Máscara prehispánica

 

FICHA CATALOGRÁFICA
 

Carpeta V. Carpeta de forma italiana con pastas verdes, 52 folios con obra plástica de JJT.
9 7/8 x 6 1/4"
Descripción por folio.

35) Máscara prehispánica.
Lápiz sobre papel bond rayado.
5 3/8 x 3 6/8"

Dos máscaras prehispánicas.
lápiz sobre papel bond rayado.
5 3/4 x 2 1/2"
[En el ext. sup. der. tinta impresa: "12".]
 
 

NOTA
 

Gran parte de las fotografías, esbozos, dibujos y apuntes que se encuentran en este Archivo forman parte de la colección personal que Tablada utilizó para ilustrar el libro Historia del arte en México (1927) y hacen constar que era un estudioso del arte antiguo y contemporáneo de México. El historiador y arqueólogo Manuel Gamio, su amigo, le proporcionó innumerable información documental. Ya en 1913, el poeta presumía que Gamio admiraba su colección de piezas prehispánicas:

Gamio vio mi colección arqueológica y en ella le parecieron muy interesantes y raras, como que el Museo Nacional no las posee, las estatuillas de barro que representan según mi opinión al Xipe Totec, al Tzontemoc, a la Teoyanique, presentando las palmas de las manos, al hombre en el cepo, etc., y entre otros objetos la copa policromada con relieves, el cilindro semejante a los sellos babilónicos, el corte de caracol verdadero figurando el joyel de Ehecatl y algunas otras [Obras IV, p. 123].
Sabemos por este Diario que Tablada, entre los años 1922 y 1926, se dedicó arduamente a documentarse sobre el arte prehispánico, con vistas a su libro Historia del arte en México. En la entrada del lunes 12 de marzo de 1923, consignó que ese día había escrito el proemio y el plan de la obra. Este interés por el arte y la pervivencia de lo prehispánico en México se ve reflejado también en la novela La resurrección de los ídolos, que publicó por entregas en 1924, en el diario El Universal. Se debe señalar que la perspectiva del poeta parte de la teosofía, pues en la novela mencionada escribió:
Este pueblo fue en una época, un centro religioso, como Teotihuacán; pero sus pobladores no alzaban su rostro al Cielo, ni como astrónomos, ni como sacerdotes. Eran sanguinarios y lunáticos; esos espejos de Obsidiana que con tanta frecuencia se encuentran en nuestra tierra, son imágenes de la luna y atributo del Gran Hechicero... Ya le he contado a usted mis ideas... sobre el camino de los astros caminaron juntos los sacerdotes indios. Pero al llegar adonde el camino se bifurca, unos, los buenos, se fueron con Quetzalcóatl, la manifestación india de Cristo. Los toltecas adoraban al Sol, al Logos, ellos fueron los gnósticos puros y verdaderos y se marcharon... Su reino no era de este mundo. Los otros, los malos ortodoxos se fueron a la zaga del Mago Negro, el de la luna de Obsidiana, el del Arco-Iris tornasol como las conchas negras... [La resurrección de los ídolos, p. 19].
Otra evidencia de la pasión de Tablada por el arte prehispánico, en la que se mezcla esta peculiar visión teosófica, son algunos poemas del volumen La Feria, como "El ídolo en el atrio", donde describe un sacrificio humano en la Piedra de Sol, o  "La mujer tatuada", no incluido en ningún libro hasta que se publicó en Los mejores poemas de José Juan Tablada (1943), donde hace un cuadro de una mujer con atributos de diosa sanguinaria.
    La idea teosófica del poeta sobre el arte del México antiguo sostiene que los pueblos mesoamericanos son artistas natos cuyas obras están a la altura de los mejores cuadros del aduanero Rousseau, Picasso o Matisse. Sin embargo, el artista espontáneo debe ser educado por un intelectual, de preferencia, un poeta. Para Tablada el lado creativo del pueblo azteca estaba dominado por Quetzalcóatl, y el lado violento y cruel –que había resurgido durante la lucha revolucionaria– estaba representado por Huitzilopochtli. Tablada escribió en el proemio de su Historia del arte en México que:
Mientras el fiero sacerdote de Huitzilopochtli destroza el pecho de las víctimas humanas, el tlacuilo pinta frescos monumentales y expresivos códices; el ceramista modela ánforas y vasos que decora luego con sabio pincel; el amanteca, paciente y luminoso, fija aspectos del mundo con matizadas plumas de ave; el fuerte escultor hace surgir de la piedra torvas deidades o con grácil dedo modela, en la arcilla totonaca, las inmortales "cabezas sonrientes". Aun bajo los terrores de la teogonía azteca, aun con los pies en la sangre humana que desde lo alto del Gran Teocali y de los demás templetes corría inundando la ciudad indígena, aun en medio del tumulto de las batallas sempiternas, aquellos artífices, poderosos escultores, arquitectos magníficos, sutiles pintores, admirables tejedores, joyeros y mosaiqueros únicos, pudieron encantar la vida de los demás con las obras de su grave pensamiento, de su sensibilidad armoniosa, de sus manos rítmicas [...]
    De generales griegos, sin duda poderosos en su época, no se conocen sino nombres, porque Platón incidentalmente los cita. De una gran nación sacerdotal y guerrera, sólo perduran el templo de Quetzalcóatl en Teotihuacán y el Calendario Azteca, vestigios de un gran arte y de una vasta ciencia astronómica y cronológica.
    El arte es el producto supremo del espíritu y el espíritu es lo único que no muere y perdura y se salva en este contingente planeta... en la infinita evolución teosófica [pp. 7-9].
Para más datos sobre la colección arqueológica de Tablada véase la nota a la imagen Catálogo de malacates, así como la portada para el proyecto de libro "Los ojos de la máscara".
 
 

JESC