 1933 salió a luz, sin pie de imprenta, su único libro, que reúne cincuenta composiciones. Por cuarta vez, en marzo de 1934, volvió Frías a Europa, como "Traductor de tres idiomas" en nuestra legación en Francia; después quedó encargado de la propaganda turística, hasta la primavera de 1935, en que fue suprimido el puesto. Permaneció algunas semanas más en París, residió siete u ocho meses en España y regreso a México, donde falleció el 4 de junio de 1936 por fractura, en accidente, de la base del cráneo. Existencia, en suma, sin muchos ni grandes relieves, aunque en Diálogo, de 1919, se lee:
 
 

Mi vida fue el mejor de mis poemas.
 
 
    No fue así. Y la idea es de Oscar Wilde.

    Como primera pincelada del autorretrato, veamos lo que el escritor opinaba acerca de su obra. En carta fechada "el quién sabe qué día de este luminoso e insoportable mes de Abril, de MCMXXVI", al retorno de un viaje a los Estados Unidos, revelaba:

    "Un libro de Lefèvre que se llama Entretiens avec Paul Valéry, y que casualmente hallé en Nueva York, es muy interesante; en él hallará usted muchas cosas sobre la musicalidad de los versos, y para el artículo que me dijo estaba pensando sobre mí le será útil; hay muchos versos que desde primera manera, por las asonancias dentro de cada verso, por las aliteraciones, asemejan - sin jactancia, mi querido Abate- mi poesía a la de Valéry; después de haber leído lo que dice el gran poeta estoy más contento que nunca de mi famosa oscuridad, que mis chers confreres llaman rebuscamiento.

    "No he escrito casi nada; en el camino apunté algunas cosas que están esperando que las decante el tiempo; el recuerdo las creará de nuevo y como entonces ya no son fotográficas, como al ser anotadas, pues... nos acercamos a la verdadera obra de arte".

    Igual que José Juan Tablada, separaba su producción poética de la tarea periodística en que se consumía. De aquélla, por ejemplo, decía en carta desde México, sin fecha, pero que una alusión permite datar a fines de septiembre de 1925: "Aquí no se puede trabajar. Sin embargo, le mando unos versos. Voy a darles un susto próximamente con los haikais de palabra pivote, y con los otros, entre los cuales aquel maravilloso que
 

viendo a mi novia marchar
 
he comprendido cerca de Chapala, ¿recuerda?)...
 
 
¿De qué laguna
nació el tallo ondeante
de tu cintura?
 

    Bueno, yo escribo sin hacer trampas -salvo cuando omito las comillas en las citas -".

    La última frase es revelación humorística de un ardid profesional.

    Recién llegado de su segundo viaje a Europa, en la entrevista que en noviembre de 1924 le hizo un redactor de Revista de Revistas, quejábase: "El tiempo apremia, y es necesario ganar para vivir, escribiendo crónicas, entrevistas, haciendo diarismo. Odioso". Porque a regañadientes hacía todo eso, poco más tarde, en carta del 23 de diciembre, confesaba: "Cero pluma o máquina de escribir", y añadía, "No he leído hasta hoy un periódico... Pero habrá que comenzar para leerlos". Un mes después, el 27 de enero de MCMXXV, seguía la abulia: "He escrito veinte o treinta renglones desde que llegué, y crónicas infumables."

    Soñaba con libros suyos que de ensueño no pasaron. En carta fechada en París el "3 Sept MCMXetc" -se aburrió de poner letras mayúsculas hasta completar XXXIV-, hablaba del nomadismo" que nos lleva por las rutas insospechadas del Maestro Francois Villon, sobre el cuál estoy preparando el sexto o séptimo tomo de mis Obras Completas. Mejor le diré, jactanciosamente: "Opera Omnia". Sí señor, y que se llamará la serie Vidas Inejemplares. ¿Le dio enseguida, Abate, el golpe de la consonante "pivote", la S del substantivo "si o sí..." La última frase apenas requiere aclaración pronunciado aprisa, el título puede oírse: Vida sin ejemplares; el sentido cambia así a partir de la "S" final del substantivo "vidas", como si girase en torno a un eje. Juegos de éstos, en la charnela es una palabra del segundo verso, son adornos en los haikai o Hokku japoneses.

