MÉXICO DE DÍA Y DE NOCHE
[Nocturno del caballo blanco.- Zapata y Muñoz Cota.- Lo que no fue Zapata.- Guerra santa]

Nocturno del caballo blanco

Noches pasadas, gentilmente invitado por el poeta José Muñoz Cota,  tuve el placer de oír sus versos a Emiliano Zapata,  leídos por Julieta Palavicini, la recitadora de cálida y bien timbrada voz, de gestos sobrios y armoniosos, de distinguida y cautivadora prestancia...

    Una mujer así, inteligente, sensitiva y bella, es casi una musa al realzar con todos esos prestigios, la obra de un poeta.

    Hubo instantes en que con tal intérprete, los versos nos parecieron agrestes flores soportadas por precioso búcaro de elegante línea y rara belleza...

    Así, después de la velada, asociando su gracia rústica a la dulce voz femenina, algunos versos quedaron temblando en la memoria:

que el galope de su cuaco
un fuerte viento arrebata
y el campo verde se lleva
en sus espuelas de plata...
    Leyóse también el prólogo a los corridos de Muñoz Cota, escrito por una autoridad en la materia: Francisco Castillo Nájera.

    Esa autoridad del prologuista confiere especial valor a los francos elogios que le tributa al poeta: "El autor empapado en la técnica conoce los secretos y los menores detalles"... "Por sus variadas cualidades de genuina substancia poética y por la excelencia de la factura, esta obra satisface todos los gustos"... "Para señalar aciertos necesitaríase copiar el libro"...

    Hay que recalcar que quien así juzga es autor de un celebrado corrido, El Gavilán,  y del más cabal análisis de ese género de poesía.

    De Zapata, el protagonista, escribe Castillo Nájera:

    "Calificado de bandido, incendiario y carnicero, por sus detractores, sus devotos lo exaltan hasta la idolatría, ungiéndolo con virtudes de redentor y nimbándolo con aureola de mártir".

Zapata y Muñoz Cota

    Lo cual es un hecho, si bien esos dos polos de pasión van progresivamente acercándose a un ecuador de serenidad donde al fin habrá de afirmarse la definitiva verdad histórica...

    Entretanto y con el propósito de alcanzar el justo medio, nos complace dedicar al poeta José Muñoz Cota, cantor de Emiliano Zapata, el siguiente ensayo sobre la idea y el hombre:

    De Zapata, la persona intrínseca, esencial e íntima, nada tiene de ejemplar... Zapata fue poseído por una idea: "La tierra es de quienes la trabajan", y esa idea lo trajo y lo llevó y lo hizo desafiar peligros y rendir jornadas, como su Caballo Blanco.

    Más aún, de Babieca para las batallas campales, de Rocinante para el magnánimo quijotismo de Zapata vivo, el Caballo Blanco, al morir su dueño, transformóse, echó alas y convertido en Pegaso arrebató al paladín suriano hasta el Olimpo de los héroes patrios, donde para muchos tiene efulgencias de constelación sideral...

    Pero cuando dejaba de obrar movido por el generoso altruismo de la idea que lo poseyó, es decir, cuando bajaba de su Caballo Blanco y echaba pie a tierra, Zapata, lejos de crecer y vigorizarse como Anteo al tocar con la planta el suelo, se amenguaba y empequeñecía, asumiendo los caracteres de la más vulgar e insignificante humanidad...

Lo que no fue Zapata

    Zapata no era un sublime iluso como Madero,  ni un carácter inflexible como Carranza,  ni un gran capitán como Obregón,  ni mucho menos llevó, ni hubiese podido llevar, como otros estadistas, las energías de la guerra a las empresas reconstructivas de la paz!

    Y aun en zonas inferiores, no fue Zapata, como Villa, un guerrillero arrollador y magnético, ni fue siquiera ejemplar con los perfiles austeros y patriarcales de un "Ñor Abraham", digamos...

    Más todavía, el Caballo Blanco habríase hundido en un tremedal o desbocándose, despeñado en algún barranco, de no haber estado allí, para sujetarlo por las bridas y guiarlo o animarlo con la fusta oportuna, los Tejeda,  los Soto y Gama,  los Manrique,  los Lauro Caloca  y otros líderes honrados y sinceros, muy distintos de los raqueteros advenedizos que han desvirtuado y desnaturalizado el agrarismo...

Guerra santa

    Porque el agrarismo, el prístino, el que inspira a los Casios y a los Gracos, al mismo Julio César, y llegó a conmover hasta a los zares rusos, es noble causa, pero que entre nosotros padece, como la nación toda, de un mal gravísimo; la falta de organización.

    En esa empresa, el Caballo Blanco de Zapata es más precioso que el caballo blanco de Mohamet...

    Según los chinos geománticos, los terremotos no son más que los estremecimientos del Dragón subterráneo -alma del planeta o especie de "Geón"-, que oculta y extiende el cuerpo sinuoso y garrudo bajo toda la corteza terrestre.

    Asimismo, bajo todo nuestro territorio, incorporado a nuestra tierra, vive el Caballo Blanco de Zapata...

    Y nada definitivo, ni durable, ni sólido, podrá edificarse sobre esta tierra, mientras el noble Caballo Blanco, cuyas crines son la lluvia, cuyo corazón es el sol, cuyo pesebre es el surco, tenga motivos para encabritarse y provocar devastadores terremotos, clavando sus cuatro cascos de plata sobre las cuatro aspas del formidable nahui-olin  el azteca signo de furor terráqueo!

                                                                                                              José Juan Tablada.

Excélsior, año XX, tomo V (7138), 31 oct. 1936, 1ª secc.: 5, [8].
 
 


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