MÉXICO DE DÍA Y DE NOCHE
[Las luces del "Batavia".- Palomas de Venus y gallos de oro.- Planos azules.- Oro volador.- O huelga o turismo]

Con el artículo "Las luces del Batavia" inaugura José Juan Tablada una de sus colaboraciones regulares, bajo el título de "México de Día y de Noche", y nos advierte que esa división, diurna y nocturna, no se refiere tanto a la giración solar como a los aspectos constructivos y luminosos o sombríos y negativos que la vida mexicana vaya revelando.

Flotaba sobre ese asunto del Batavia, un algo turbio y misterioso,
un elemento superior a todo lo que nuestros pobres cerebros podían
imaginar. PMO
Las luces del "Batavia"

¡Batavia! ¡Batavia! ¡Batavia! ¡Turismo! Turismo! ¡Turismo! De estos gritos, el primero estuvo resonando, según Mac Orlan, en el barrio de las prostitutas de Marsella y al fin murió defraudando cruelmente a matronas, pupilas, chulos, pepenches, pianistas y cuantas criaturas viven directa o indirectamente de la profesión más antigua del mundo.

    El segundo clamor resuena todavía galvanizando las ambiciones más o menos legítimas de los habitantes de Tenochtitlán y sus contornos...

    Hoy, quien osara ir a Marsella y en alguno de esos salones perfumados y rococós, el "Cytheria" o la Casa de Alina, pronunciara el nombre "Batavia", desataría la rabia histérica de las chicas pintadas y oxigenadas y quizás el traidor golpe del bilboquet o la puñalada "de niño envuelto" del oblicuo souteneur...

    Pues nada indigna tanto a los seres empecatados y satánicos como el recuerdo de haberse un día asemejado a los ángeles por la inocencia y el candor...

    ¿Provocará en los vecinos de México igual reacción la palabra "turismo", pronunciada por algún incauto al correr de los días?

    No profeticemos y permitamos mejor que las luces del "Batavia" iluminen las imaginaciones de nuestros pobres cerebros...

Palomas de Venus y gallos de oro

    En todos los columbarios marselleses las palomas de Venus hinchaban los buches tornasoles y desplegaban las colas sobre las opulencias calipigias. Pero arrullos y zureos no tenían por causa el ansia erótica, sino la pura y destarada ambición metálica...

    En todo el mare nostrum, sobre el Adriático lázuli y esmeralda, es el de Marsella el máximo muro cerámico...

    Cotízase sobre él, en cifras generosas, la arcilla ideal, la carne femenina, gala o exótica...

    De "Casco de oro" a "Lucía la tonkinesa" se valúan los encantos como acciones del stock exchange y por venderlos van a vararse las sirenas de Odiseo a las "Casas de número grande", y por comprarlo, los tritones saltan a tierra vistiendo el "tuxedo" de los simples mortales...

    Una noche de sábado, monsieur Cópula y su primo Titino llegaron al hall de "La Florencia", y acallando al acordeón del tripudio, arrojaron sobre las almas de paja -por ligeras, doradas e inflamables- las primeras chispas del conflagrador incendio:

    -Oh, mis hermanas y hermanos, almas en perfecto estado de pureza, puesto que a cada instante os vaciáis de pecados. Hombres güiros con tatuajes como murales de  Diegorozco, mujeres sonoras como matracas y marimbas, de todos vosotros, ¡oh, "jijos de Agustín Lara"! se hizo la chica y magnífica es la suerte. Oíd la buena nueva con frufrú de billete bancario antes de volverse chicharrón y retintín de oro gringo. Romped vuestras alcancías y regalad a las mujeres honradas vuestros vestidos de "hacer sala"...

    Hace un mes que esperamos un paquebote gigantesco, por nombre "Batavia", el más grande de una nueva compañía, alemán según parece, que retorna del Extremo Oriente atestado de millonarios hamburgueses hasta el fondo de las bodegas. Millonarios que pasaron años en "El país sin mujeres", millonarios reteganosos y archisobrados que van a caer sobre todas la casas de Marsella como pájaros de oro. Y gritando frenético con los brazos en alto, el mensajero repitió:

    -¡Sí, sí, como gallos de oro!

Planos azules

    Desde el cielo marino, constelado de anuncios luminosos hasta las obscuras y torcidas callejuelas del Puerto Viejo, entre el chasquido de los besos meretricios, una sola palabra caía de los labios sonámbulos o ascendía a lo alto, al suspirar las prostitutas ferviente voto de castidad: ¡Batavia! ¡Batavia! ¡Batavia!