    En la precipitada entrevista, a vueltas de paradojas brillantes y de sonrientes hipérboles, declaraba: "Me he desprendido de toda vanidad humana", y agregaba: "Solo he estado, sin vanidades y sin orgullo. Es exacta mi afirmación, y justa". A ese tema se refiere en la siguiente carta:

    "París, Atelier Da Vinci, 13 Dec. MCMXXXIV.

    "Ilustre Abate, sé que traiciono mi mejor designio violando la ley que rigió existencia tan ejemplar como la de D'Israeli y que Usted practica con extraordinaria eficiencia:
 

    Dont explain (sic). Dont complain...
 

    "Podría ser el exergo de mi escudo si no hubiera yo robado el escudo del Conde de Gálvez su grandeza castellana en el 'Yo solo'.

    "Malgré ya recuerdo el desolado verso de aquella poetisa sudamericana cuyo nombre se me escapa:
 
 

Ay de aquel que fuera un día
 novio de la soledad...
 
 
para con dos motivos escribir una sinfonía Beethoveniana robándole al maestro Leonardo el segundo tema: 'e si tu sarai solo tu sarai tutto tuo'.

    "Mon cher Abate, como le decía en una carta que no se recibiría, pero que, cuando menos, no contestó, extraño acá su presencia. No tengo con quien conversar. Nunca he sido como Usted afirma en uno de sus generosos comentarios sobre mis versitos-conversador; pero, a veces, es necesario desperdiciar el pensamiento hablando, como decía el más 'hablador' de todos los poetas, el padre de Fausto palabra pivote para un haikai que escribiré al pie de mi poema al marabú de Mateo Hernández.

    "Y no hay nadie. Sí, con alguien hablo de música... pero usted sabe que mis colegas filarmónicos, como los pintores, son de una cultura sagrada, por la ignorancia que necesita: como la fe. ¡Oh, dolor!

    "Es evidente que escapo, con o sin garde rope, como dice usted por Bach y por Mozart y por Beethoven, pero..."

    El resto de la carta es una diatriba en defectuoso francés contra el pintor que habitaba encima de su taller y cuya familia movía muebles, para hacer ruido, cuando el "Vate" tocaba el piano.

    Los comentarios que, con generosidad muy suya, califica de "generosos", son dos. En el primero, publicado en El Universal el 6 de agosto de 1933, dije que vivía en plena supra realidad, deslastrado de todo lo contingente. Su "cuerda de guía" solía ser la charla con un amigo más nutrido que él con "los alimentos terrestres", título de un libro de André Gide. En el segundo comentario -éste sobre como escribió la Nativitatis Prosa; el anterior, acerca de su Versos escogidos- que apareció en el mismo diario el tres de diciembre de 1933, figuraba la indicación que era muy poco conversador. Como yo no lo soy mucho, nuestras charlas parisienses, que él echaba de menos, se componían de más silencios que palabras, gran secreto de concordia.

    El poema al marabú de Mateo Hernández -escultor español que había tallado en diorita, directamente del natural, la figura de esa extraña ave, obra adquirida por el Gobierno francés- nunca pasó de proyecto.

    Era muy suyo -lo he dicho ya- eso de imaginar un poema o un libro y hablar mucho de él, más sin llegar a darle forma, ni siquiera, tal vez, comenzarlo. Poder de la fantasía, hechizo de la ilusión, que impregnaban todo sus ser y que en la vida cotidiana traducíanse en total carencia de sentido práctico. Vaya una muestra. En carta del 18 de julio de 1943 decía:

    "¿Sería Ud. capaz de comprarme, es decir: de jugar por mi un vigésimo de todas -sí, de todas- las loterías que se hagan? Yo le mando libros de acá. Si quiere usted en cuanto reciba el primero comprará el primer vigésimo. Ya sé que no es lo mismo la de 50 que la de cien que la de doscientos o la del millón, pero lo que valgan: los volúmenes pagarán eso sobre todo estando como están carísimos. Para principiar le mando un Claudel, a ver si le gusta".

