Poemas "Al Alimón" de José D. Frías
 
 
 
 

    Aunque el poeta de Versos escogidos, José D. frías, orgulloso de su soledad le cantó a menudo, no debe creerse que fuese in misántropo: su trato era agradabilísimo, y él buscaba la compañía de amigos. Inclusive en la poesía: gustábanle las colaboraciones con otro poeta, en las que cada cual a su turno componía un verso. Algunos bellos sonetos escribieron así él y su fraternal camarada don Samuel Ruiz Cabañas. Pero sobre todo le divertía hacer en esa forma poesías humorísticas, que enviaba a algún amigo distante, como testimonio de un rato de euforia. Con una imagen taurina llamaba a tales fantasías "poemas al alimón".

    A la memoria me viene, entre otros recuerdos de nuestro comercio en París durante 1923 y 24, el de varios de esos caprichos en los cuales él llevó la "voz cantante" y yo el "acompañamiento". Les dedicamos sendas composiciones al escritor don Francisco Monterde, al periodista don Gabriel Alfaro, al dibujante don Ernesto García Cabral, etc. A don Manuel Barajas, pianista y crítico musical, le enviamos un comentario "al alimón", en prosa, sobre la Sinfonía en re menor de César Franck. Pero el prototipo del género fue la felicitación al escritor don Francisco Orozco Muñoz en su onomástico, el 4 de octubre de 1923. Contaré aquí los menores, para recordar algunos rasgos característicos del inolvidable Vate Frías.

    Por aquella época el poeta y yo, vecinos de calle en el Bulevar Montparnasse, cenábamos en un pequeño restaurante casi frontero a la estación del ferrocarril de Bretaña e íbamos a tomar el café dos cuadras más lejos, al "Domo". A veces, explotando la afición del Vate por la música, conseguía hacerlo caminar 400 metros más -lo que era un éxito de persuasión, pues andar le parecía la más desagradable de las actividades-, hasta "La Closerie des Lilas "donde tocaba un quinteto. Por añadidura la cajera, hija del patrón, tenía muy buen ver. Era redondita y pelinegra, de tipo tan "Colonia de Santa María" que para nuestro uso coloquial la bautizamos Lolita. Nunca supimos cómo se llamaba. Frías supuso que estaba enamorada del violinista del quinteto y, por solidaridad artística nos abstuvimos de cortejarla. Nuestra devoción a "Lolita" fue radicalmente platónica.

    Pasábamos la velada de aquel 4 de octubre en "El cercado de las lilas", y tuvo el Vate la idea de escribir a Orozco Muñoz -el menos remoto de nuestros amigos, pues vivía en Bruselas-, una carta en verso, "al alimón". Releyendo la copia, recuerdo el júbilo de Pepe cuando se le ocurría una gracejada, una rima extravagante, un concepto ingenioso que redondeaba una estrofa. Pongo aquí el fragmento menos malo -¡cómo será el resto!...- de esa humorada, a título de muestra del género, que se caracteriza por estar escrito a la diabla y ser riquísimo en disparates:
 
 

    Te queremos enviar,
con un saludo franciscano,
gaviotas de nuestro mar
que lleven a tus cuitas
un apretón de nuestra mano,
como esas palomitas
de tarjeta postal del pueblo mexicano.
 
    Nuestra colaboración resultaba un poco heterogénea. La obra de Frías puede clasificarse como simbolista, en tanto que mis predilecciones van a la poesía que Guillaume Apollinaire llamó de "espíritu nuevo" y otros apodan "cubistas", y a los jaicáis, que José Juan Tablada introdujo en la lírica de lengua castellana con el nombre de "poemas sintéticos". Frías, no obstante, mostraba interés por esas innovaciones y escribió después bellísimos jaicáis. Los libros de Apollinaire, que le hice conocer, le interesaron, y recuerdo su alborozo cuando descubrió en El Bestiario o Cortejo de Orfeo el poemita sobre el camello:
 
 
El camello viaja sin beber
y yo bebo sin viajar.
 
    Al influjo del "espíritu nuevo", completamos el poema congratulatorio a Orozco Muñoz con estos cuatro caligramas: Se deben al Vate la idea y la "letra" de tres de ellos. Las del caligrama "cardíaco" y la realización gráfica de los cuatro, son de quien esto escribe. Menos de un trimestre después de esas humoradas, en la Nochebuena de 1923, había de componer Frías el mejor de sus poemas, la admirable Nativitatis Prosa...

    Cuando regresó a México, en octubre de 1924, comenzamos una correspondencia llena de fantasía. El tono de su charla revive en sus cartas: las salpican citas latinas, digresiones humorísticas, hipérboles de desatado lirismo, juegos de ingenio y, sobre todo, sus modismos peculiares. En enero de 1925 envió a sus amigos de París una carta- caligrama, recordando quizás la famosa Carta-Océano en donde Apollinaire, que nunca estuvo en nuestro país, describe con sorprendente verismo la subida al cerro de Chapultepec, guiado por relatos de su hermano Alberto, el cual vivió aquí varios años y aquí murió en 1919. En la de frías algunas letras del membrete, numeradas progresivamente, forma la frase "Feliz Año Nuevo". Al pie se advierte, horizontal su perfil en minúscula autocaricatura, enviando un "beso p / Azteca pavorosa".

    Esos detalles, como otros más, análogos, muestran el aspecto jovial del carácter de Frías, que tantas y tan firmes amistades le ganó. Me he atrevido a contarlos, recordando que en Francia, donde la vida literaria es tan activa, se concede a la anécdota importancia para explicar al hombre, pues revela matices de su personalidad. Los Ecos de los diarios comentan cuanto de característico ocurre en el mundo de las letras, y publican los más recientes rasgos de ingenio atribuidos a escritores célebres. Apollinaire tuvo a su cargo durante varios años en el Mercurio de Francia una sección intitulada La Vida Anecdótica, después recogida en un volumen de amenísima lectura. Con ese espíritu he referido aquí estas anécdotas sobre Frías, en cordial evocación: ayudan a conocer al poeta, conocimiento que acaso, en cierto modo, facilite la mejor interpretación de su obra.
 
 
 

Julio de 1937
 
 
 

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