¿A cuál Cetina hirió Nava?
 
 
 
 

Don Lucas de Torre y Franco-Romero fue discípulo de don Marcelino Menéndez y Pelayo y de don Francisco Rodríguez Marín, publicó diversos trabajos de erudición militar y literaria, entre ellos documentos concernientes a Góngora, y editó con notas y comentarios obras antiguas escasamente conocidas. La Real Academia de la Historia le nombró correspondiente en 1913. Era sagaz investigador y vio premiada su paciencia con importantes hallazgos, tales como el de once poesías inéditas de Gutierre de Cetina, copiadas en un manuscrito del siglo XVI que se conserva en la Biblioteca Provincial de Toledo. Las publicó, con notas, en el Boletín de la Real Academia Española, número de diciembre de 1924. 

    No le faltaba audacia en la interpretación de los documentos, al punto de que en 1914 sacó a luz un estudio intitulado "Don Diego Hurtado de Mendoza no fue el autor de la Guerra de Granada". Sostiene ahí -dicen los señores Hurtado y González Palencia en su Historia de la Literatura Española- que ese texto no es "otra cosa que la traslación en prosa de los primeros dieciocho cantos de La Austriada, de Juan Rufo, versión que supuso hecha por un tal Juan Arias. "Para probarlo, compara varios paisajes paralelos que efectivamente indican cierta relación entre las dos obras". Un año después, el hispanista Raimundo Foulché-Delbosc demostró que la realidad era diametralmente opuesta: el poema de Rufo se inspira en el trabajo histórico de Don Diego y en otras relaciones.

   De gemela erudición y audacia imaginativa dio pruebas en su estudio intitulado Algunas notas para la biografía de Gutierre de Cetina; ocupa veinte páginas en el citado Boletín, número de octubre de 1924. Su aportación no está constituida por nuevos documentos, sino por la hábil interpretación de algunos ya conocidos, de versos del poeta o de coetáneos suyos, así como diferentes pormenores con sagacidad espigados. De ellos infiere que el Gutierre de Cetina acuchillado en Puebla por Hernando de Nava, en la noche del 1° de abril de 1554, era un homónimo del autor del madrigal famosísimo. Resumiremos sus argumentos.

    Francisco Pacheco, en la nota biográfica incluida en su Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones -primera fuente de información acerca de Cetina-, dice que vino a la Nueva España, y añade: "En este tiempo de su felice quietud la envidiosa muerte le aguardó en México”. Don Lucas de Torre, tras de recordar cómo fue herido el poeta, se pregunta: "¿Es posible que ninguno de sus contemporáneos supiese tan desdichada muerte?" No hace referencia a ella Gonzalo Argote de Molina, que en 1575 le menciona como fallecido prematuramente; ni Fernando de Herrera, cuando le alaba en sus "Anotaciones a las obras de Garcilaso" (1580); tampoco -aunque estuvo en México- Juan de la Cueva, que le cita con elogio en su Viaje de Sannio (1585). Solamente Juan de Vadillo, en el soneto A la muerte de Cetina, exclama: "¡Cómo podías morir sino de amores!" Esto, sea dicho de paso, parece indicar que Vadillo suponía relaciones de esa índole entre Cetina y Doña Leonor de Osma, pues sería forzado el decir -aunque sea en verso, receptáculo apropiado para toda exageración- que murió de amores, si el sonetista aludía a los de Francisco de Peralta como causa ocasional de la muerte de su amigo.

    Segundo argumento: las composiciones poéticas que Cetina cruzó con Baltasar del Alcázar no pueden ser anteriores a la época en que éste fue militar. El poeta de la Cena jocosa nació en 1530. Peleó contra los franceses, y ello hubo de suceder después de 1552, año en que Enrique II rompió las hostilidades contra Carlos V; duraron hasta 1555. Sábese que Alcázar estaba en Sevilla en 1551 y allí reaparece en 1563; durante esos doce años se supone que sirvió a las órdenes del intrépido almirante don Alvaro de Bazán. En la epístola "Mil veces he pensado en escribiros" que Alcázar envió a Cetina hay alusiones que obligan a suponerla escrita después de 1563, cuando residió en la villa de los Molares, de la que el duque de Alcalá, señor feudal de ella, le nombró alcalde.

    Como en la Paradoja en alabanza de los cuernos se hace referencia al marqués del Valle (de Oaxaca), se creía escrita antes de 1547, en que falleció Hernán Cortés, primero de ese título. Pero de algunas frases de tal ensayo humorístico se infiere que fue escrito en Madrid y estando en ella la corte, o sea con posterioridad a 1551 en que allí se trasladó desde Valladolid; Martín Cortés era entonces el Marqués. Y aquí viene el tercer argumento: "Es curioso que no hayan quedado rastros de ninguno de los dos viajes que tuvo que hacer a México el Gutierre de Cetina hijo de Beltrán, de ser él el poeta. Éste, en la citada Paradoja, parece indicar que no había estado en América" "Y aun en algunas partes de nuestras Indias occidentales me dicen que los usan los indios".

