[CRÓNICAS NEOYORKINAS]
La muerte del cabaret

"Churchill´s", el cabaret de fama universal, que m ra saturada de voluptuosidad, de elegante sensualismo, de frenética alegría de vivir, reanimada sin cesar por la presencia de bellas mujeres, prodigios de plástica armonía, y avivada en ímpetu continuo por el ritmo violento de la música sincopada.

     Tal vez el frenesí dionisiaco peculiar a aquellos cabarets radicaba en el doble papel de actores y espectadores que los concurrentes asumían...

     Al deslumbrante y teatral cortejo de las bellezas profesionales, mezcladas con la concurrencia como en los teatros del Oriente y en los modernísimos de París; al número de baile ruso, prestigiado como la tragedia griega por el concurso de todos las artes; a la revista llena de actualidad, de equívocos, de retruécanos y de alusiones picarescas, sucede el fox en que toma parte toda la concurrencia, aparejada y conjugada en el vivaz simulacro del baile.

     Aquella influencia misteriosamente estimulante y a veces morbosa, que la música produce y que tan sutilmente analizó Tolstoi en la Sonata de Kreutzer, pierde su arcana virtud maléfica, puesto que al punto se resuelve en el dinamismo del baile.

     En ese inmediato derivativo, en esa corriente de energía física derrochada, no sólo se agitan y resuenan los sistros de Dyonisos y de sus saltarines coribantos, sino que se van a la deriva, cual orquídeas venenosas, esas "emociones reprimidas" que el profesor Freud y los "psicoanalistas" del momento, en su filosofía a base genésica, consideran esenciales para el estudio del espíritu humano, que según ellos, para abrir sus secretos, tiene una llave maestra eminentemente erótica...

     Y ese dinamismo violento que rima el jazz, bárbaro y africano, hace contrastar el refinamiento super-civilizado de las mujeres que lo bailan, absolutamente inconscientes de que son actrices de una tragedia tan grande como su eternidad, que nació con las hembras de las cavernas, cuyas plumas y pieles conservan aún nuestras mujeres, que creció con los misterios de Busiris, y luego al son del "evohé" pagano, y tuvo en la Edad Media sombríos perfiles y resplandores rojizos de misa negra, que no dejó de ser mística, como es básicamente mística la exasperada alegría del ultra moderno cabaret...

     Pues en el fondo de ese vértigo y de ese dinamismo asoma el rostro del amor, inquietante como en los versos de Oscar Wilde, demacrado y lleno de afeites como en los dibujos de Aubrey Beardsley... Los psicoanalistas tienen razón: en este caso como en muchos otros, la llave erótica abre la puerta del misterio...

     Pero el puritanismo, la "ley seca" cierra en cambio para siempre, las puertas de ese templo pagano que se llama el cabaret...

     Hoy son Churchill´s y Midnight Frolic... mañana serán otros. Quién sabe si el próximo invierno, al abrirse la season, todos los demás cabarets permanezcan cerrados!

     Churchill´s será convertido en un Chop-Suey, en uno de esos restaurantes chinos que cada vez se popularizan más en Nueva York, sobre todo desde que el escrupuloso Consejo de Salubridad, declaró tras de inspeccionar todos los restaurantes franceses, alemanes, ingleses, italianos, rusos, españoles, griegos, indús y aun mexicanos de esta cosmópolis, que eran los chinos los primeros por la higiene y el aseo de sus cocinas. Además los platillos que allí se sirven, son sanos y sabrosos, cocinados según ciertas reglas de Confucio que hasta esos detalles llevó su sabiduría y su espíritu práctico y además, tales viandas son nutritivas, variadas y baratas... La fama de los cocineros chinos es por demás excelente y si los grandes clubes se ufanan de poseer chefs de Francia, los millonarios en cambio, prefieren a los chinos para su servicio doméstico.

     Churchill´s que fue un templo deslumbrante de Venus y de Baco será pues, aunque decorado suntuosamente, como los "barcos de flores", del Río Amarillo, una pagoda casi ortodoxa de la Ceres asiática, y allí donde se desplumó el faisán de oro rociado con champagne, se paladearán en lo futuro, los "nidos de golondrina" o el popular chow-mein entre sorbos de té...

     Asistí a la última velada, que parecía velorio, del Midnight Frolic... Ziegfeld que por sus cualidades de mundano y de bon vivant se parece a Albert, el de L´Abbaye y a Fursy, el de La Boite del Montmartre parisino, explicaba frente a un grupo de elegantes que acababan de llegar del hipódromo de Beltmont Park, los motivos de su clausura:

     -Estimo lo suficiente a mi clientela, decía, para seguir persistiendo que los "detectives" beban en el mismo vaso que mis distinguidos parroquianos. Vean ustedes...

     En efecto, llegando a una mesa vecina, un policía vestido de smoking y armado de una de esas pajas con que se beben los refrescos, la hundía sin ceremonia en el vaso de una hermosa y elegante mujer y sorbía su contenido, con el único fin de saber si la bebida contenía algún alcohol prohibido...

     Y Ziegfeld, rojo de indignación, concluía:

     -Esa paja, odioso instrumento de la ley, es lo que me obliga a cerrar mi cabaret y a largarme con la música a otra parte! Me iré a Londres, al Saigon de Los Civilizados de Farreré, o a México, que según The Bad Man es el único país del mundo, verdaderamente libre...

     El Midnight Frolic que en pleno Broadway fue una sucursal de las Noches arábigas, tuvo, además, otra función de que se enorgullece. Fue un almácigo de asteroides... En su horizonte de media noche, aparecieron por primera vez las estrellas del cine que después ascenderían hasta el zenit de la celebridad.

     Entre otras cien surgieron del Frolic, la deliciosa Olive Thomas que habría de hallar en París ocaso tan funesto; Lillian Lorraine, Ruby de Remer, las gemelas Fairbanks...

     Ya se inicia la emigración de los mundanos hacia las montañas y las playas veraniegas. Y cuando regresen a Nueva York ellos y los lectores de México, se encontrarán con que el delirante y áureo Midnight Frolic es ya sólo un recuerdo y Churchill´s un simple comedor asiático donde se sirven nidos de golondrinas... lo único que queda de las otras golondrinas, las de Bécquer, las mágicas veladas de amor y de champaña...

     Ésas, no volverán!
 

         José Juan Tablada.
 
Nueva York, junio, 1921.
 
 

Excélsior, año V, tomo III, (1548), 12 jun. 1921, 2ª secc.: [1].
 
 


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