    No abrigaba el poeta la seguridad de conservar su puesto burocrático -a pesar de la nueva voluntad de su "domador", como llamaba al Dr. José Manuel Puig Casauranc, a la sazón Secretario de Relaciones Exteriores-, pues todavía los empleados al servicio del estado no se encontraban protegidos por derechos sindicales, y, de otra parte, era dable inferir su apurada situación económica de lo que en la carta del 26 de abril del mismo año, acabado de llegar por cuarta vez a parís, revelaba: "En cuanto equilibre mi budget, que desequilibraron doscientos dólares que probablemente me robaron del bolsillo del pantalón en el barco, le mandaré algún librillo".
 
    En mi respuesta le llamé "nefelibata", caminante en las nubes, puesto que a tan probalidad confiaba la mejoría de su fortuna. Y su argumento en contra fue como sigue, en carta del 3 de septiembre.

    "Lo de nefelibata -vocablo tan amado por mi maestro y tocayo Darío- y el argumento de su lógica implacable, terrible, iconoclasta, en este caso no pudo convencerme, por una razón sencillísima que Ud. va leer. El movimiento -conforme al consejo del paripatético no porque fuera discípulo de Aristóteles- creo que filósofo de Samos- se demuestra andando. Y yo, en MCMV o MCMVI, me saqué $ 2,500.00, con veinticinco centavos: el premio grande nos tocó a los empleados del telégrafo. Imagínese, mi querido Abate, que en aquella para mí ya tan lejana, como una estrella muerta cuya luz ya ni nos llega, fecha generosa, hago caso de una observación como la de su rigurosa epístola...

    ¡Oh, dolor! cero lana. Así es que no sea mala gente y hágame favor de molestarse en lo que le suplico. Vienen premios de bastante seriedad ($ 500,000.00 en Sept. y $ 200,000.00 en Nov. y creo que un vaporoso millón en Diciembre.) Le infiero esa molestia porque, a riesgo de ofender a mis amigos, no tengo seguridad de que si les encomiendo esa misioncita y aciertan, no se "claven" la mosca. En fin, ya verá Ud. lo que hace, pero yo necesito vivir por acá, si la aorta... me perdona, siquiera cinco o más años. Al final, añadía: "Qué pasa con las cartas: tardan casi un mes. Si gano, favor de escribir por avión, o cablegrafiar, naturalmente si me saco algo, para poder cantar, como Schaunard en la Bohemia:

 
 
La Banca de Francia
per me s'isvilancia......" (sic)
 
 
    Compré tres "cachitos" de un número para el sorteo de septiembre. No recuerdo cuál fuese la causa de la alusión canina en el comentario del poeta, en una de las escasas cartas que se pueden publicar in extenso:
 
    "París, fiesta de San Francisco de Asís, en el año de MCMXXXIV y en el Atelier Da Vinci.

    "Generoso Abate, J. M. González de Mendoza:

    Contesto sus dos cartas. El perrito, como usted vio: cero suerte. Yo estaba en Ginebra, la noche del sorteo. ¡Qué prodigio el lago y el paisaje! Me parece estúpido que J. J. Rousseau se (le) hayan ocurrido tantas porquerías, en sus Confesiones, en presencia de una de las más hermosas y alucinantes obras de Dios, o como quiera Ud. llamar a quien fragua en sinfonía inefable de olas, de nubes y de montes el primer peldaño para los éxtasis que no terminarán.

    "Lo del libro, realmente no era lo que yo creí. Pero verá Ud. por la crónica de Claudel -donde hay más de tres líneas que son mi firma, ¿ se acuerda?- que también lo dije al público. Ahora, claro está que una sorpresa les hará comprar el libro: iban a gastar quince y verán que pagan la mitad... ¡Qué quiere Ud., Abate!... de los errores a veces nacen verdades (y que me perdone Santo Tomás, el de Aquino aquí no toreo, v. gr., H...)

