japoneses; más allá, la charla
de tres mujeres detenidas en la calle; grupos de amantes enlazados; muchachas
contemplando pensativamente el vuelo de un pájaro. Figura también
animales, muy a menudo: un buho sobre un árbol escueto; aves
de presa; un gato asechando a una mariposa; gorriones buscando entre la
nieve el alimento necesario a su vida, o flores, ramos de esos, compuestos
según ritos29 determinados por diferentes escuelas."
Aunque Tei San no menciona
el paisaje como asunto de Toyohiro, reproducimos uno suyo que tiene particular
importancia, siendo como fue su autor maestro del paisajista Hiroshigué.
Poéticamente titúlase
el paisaje:
Las campanas de la tarde en Ueno,
y aquí se me ocurre que siendo Toyohiro amigo de los poetas hasta
tomarlos por asunto de su pincel, debe, sin duda, haberse inspirado, para
pintar su cuadro, en el célebre
haikai
—poesía miniatura—
de Bashoo:
Una nube de flores!
Es la campana de Ueno
O la de Asakusa?...
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Pero resulta irreverente traducir
esta clase de poesías japonesas que, originales, tienen una admirable
concisión impresionista, y vertidas parecen incoherentes. No las
gustará quien no las lea en japonés. Las ocho palabras que
la forman sugieren al iniciado el aspecto róseo y nebuloso de los
cerezos en flor en los parques de Yedo; el encantador paraje de Mukoshima,
sobre la margen del río Sumi-