Un ocultista explicaría, por la proposición mágica en cuya virtud el cuerpo astral colorándose con nuestros propios sentimientos obra como un imán sobre las células idénticas, el hecho de que los libros y estampas japoneses escondidos o dispersos en México, lleguen tarde o temprano y después de raras contingencias, a formar parte de mi biblioteca acumulándose dócilmente en anaqueles y portafolios.
    Así en diversas épocas y lugares adquirí los tres volúmenes del Fugaku Hiakkei de Hokusai; así recuperé al cabo de diez años en que lo creí perdido, un makimono erótico del mismo maestro; obtuve como raro amuleto de pasión, otra obra de estilo makurayé54  del pintor de las Casas Verdes y fui por fin beato poseedor del pequeño álbum de Hiroshigué sobre el Tokaido, a que voy a referirme... 
    Sus dimensiones son 0.21 por 16, oblongo; luce cubierta azul espolvoreada de partículas doradas y un marbete de papel blanco en el que se lee ma-
 
 
 
 
 
 

54.   Con los nombres de makura-ye (pinturas de almohada) o Shungua (pinturas de primavera) se designan las obras eróticas de los artistas japoneses. Léanse para comprender los caracteres extraordinarios de tales obras los capítulos que les consagra Edmundo de Goncourt en Outamaro (páginas 134 a 139; 143, y 260 a 265); y en Hokusai (páginas 174 a 176). Léanse también las líneas dedicadas al asunto por Huysmans en su admirable obra crítica: Certains (páginas 87 y siguientes).

 
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