MÉXICO DE DÍA Y DE NOCHE
[¡Pobrecitos rateros!- Robando a los pobres.- Sabios y gorilas.- El mundo de cabeza]

¡Pobrecitos rateros!

A la vez sentimental y materialista, magnánimo en su intención y desastroso en sus efectos, prepondera cierto concepto paradójico y ultramoderno, según el cual, criminales y delincuentes son productos negativos de la sociedad en que viven... En principio, tal criterio es cierto; en la mayoría de los casos, los delitos contra la propiedad, sobre todo, son reacciones contra un sistema económico arbitrario y deficiente.

    Pero de admitir teóricamente ese fenómeno o considerarlo como algo fatal e irremediable y a tratar a sus agentes con lenidad y aun con paternal benevolencia, media un abismo, en cuya honda negrura están despeñándose la seguridad pública y la tranquilidad de los habitantes de campos y ciudades...

Robando a los pobres

    Ningún pueblo del orbe ha alcanzado todavía el apetecido ideal de una equitativa repartición de la riqueza; en todos, la desigualdad económica prevalece, pero estamos por decir que en muy pocos las reacciones violentas contra esa desigualdad alcanza las alarmantes proporciones que registran entre nosotros.

    Concretándonos a la capital, delitos y crímenes van  en progresión alarmante. Excélsior, en reciente número, estampa interminable lista de robos registrados en un sólo día y hace notar que las víctimas fueron todas proletarios de condición humildísima y a veces miserable. Si los ladrones son benévolamente considerados como "productos sociales", sus víctimas, que también sufren por la desigualdad económica, ¿no merecen acaso protección y garantías?

    ¿O es quizás más meritorio reaccionar con criminal violencia contra ese desequilibrio económico, que procurar atenuarlo por medio de un trabajo honrado?

Sabios y gorilas

    Al descarriado concepto de delincuente "producto social" únese el más sentimental aún del "delincuente enfermo".

    En todas las naciones del mundo existe, por causas sumamente complejas, la desigualdad económica; en todas ellas hay también reacciones violentas delictuosas y criminales; pero en todas, sin exepción, admitiendo o no la teoría del "producto social", hay también sanciones y establecimientos penales para proteger a la parte sana y constructiva de la sociedad contra quienes, más que "productos sociales", deberían llamarse "productos antisociales"...

    El escandaloso y abominable asesinato del ilustre doctor Ruiz Esparza es el pavoroso ejemplo de lo que está sucediendo.

    Un ciudadano de gran intelecto y corazón, útil a la sociedad, providencia de los desamparados, sucumbe al brutal ataque de los enemigos de la sociedad...

    ¿Vamos a cambiar a los hombres ilustres, sabios y benéficos, por los gorilas, que ni económicamente significan nada, puesto que rehuyen todo trabajo para ejercitar sólo vicios y crímenes?

El mundo de cabeza

    Sobre el malhechor "producto social" o producto patológico, aventuremos dos ejemplos que, prosaicos quizás, ilustran el punto a debate...

    ¿Hay acaso un "producto social" más genuino que el pediculus capitis,  el demócrata piojo, cuyo simple nombre repugna escribir?

    ¿Y acaso sólo porque es "producto social" y aun eminentemente social en sus hábitos, vamos a considerarlo con lástima, a concederle franca ciudadanía y a recomendar al muy eficaz y benemérito Departamento de Salubridad, que sea benévolo y piadoso con el terrible vehículo del tifo exantemático?

    Tuberculosos, sifilíticos, leprosos, son también enfermos y no de discutibles psicosis, sino de terribles, virulentos y contagiosos males...

    Aplicándoles esa filosofía del "producto social", que como quiere aplicarse no es la verdad, sino la mitad de la verdad, más peligrosa que total ignorancia, no los curemos ni recluyamos, que al fin y al cabo los desventurados no hacen más que reaccionar contra la salud que, como la riqueza, está todavía muy mal distribuida sobre este mundo parado de cabeza!

                                                                                                               José Juan Tablada.

Excélsior, año XX, tomo II (7259), 2 mar. 1937, 1ª secc.: 5.

 
 


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