    Glinka o Chopin no hubieran confiado al claro de luna devaneos más románticos ni más hondos arrepentimientos...

    Espiritual ya que no físicamente, en todas las mozas retoñaban las doncellías con fuerza de siempre viva.

    El llanto de arrepentimiento arrastraba al maquillaje como turbio río el cadáver de un asesinado.

    La rubia Marcela, "nalgas de ángel", gritaba su regeneración: Merced al oro del "Batavia" viviría en una casita de campo con sus niños y su abuelita...

    -Y yo -declaraba Ninón, "patas al aire"- Pondré mi estanquillo en un suburbio parisién...

    Y así, hasta la cárdena madrugada en los grandes burdeles silenciosos y vacíos, las pobres pecadoras extendían los planos azules de sus vidas futuras, blancas y serenas...

    La vida comenzaría mañana...

Oro volador

    Souteneurs, pepenches, pianistas y chulapones edificaban semejantes moradas sobre el oro del "Batavia"...

    Otra vez sobre el estiércol del oro rebrotaban las azucenas:

    -Seré honrado -declaraba un apache filósofo extendiéndose las "persianas" de cabello sobre las sienes-. Me permitiré serlo, porque ser honrado es un lujo como tener Rolls-Royce...

    Y si los ensueños se nublaban o desfallecían las conversaciones, las luces del "Batavia" volvían a abrillantarlas y a reanimarlas al oír a Gavroche que irrumpía gritando:

    -Todo el Bal Musette de Florián se echó a la calle para ver en el horizonte los fuegos del "Batavia"!

    Atracará a fin de semana, quizás mañana mismo.

    -Ya ese no verá al "Batavia" -fue la única oración fúnebre de Luciano el Corso, a quien se encontraron muerto con un kris malayo entre las espaldas...

    -Ya di todos mis ahorros al almacén de la Cannebiere por el traje de terciopelo y alencon, modelo paquím. El saldo lo daré al llegar el "Batavia"...

    -Nos cansaremos de ganar dinero -decían los tritones ventrudos, y declaraban las sirenas: seremos buenas y nos casaremos con nuestro hombre, el único, el eterno novio!

    Pasaron días, semanas, meses, esperando al "Batavia", y la decepción y el desencanto llenaron de salmuera las bocas amargadas, encendieron relámpagos en los ojos viriles, mientras las diestras iban al rayo preso en puñales o revólveres...

    Lucía y Adela echábanse mutuamente la culpa de la falsa alarma, y en mitad del tango Clichy Batignolles dos hembras del "Florencia" escupíanse, arañábanse y rodaban aullando sobre el parquet...

    Todavía en el umbral de una taberna, un moribundo congestionado, abrió los ojos y alcanzó a pronunciar: "Ta...tavia"...

    -¿Lo veis? Es un marinero del "Batavia", que iba a revelarnos algo... ¡suerte perra!

    Pero no... era un marinero español de Azaña y en el puño crispado se le encontró una carta dirigida a su querida, una tal Octavia...

    Días más tarde llegó de altamar el alarido de una ronca sirena... Todas los balcones de los prostíbulos se llenaron de mujeres desnudas y espectantes...

    Hasta que un soplo de simún africano apagó para siempre el esplendor de una ilusión magnífica, las falaces luces del "Batavia" y el último mechero de gas de la triste noche marsellesa...

O huelga o turismo

    Aquí llegaba la plática cuando un individuo que nada ha hecho para merecer el nombre de patriota, pero que por simulador y gritón es prototipo del patriotero, exclamó airado:

    -Yo no sé a qué viene unir el falaz nombre de "Batavia" con el del turismo. Creo que son cosas diferentes.

    Otro de los contertulios, sin duda patriota y clarividente, miró de arriba a abajo el patriotero, y con disgusto rayado en "desdén", observó:

    -En efecto, hay entre ambas cosas una diferencia esencial.

    Sí el "Batavia" no llegó jamás a Marsella fue, quizás, porque su capitán, el destino, no creyó decente convertirlo en cornucopia para los hampones de Marsella. En tanto que si el turismo -supongamos que sea otro bajel- no llega a colmar los deseos de quienes lo esperamos, podría muy bien ser porque, sin darnos cuenta, hemos dejado que se azolven los canales y que se apaguen faros y boyas en nuestros puertos de entrada.

    Esto es sólo una hipótesis dentro de una hipérbole, de manera que no haga usted caso...

    Pero medite que una férrea disyuntiva se impone: o huelgas o turismo...

                                                                                                               José Juan Tablada.

Excélsior, año XX, tomo IV (7060), 13 ago. 1936, 1ª secc.: 5, 10.
 
 
 


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