MÉXICO Y EL MUNDO
Un caballero británico.- Seis meses en México.- Ejecuciones de piratas.- San Francisco de Campeche.- Veracruz... desde lejos

Precisamente cuando Joel Roberts Poinsett salía de México por Tampico, en diciembre de 1822, se embarcaba en Portsmouth, Inglaterra, rumbo a nuestra patria, el caballero británico W. Bullock, F. L. S., es decir fellow o individuo de la Sociedad Linneana, miembro además de la Geológica de la de Horticultura y propietario del famoso museo londinense.

    Esos títulos, cuando son ingleses, dignifican en verdad y confieren real importancia a quien los ha merecido, lo cual corrobora plenamente Bullock como autor de la obra Seis meses en México que vamos a examinar en todo aquello que ofrezca interés a los lectores.

    Entre Poinsett y Bullock, la comparación sería desastrosa para el primero. No sólo en las cualidades esenciales de inteligencia, imparcialidad y buena fe, supera el inglés al norteamericano, sino que lo ofusca, lo anonada, en cuanto a cultura, emotividad y refinada mundología... También como escritor, pues aunque Bullock pide indulgencia por no ser literato y escribir, consigue hacerlo con sencillez y claridad, cosa que no logra Poinsett, tan convencido de su importancia que a pesar del estilo mediocre y del ruin ánimo que le son peculiares, se imagina estar escribiendo algo definitivo y non plus ultra, aun después del Ensayo político del sabio prusiano.

    Aventuramos esta comparación, no para deprimir a Poinsett ni para exaltar a Bullock, sino más bien para asegurar al lector que si el comentario de aquél le ofreció interés, el de éste, que ahora intentamos, no sólo tendrá mayor atractivo, sino que procurará el útil placer de un claro y fehaciente testimonio, sobre el México de hace una centuria.

    El libro de Bullock Six months in Mexico, es ya una rareza bibliográfica. Conozco de él tres ediciones que figuran en mi biblioteca, y no creo que exista otra edición. La primera, un volumen en 4o., 532 páginas, trece láminas, cuatro a colores, dos planos y una tabla. London, John Murray, 1824.

    La segunda, dos volúmenes en 8o.; 255 y 264 páginas, respectivamente; diez láminas, una en color, dos planos y una tabla. London, John Murray, 1825.

    La edición francesa Le Mexique en 1823, traducción de J. Byerley; dos volúmenes en 8o. y un atlas en 4o. con 18 litografías, seis en colores y dos planos grabados. Alexis Eymery. París. 1824.

    Las láminas de las ediciones inglesas son bellísimos grabados aquatinta y las de la francesa son litografías incluyendo dos láminas más de extraordinarios tipos mexicanos, que no figuran en las ediciones londinenses.

    El 11 de diciembre de 1822, Bullock se hace a la mar a bordo del mercante Rawlings, fletado para conducir, un cargamento de manufacturas alemanas consignado a la Compañía de Mercaderes Renanos, a punto de establecerse en México. Bella travesía, verdadero viaje de recreo, avistando Monserrate, Puerto Rico, Santo Domingo, hasta fondear en la bahía de Port Royal, en medio de varios barcos piratas apresados por naves de S. M. Británicas. Y la primera aventura marítima, que por cierto no impresiona a Bullock, es la ejecución, ante sus ojos, de trece corsarios...

    Tan infestados de filibusteros están aquellos mares, que el navío de Bullock no puede proseguir su viaje a costas mexicanas, hasta que aparece para convoyarlo, un buque de la flota inglesa.

    Después de tocar en Trinidad de Cuba, el Rawlings entra al Golfo de México y ancla frente a Campeche: "Esta es la primera ciudad española que hemos visto en América, escribe Bullock (pudiendo haber agregado que era la primera ciudad española, fundada en 1540, por Montejo) y su belleza, regularidad y magnífica situación, hace que todos la admiremos; cada casa tiene su jardín y la vista desde el templo principal, es en verdad pintoresca".

