[MISCELÁNEA]
La educación pública y la conciencia juvenil

Para remediar un mal hay primero que reconocerlo sin acudir a arbitrios de falso patriotismo que al fin y al cabo son tan ineficaces e irrisorios como el proverbial manejo del avestruz.

    Por ello son tan plausibles y patrióticas, en primer lugar, las declaraciones del señor Presidente de la República sobre la deficiencia de nuestras escuelas y en segundo lugar la franca admisión de estos defectos y el inmediato y vehemente propósito de remediarlos, manifestado en actos por el Secretario de Educación.

    Han pasado afortunadamente los tiempos, no muy lejanos, en que los actos del Gobierno parecían imponerse con alardes de infalibilidad.

    Hoy cuando el Primer Magistrado da el ejemplo reconociendo honradamente el mal que existe, es secundado en tan acertada conducta por el titular del ramo educativo.

    En efecto, el licenciado Véjar Vázquez declarando, en uno de sus constructivos mensajes, que hará por transformar en realidad el pensamiento del Sr. Presidente sobre la solución requerida por el problema educativo, inicia propósitos y sugiere arbitrios que nos parecen tan adecuados como trascendentales.

    Como idóneo recurso para formar la conciencia de los jóvenes, el Secretario de Educación recomienda las virtudes "que al través del tiempo han servido para producir hombres creadores y patrias respetadas".

    Por ser básicas y cardinales dichas virtudes deben enumerarse y después veremos cómo la negligencia en practicarlas es causa de los más deplorables defectos de nuestro pueblo...

    Esas virtudes cardinales son: la lealtad en los tratos, la tenacidad en el esfuerzo, la claridad en el pensamiento, la limpieza en las costumbres, la puntualidad en el cumplimiento del deber y como fundamento de todo el AMOR que torna amable la obligación y hace del sacrificio mismo, un ejercicio de gloria.

    Aunque todas las virtudes mencionadas sean capitales para nuestro medio social hemos subrayado las que nos parecen de mayor urgencia.

    La lealtad en los tratos es algo que desgraciadamente falta en nuestras mutuas relaciones y cuya ausencia se extrema a medida que se desciende en el nivel social y los principios educativos van amenguándose.

    Dentro de esa deslealtad entran hábitos considerados de poca importancia, pero que en realidad son graves vicios, como el prometer y no cumplir, o el asegurar dando por hecho lo que es dudoso y en muchos casos imposible...

    La tenacidad en el esfuerzo nos falta también y es una palmaria evidencia de la falta de carácter, de la firmeza moral que en medio de la presente crisis el Secretario de Educación ve ahogado [sic] por la incertidumbre con otros principios morales que parecían inconmovibles...

    La claridad en el pensamiento se nos antoja más bien producto de los métodos y disciplinas educativos, y en cuanto a la puntualidad en el cumplimiento del deber nos aparece como el máximo resultado del carácter.

    Llegamos a la última de las virtudes preconizadas por el jefe de la educación -la limpieza en las costumbres.

    Considerada ligeramente esta virtud puede parecer nimia y secundaria; pero, qué abismos revela su desprecio o su descuido tan solo!..

    Mientras esto escribo pasa bajo mi ventana un cortejo conmovedor, patético... En torno de un pequeño ataúd pintado de azul y colmado de flores campestres avanza el escaso grupo de dolientes...

    Es un "angelito", el cadáver de una tierna criatura que hace apenas unos días rebozaba salud. Pero con criminal descuido los padres ignorantes lo dejaron rastrear por el suelo y llevarse a la boca las cáscaras que encontraba...! Así sucumbe un consternador por ciento infantil...

    Otra muchedumbre de niños enferma  de catarros, es tratada no con medicinas, sino con repugnantes brujerías y la bronconeumonía que hubieran vencido dos o tres inyecciones de medicamentos casi heroicos, se lleva al "angelito" untado de sucios menjurjes... dentro de su cajita azul llena de flores...

    ¿Pero qué más? La limpieza en las costumbres acabaría con el pediculus capitis, el hórrido piojo, cuyo solo nombre es nauseabundo y que a pesar de su pequeñez es el mayor enemigo de nuestro pueblo... enemigo mortal, puesto que propaga el terrible, el devastador tifo exantemático!...

    Por ello entre todas las constructivas virtudes preconizadas por nuestro Secretario de Educación para formar la conciencia de los educandos, consideramos suprema la limpieza en las costumbres.

    Porque primero es ser, y luego la manera de ser!

                                                                                                           José Juan Tablada.

Excélsior, año XXVII, tomo I (9430), 17 feb. 1943, 1ª secc.: 4, 12.
 

 


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