    "Yo no puedo decirle a usted nada porque su razón es de tal forma diferente de la mía, que... ¡pas moyen!... Por ejemplo: ¿Porqué compró Ud, 3 del mismo?... Yo ilogicamente, hubiera comprobado tres distintos... Bueno, c'est fini. Como Ud. le tiene mala voluntad a la teoría, no le volveré a molestar, ya compré aquí de la de Irlanda, y la francesa, y en España aquel amigo mío, que Ud. no amaba excesivamente, me comprará más billetes.

    Le mando un poemilla. Si pudiera decirme: aun las palabras se roban las ideas, como sagazmente observó usted en algunas líneas que si fuera posible me evanecerían.

    Tengo un poema, a San Francisco, pavoroso. Pero ¿dónde publicarlo?

    El que le envío lo mandé a Pepe Luis Velasco. Si lo leyó no vuelva hacerlo ahora.

    "Adiós, Abate: Les sanglots longs des violons et caetera.

    "Suyo

    "José D. Frías."

    Lo del "generoso" es -queda dicho antes- amistosa generosidad del poeta. La hipérbole que da como supuesta causa para dejar de encargarme nuevas adquisiciones de "vigésimos" tiene por origen la argumentación que le hice con pie en el más elemental cálculo de probabilidades. No recuerdo a qué se refiere "lo del libro". En cuanto a la frase "hay más de tres líneas que son mi firma" alude a una costumbre suya: sostenía, en la intimidad de la conversación con escritores, que en las crónicas bastaba poner unas cuántas líneas brillantes y que el resto, por ser trabajo mal remunerado y que al cabo de pocas horas -si aparecía en un diario- o de pocos días -si lo publicaba un seminario que hundiría en el olvido-, podía ser escrito a salga lo que saliere.

    Teoría que, por supuesto, de paradoja no pasaba, pues sus crónicas eran delicadas, leves, a modo de variaciones musicales en torno a cualquier tema. Poco decían, quizá, pero con elegancia. Así gustaban entonces tales escritores, y en esto, como en todo el decurso del tiempo trastocó valores, la mordacidad place ahora más que la alígera poesía, y ha desaparecido el cuidado por el párrafo de buena factura en que se advertía "la firma" del escritor. La alusión a las palabras y a las ideas concierne a un juicio emitido en mi comentario de 1933 sobre los Versos escogidos. La frase final de la carta es cita de un poema de Verlaine, sonora aliteración alusiva al otoño.

    El bosquejo que se viene haciendo no sería fiel si se omitiese un pormenor que muchos -muchos, porque es infinito el número de los estultos- podrían juzgar torcidamente. Ya, en citas anteriores, se habrán advertido chispazos de descontento. Más explícito fue en otras ocasiones.

    En carta del 26 de mayo de MCMXXV, tras de explicar por qué me había devuelto el Correo paquetes de libros que le envié a la casa paterna, en Querétaro, "ya que en Bucareli 57, donde vivo ahora, no estoy seguro de permanecer mucho tiempo, por largas razones", terminaba diciendo: "Adiós, Abate, no me pregunte de México nada, no sé ni quiero saber... Horrible dictu" Y el 25 de octubre de 1926 opinaba:

    "México es un problema absurdo:
 

MXCOIE
 
    "¿Quién puede establecer el equilibrio entre tres consonantes y tres vocales siendo una de las consonantes la equis fatídica?"

    Sería errado suponer que esos desahogos fuesen indicio de descantamiento era el poeta, pero dos motivos, físico el uno, moral el otro, le impedían sentirse contento en la ciudad de México, si bien encontraba a "Veracruz admirable" (8 23-XII- 1924). Era aquella cegadora luz de la altiplanicie, que unida a la acción de la multitud transtornaban el equilibrio de su organismo, le producían malestar y le hacían suspirar por las apacibles márgenes del Sena y por la palidez del cielo parisiense. En esa carta del 23 de diciembre de 1924, declaraba "El exceso de luz del Valle es molesto". Días después, el 27 de enero insistía: "Me tiene aturdido esta luz pavorosa y matinal del Valle; siento como cuando se enardece en Frontón los voceadores y gritan hasta ensordecernos, o como si anduviera a pie entre los camiones y tranvías del crucero del Centro Mercantil. ¡Atroz!..."