    Para mejor identificarme con el viajero, he puesto frente a mí una vieja estampa que sobre el cielo en un airoso listón lleno de roleos, lleva inscrito el nombre: "St. Francisco de Campeche". El grabado es del siglo XVII, pero estoy seguro que el Campeche allí representado, se parece más al que vio Bullock que el Campeche de nuestros días... La población tiene un aspecto muy cívico y a la vez muy militar y muy religioso. Allí están el cenobium francisci o convento franciscano, con el domus indorum a su sombra; a la "curia" flanqueada de altos portales; la maciza catedral y el templo de los Remedios y en el centro de la población, como burgo medioeval, una imponente fortaleza, erizada de cañones cuyo tronar deben haber oído los piratas que plagaron el Golfo. En el primer término marino se ven fondeadas dos bellas naos de gran riqueza arquitectónica y majestuosa arboladura, mientras que una tercera, tumbada sobre una banda, es resanada por los calafates.

    A pesar de las tediosas calmachichas, Bullock como buen naturalista, se entusiasma ante la variada fauna marina, nueva para él, desde los grupos de cetáceos y las rotatorias toninas, hasta los matizados bonitos y los azogados peces-voladores. Y concluye extasiándose, líricamente, ante "la gloriosa apariencia del cielo vesperal"...

    Tras de aburridos días, sin viento en las velas, una tarde por fin el contramaestre jubiloso grita: "Orizaba" y subiendo a cubierta, la tripulación distingue asombrada al sol alto aún, pero obscurecido por algo que semejaba eclipsarlo... "El Orizaba está entre nosotros y el sol", observa el vigía... "Y de pronto, su egregia cumbre, negra con su propia sombra, apareció en mitad del cielo, clara a simple vista, mientras su base y tres cuartos de su altura, permanecían invisibles a la distancia. Así, envuelto en nubes, aquel gigante atlas producía el efecto más solemne".

    Al fin aparecen Veracruz con su muralla, fortines, cúpulas, torres, y el castillo de San Juan de Ulúa con muchedumbre de barcos fondeados bajo sus cañones.

    ¡Qué bonito es Veracruz de lejos...! ¡Cuán bello luce en las acuarelas de W. Bullock, hijo, grabadas por Clark!...

    En las dos estampas de luminoso claroscuro, la población aparece tendida sobre la playa, con blancura de ciudad morisca, sobre cielos de nubes magníficas, frente a un mar de oleaje transparente, orlado de espuma y surcado por románticos esquifes de barcarola... No se distinguen aún los zopilotes y el espectro del vómito prieto se disimula arteramente en la atmósfera diáfana.

    Bullock y el comodoro de su buque se enteran pronto de que aquella región mexicana no está gobernada por Agustín I como lo creyeran al salir de Inglaterra, sino que el castillo de Ulúa está aún en poder de los españoles, mientras que en Veracruz y sus contornos dominan los generales Santa Anna y Guadalupe Victoria, en abierta rebelión contra Iturbide.

    Tras de capear un norte que revienta de súbito, el Rawlings arroja el ancla entre Sacrificios y el litoral, a punto de que el capitán de puerto, a bordo de un bote con bandera española, llega y les ordena perentoriamente que se dirijan a Ulúa. Allí el comandante de la fortaleza, "un hombrecillo activo y provecto" (Lemaur o Coppinger?) les ordenó que atracaran el Rawlings bajo los cañones de la batería, pues tendría que pagar derechos a la corona de España como si hubiera desembarcado en el mismo castillo. En seguida el comandante da su venia para que Bullock y sus acompañantes vayan a tierra cuando lo tengan a bien.

    Antes de hacerlo Bullock apunta una breve, pero pintoresca descripción de Ulúa, cuya plaza de armas llena de vendimias, "parece una verbena medioeval" y en seguida rema hacia la ciudad que con sus domos blancos y bermejos, torres, terrazas, conventos, hospitales y templos y con la regularidad de sus murallas y bastiones, tiene, desde el mar, tan espléndido aspecto...

    "Pero, ay! escribe Bullock suspirando, no es más que un Gólgota pintarrajeado, es el cuartel general de la Muerte, y, según creo, uno de los lugares más insalubres de la tierra!"

    Y luego añade, prudente, como abroquelándose en indiscutible autoridad: "El señor de Humboldt ha dado un informe espeluznante, basado en incontrovertibles documentos, sobre el número de muertes en este carnerario, en este osario de los europeos"...

                                                                                                                José Juan Tablada.

Nueva York, 1928.

El Universal, añoXIII, tomo XLIX (4438), 20 dic. 1928, 1ª secc.: 3.

 
 


 Índice Home