[MISCELÁNEA]
El futbol perulero

En el Perú parecen creer que los campeonatos deportivos se ganan a cuartelazos...

    Tal parece a juzgar por le último encuentro internacional de futbol celebrado en Lima entre el equipo de Uruguay, que fue el vencedor, naturalmente, y el equipo de Arequipa, que nada equipa, por lo visto.

    Cuando en esa memorable jornada, San Bartolomé del globo pedestre, el presidente de la federación futbolística entregó la copa trofeo a los triunfadores uruguayos, los peruanos, incapaces de patear deportivamente, comenzaron a dar patadas de ahogado que en futbol no cuentan, y armose la pelotera...

    Las tropas, de cuya ejemplar disciplina puede juzgarse por esta peregrina reacción, comenzaron a protestar con el patriotismo ardiente de un rebaño de llamas y la susceptibilidad de las vicuñas que no se dejan tomar el pelo por ninguna mano extranjera, así sea uruguaya...

    Un soldado desde los tendidos brincó al estadio; la policía trató de detenerlo, los demás soldados movilizáronse para sostener al compañero y lo que sería una competencia deportiva y civilizadora, trocose en pedrea, balacera, cena de negros, isla de San Balandrán...

    Cundió la batalla a todo el recinto ciudadano, riñeron soldados y civiles, marinos y anfibios; la sangre derramada salpicó al Capitolio mismo; cinco cadáveres quedaron sobre el campo y en los hospitales muchos heridos...

    ¡Tal es el pavoroso score de las competencias deportivas en Lima, capital del Perú!

    Este "suceso didáctico" es, como se ve, negativo y enseña lo que no debe hacerse. Muestra también, y allí nos duele, que las plazas de toros, y creo sin estar cierto que Lima comparte con México el honor único en el continente de tener plazas de "maestranza", algo así como universidades de carnicerías, son almácigos de salvajismo y pésimas escuelas preparatorias para los deportes civilizados.

    Llenad un estadio mexicano con un público exclusivamente taurófilo y resultará la San Bartolomé limeña, el futbol perulero en que un clan paleolítico confunde la pelota con un huevo de dinosauro y riñe por él con la patriotería troglodita que es el patriotismo de la edad de piedra sin labrar...

    Hacer símbolo patriótico, paladión de la pelota pedestre, de los pies pelotaris o del estoque del matancero taurino, es cosa no de indios  -¡por Netzahualcóyotl y Manco Capac!-, sino de los gorilas que hay quienes aceptan por sus antecesores, cosa que a mí no me sucede...

    Pero no, ni los taurófilos aztecas llegaron a batir en oscuras y remotas centurias, el record que los peruanos ofrecen donairosos hoy al iluminado siglo XX...

    No, ni en los tiempos en que Rebujina personificaba a la Madre Patria y Ponciano Díaz  a México, quedaron cadáveres sobre el campo como los que dejó la epopeya limeña.

    Loemos, pues, a los dioses de los deportes y a los númenes del pentatlón por habernos hecho surgir ya de esos limbos en cuyas tinieblas el espíritu patrio se delega en un matancero de reses y el propio corazón de la patria en una pelota que a patadas llega a la meta victoriosa!

    En cuanto a esos soldados que parodiaron la ofensiva de Hindenburg  haciendo campo de Agramante  de un inocente estadio deportivo, llevan lo grotesco hasta el pináculo de lo monstruoso. Ese soldado es el "soldado desconocido" ¡tan desconocido que se desconoce a sí mismo!

    La San Bartolomé limeña es una catástrofe de desorganización deportiva, soldadesca, cívica, que proclama con siniestros baladros la necesidad de la organización. Eso es lo que enseña a quienes como nosotros los mexicanos estamos por fin convencidos de la urgencia de la organización.

    En los últimos años se ha organizado nuestro ejército ejemplarmente según opiniones competentes; se organizan las finanzas aun a costa de dolorosa cirugía hacendaria y una prueba de la perentoria urgencia de esas organizaciones es esa irritante proposición de compra de la Baja California en que un senador de esta República se convierte en realtor ínfimo y crudamente mercantil pretendiendo llevar al mercado la integridad de una patria...

    Proyecto repugnante que Dios sabe lo que recele y que refrenda la justa y patriótica alarma del secretario y general Almazán, tras de observar sobre el terreno las deficiencias y peligrosas condiciones de esa parte de nuestro territorio, codiciado por los motivos aparentes expuestos por el senador Ashurst y por otros cuya sombría viscosidad se adivina...

    En ese movimiento de organización urgente que al fin parece imponerse a nuestra vida, los deportes, los constructivos y verdaderos que son los colectivos, tienen una gran importancia porque crean y desarrollan "la conciencia de grupo", indispensable de todo punto en pueblos como el nuestro donde quien no es ácrata, es anarquista, espiritualmente...

    Los deportes son escuelas de organización, cuya norma esencial es el team work, trabajo en cuadrilla, acción en conjunto, de unidades solidarias.

    Por conquistar esas virtudes eminentemente sociales hemos derramado pactolos de riqueza y torrentes de sangre, para obtener por la revolución lo que la falta de organización nos arrebatara de las manos...

    Ése es el esoterismo del deporte, su espíritu mismo, y sin él el culto externo sólo produce idolatrías y fanatismos como en el grotesco caso de Lima.

    En más altas regiones, la desorganización que esas mínimas tragedias revelan es la catástrofe o al menos su pródromo.

                                                                                                                  José Juan Tablada.

Nueva York, enero, 1931.

Excélsior, año XV, tomo LVIII (5201), 24 ene. 1931, 1ª secc.: 3.

 


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