    Otro argumento, y de gran peso: e el poema que lleva por título Epístola y enfados de Cetina, que el propio don Lucas de Torre dio a conocer en 1924, menciona el poeta la acción de armas de Lanjarón, acaecida en 1569 durante la guerra contra los moriscos de Granada.

    Varias consideraciones de menor cuantía apoyan las anteriores y todas ellas conducen al crítico a escribir: "Para nosotros el poeta Gutierre de Cetina, el que siguió en España a la Corte en sus andanzas y se enamoró de una de sus damas, el amigo de poetas y magnates, el adorador rendido y casi, casi correspondido de la condesa Laura Gonzaga, el que se vanagloriaba ante el ilustre don Diego Hurtado de Mendoza de la abundancia de su casa, no puede ser en modo alguno el Gutierre de Cetina que aparece en los documentos publicados por los señores Hazañas y Rodríguez Marín, y cuyos padres, según consta por sus respectivos testamentos, sólo poseían, a más de una cuarta parte de la casa en que vivían, unos miles de maravedís, cuyo total, reducido a nuestra actual moneda, asciende a poco más de unas tres mil pesetas". Suma que (1954) venía a ser algo así como unos ochocientos ochenta y cinco de nuestros pesos sin peso.

    Sería absurdo rechazar a priori tales razonamientos. Ante todo hay que recordar que la homonimia es posible. Don Joaquín Hazañas y La Rúa, en su obra acerca de Cetina, publica algunos pormenores relativos a homónimos de éste. Y don Narciso Alonso Cortés, en sus Datos para la biografía de Gutierre de Cetina, insertos en el susodicho Boletín, número de Enero-Abril de 1952, menciona, aparte el abuelo del poeta, a un Gutierre de Cetina en 1465, a otro que vivía en 1532, a otro que hacia 1575 residía en Puerto Real, a un canónigo de Alcalá y al Vicario eclesiástico de Madrid en el tercer lustro del siglo XVII. Justo es añadir que, salvo el primero, de quién sólo se sabe que en aquél año el duque de Alburquerque le hizo traspaso de 15, 000 maravedíes juro de heredad, todos los demás fueron parientes del poeta o parecen pertenecer a ramas desprendidas del tronco de su familia.

    Asimismo se ha de recordar que en varias ocasiones se ha confundido al poeta con homónimos suyos. Don Juan Moreno de Guerra sostuvo que era el Gutierre de Cetina residente en Puerto Real, fallecido en 1604 y del que, dice don Francisco A. de Icaza, "no se sabe hiciera un solo verso". Sin prestar atención a la cronología, como en ese caso, también llegó a creerse que el poeta era el mismo doctor Gutierre de Cetina, Vicario eclesiástico de Madrid, que en 1613 aprobó las Novelas Ejemplares de Cervantes, en 1614 su Viaje del Parnaso y en 1615 la segunda parte del Quijote. Ese homónimo era segundo sobrino suyo, como hijo de un primo hermano, Melchor Díaz de Toledo y Cetina, hijo, a su vez, de una hermana de Beltrán de Cetina, padre del poeta, llamada Constanza. Tales confusiones llegan hasta nuestros días, pues en cierta enciclopedia impresa en español pero editada en Londres se lee que el poeta abrazó el estado eclesiástico, se doctoró en Teología y fijó luego su residencia en Madrid, de una de cuyas parroquias fue teniente cura, datos que corresponden al susodicho sobrino segundo.

    Antes de examinar las razones de don Lucas de Torre y las aducidas en contra -examen que será forzoso posponer- ha de indicarse la circunstancia sorprendente de que no se conoce autógrafo alguno del poeta, ni siquiera su firma. No figura ésta en el proceso descubierto por Rodríguez Marín, pues ese voluminoso legajo es un traslado del original, hecho en 1568 a petición de Hernando de Nava. Sorprendente es también que en el proceso nada revele ser Gutierre de Cetina persona de calidad. Sobre todo, desconcierta que no haya quedado en algún archivo mención concerniente a su muerte y sepultura, salvo la alusión de Gonzalo Galeoto en la solicitud de indulto cursada en junio de 1557, donde le cita así: "Gutierre de Cetina, difunto". Recuérdese que tampoco, más de sesenta años después, quedó rastro documental de que muriese en México otro gran escritor: Mateo Alemán. Pero a este respecto ha de tenerse en cuenta que, para sus coetáneos en la Nueva España, Gutierre de Cetina era tan sólo un antiguo militar, como tantos otros que aquí vinieron, que había servido en Italia y en Flandes, como muchos más, y que, como infinidad de ellos, frecuentaba el comercio de las Musas durante sus ocios. ¿Qué podían pesar sus andanzas marciales en el concepto de los conquistadores supervivientes? Y al poeta, que no había publicado libro alguno. ¿Qué importancia habría de concedérsele, sino la de ser uno más en la ciudad de México, donde pocos lustros después González de Eslava había de afirmar: "Hay más poetas que estiércol?" Apenas si el hecho de ser sobrino del procurador General de la Nueva España pudo quizás valerle alguna consideración por parte de quienes, como suele decirse, adoran al santo por la peana.
 
 

    Abril de 1954

 
 


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