    A esa causa física juntábase la moral. En esa misma carta confesaba "Cuidados pequeños me molestan, casi como allá, y no logro sino fugacísimamente ver algo de ese México que allá comentábamos con admiración". Agregaba esta frase reveladora: "mi terrible misantropía tiene vastísimo campo para ejercitarse". Y acababa así: "Saludos a todos y compadezca mi absurdo en esta maravillosa mañana... ¡Ay, Abate!, navigare neces se est, escribere non est necesse..." "Bien à vous,
 

    José D. Frías
 
    "P.S.- Vea, vea, vea, vea mucho a Cézanne... Es como Bach."

    La frase latina vale por "Navegar es necesario, escribir no es necesario"; lo mismo que el consejo de ver cuadros de Cézanne, es indicio de un deseo de fuga de lo real, de mudar de horizontes, de huir de lo cotidiano. De ese anhelo es testimonio también el hecho de que fechaba sus cartas en lugares imaginarios: "Villa Lionardo", o "Atelier da Vinci" parisiense en lúgubre, glacial taller de escultor.

    Esa necesidad vital de su espíritu se externaba, sobre todo, en el amor a los viajes, en la afición al mar. Gustaba de apodarse "pirata" y llamaba "camarote" a su habitación. Al balcón de ella en el hotel Saint-Brieuc, de París, le dio, con un galicismo, categoría de "pasarela de comando". El 26 de abril de 1934 contaba de su viaje a Francia: "Tuve una travesía endiabladísima. Claro, nadie me dijo, en Veracruz, la oda de Horacio despidiendo a Virgilio:
 
 

Sic te Diva potens Cipry
Sic frates Helenae lucida sidera (Vaya versito.)
Venturomque regart Pater".
 

    Por broma, en una entrevista declaró que hubiera querido ser Presidente de la República para expedir un decreto que convirtiese a Querétaro, su amada ciudad natal, en puerto de mar. Y el 12 de diciembre de 1934, en una postal que representaba el Lago Leman, en Suiza, enmarcó la silueta de una barca velera con la siguiente frase: "Estoy, y morir en Dios".

    El mismo anhelo se reflejaba en su desdén hacia el tiempo. Solía ignorar el día en que estaba. Cartas suyas van datadas así: "Creo que 15 de enero," o bien: "26 o27 o acaso 28 de noviembre". Por juego, fechó la precipitada postal en forma extravagante: "Atelier Da Vinci. Viva la de Guadalupe. París 12 + 12 = 34+10- 20. Me abruma Euclides. "La ecuación, aritméticamente exacta (24 igual a 24", se resuelve en: 12 de diciembre de 1934, a las 10 menos 20 de la noche.

    Algunos rasgos más podrían extraerse de esas cartas, para completar el bosquejo intentado. Uno es esencial: la afición al "ritmo de la viña" que tan funesta le fue. Baste al propósito sacar dos líneas de la carta del 23-XII-1924 donde reseño su viaje de retorno. Amistad firme aunque no escandalosa con Martel (así sin la otra ele, para despistar.) Pero más lejos, al hablar de su vida en México, precisaba:

    "Menos Dionysos".

    Declaración acorde con la hecha en la Sonatina doliente en do menor, que es de 1923:
 
 

Y viví sin temores de amargura,
sin buscar porvenires neciamente.
 
    No buscó "porvenires", mas, seguro de la límpida belleza de su obra pudo augurar en la Sonata sinfónica de 1920:
 
 
Yo resucitaré a pesar de todo.
Y me perdonarán mis leves crímenes...
 
    Sería superfluo recapitular: cada párrafo transcrito da forma a una íntima modalidad del hombre y del poeta, y el conjunto constituye el autorretrato moral del "Vate" Frías.
 
 
 
Marzo de 1956
 
 
 

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