El naufragio de La nao de China
 
 
 
 

La agobiante labor periodística de José Juan Tablada mermó la cuantía de su producción literaria. Sin duda, a ello se debió en buena parte la lentitud con que preparó su novela titulada La nao de China. La anunció durante años. En el diario La Nación, de esta Capital, números del domingo 15 y lunes 16 de diciembre de 1912, publicó en dos partes, un extenso artículo en que el tema naviero le daba pie para describir su casa en Coyoacán y los objetos de arte que la embellecían, sus curiosidades asiáticas, los anaqueles de su biblioteca y la repisa de la chimenea, poblada de idolillos precortesianos: después, hablaba del castillo de San Carlos, en Acapulco, y para terminar bosquejaba el cuadro de la arribada de un galeón a ese puerto.

    El atavismo, por línea materna, lo inclinó a tales evocaciones. Tíos abuelos suyos fueron navegantes a fines del siglo XVIII y principios del siguiente, y desde Mazatlán hicieron la travesía a las Islas Filipinas. Todo un capítulo les consagra en La feria de la vida. Rastros de esas evocaciones hay también en el poema El viejo vestido de azul, del que es eje algún marinero de las escalas de Oriente, a quién conoció en su mocedad.

    El manuscrito inconcluso de la novela desapareció al ser saqueada la casa del poeta cuando él estaba desterrado en Nueva York. En La feria de la vida, capítulo VIII, escribe a ese respecto que el saqueo "nada tuvo que ver con la política ni con las reivindicaciones sociales, fue un simple robo a mano armada dirigido por un borrachín", que "al cabo de un mes fue colgado". Y añade: "lo curioso fue que, pretendiendo ser estudiante de medicina, dicho sujeto había obtenido de mí frecuentes auxilios pecuniarios". Véase en ello un nuevo ejemplo de la verdad encerrada en la fábula del labrador muerto por la serpiente de la que se apiadó al verla aterida.

    Nunca se consoló de aquella pérdida, aunque a veces volvíala semilla de chistes. Así -cuenta la señora Nina Cabrera viuda de Tablada en su libro José Juan Tablada en la intimidad, cuyas pruebas de imprenta hemos leído- cuando refería pormenores del atropello, solía decir que los pedazos de dos hermosos tibores chinos sirvieron de molcajetes a las mujeres acompañantes de los saqueadores...

    Otro libro en prosa, también largamente anunciado, quedóse a medio hacer. En abril de 1925, en carta a su entrañable amigo don Genaro Estrada, el poeta abrigaba "más que esperanzas" de que se publicase en inglés su Iconografía de la Ciudad de México. En julio del mismo año declaraba que le daría mucha tristeza tener que publicar en aquel idioma su obra "por falta de una edición posible en México". En septiembre opinaba que convendría distribuir por materias el abundante acervo reunido y editar fascículos; pero, añadía: "aun reduciendo y fraccionando así los gastos, no acierto a encontrar la manera". Al mediar diciembre de 1926 le preguntaba a Estrada si en la serie de Monografías Bibliográficas Mexicanas que bajo su dirección sacaba a luz la Secretaría de Relaciones Exteriores no cabría -no cupo- la edición de tales folletos. En verdad, no advertía que las dificultades técnicas tornaban irrealizable su proyecto. Las buenas copias hubieran sido costosísimas; y aunque los procedimientos gráficos después inventados han permitido hacer álbumes de aquella naturaleza a bajo precio, la nitidez de las láminas es muy deficiente, y nula su calidad artística.

    El 3 de abril de 1927 precisaba que las piezas catalogadas eran ya 1. 173 mas con hipérbole redondeaba esa cantidad en carta del 9 de septiembre de 1928 a don Artemio de Valle-Arizpe, a quien ofrecía hablar de sus trabajos acerca de nuestro pasado virreinal "en la obra que preparo sobre iconografía mexicana". Y agregaba: "¿Sabe usted que tengo formada una colección de más de dos mil estampas antiguas, grabados y litografías, desde el siglo XVI hasta mediados del pasado? Estoy seguro de que usted la estimaría tanto como yo. Esa ha sido mi labor de amante de México en estos climas ásperos, pero fecundos para esa clase de empresas".

    Sin duda, formaban parte de la colección los "mapas antiguos de México, desde el siglo XVI, a colores y con bellas viñetas algunos", de que hablaba el licenciado Enrique Jiménez Domínguez, oficial Mayor de la Secretaría de Relaciones Exteriores, en carta del 4 de junio de 1933. Acerca de las cuales añadía: "Usted sabe que además de su valor documentario e iconográfico, dichos mapas se han aplicado últimamente a la decoración de interiores"; y le preguntaba si le interesaría recibir una lista con la descripción de ellos.

    La contemplación de su tesoro calcográfico constituía para el artista, durante los años que residió en Nueva York, una fuga en el tiempo, e inclusive en el espacio, hacia pretéritos días y hacia la dulce tierra natal. Así lo declara en La feria de la vida. En el capítulo XXXVIII, como prólogo a la evocación de Jalapa, escribe: "Desde que vivo lejos de la patria he recurrido a un expediente que satisface mi amor al arte y atempera mi nostalgia. He acumulado cuanto libro ilustrado y estampa sobre México se ha ofrecido al alcance de mi mano, hasta formar una numerosa colección". Años más tarde le fue forzoso malbaratarla, y del proyectado libro sólo quedaron algunos artículos, entre los cuales citaremos México en estampas, publicado en el número 16 de Letras de México, el 1º de octubre de 1937.

    Es curioso, a este respecto, que el mismo título haya sido utilizado por Tablada para anunciar una colección de artículos de tendencia política. Es el folleto número 6 de la serie denominada Del México Actual que en 1933 editaba la Secretaría de Relaciones Exteriores, se insertó el texto de unas declaraciones dadas a un periódico de esta Capital por el general Plutarco Elías Calles sobre La rehabilitación de la plata como moneda. A continuación figura un ensayo de Tablada titulado Calles; comprende cuatro artículos anunciados como Fragmentos del libro en preparación México en estampas. Carecen de fecha, y de la lectura se infiere que fueron escritos para dar a conocer en el extranjero la personalidad del Presidente, más tarde "Jefe Máximo", pues entre las funciones de propagandista que el poeta ejercía se contaba la redacción, tal cual vez, de artículos sobre la política mexicana. En su correspondencia con Estrada -quien esto escribe debe a la bondad de don José Moreno villa el conocimiento de ella- hay multitud de pormenores acerca de su actuación en tal sentido.

    Otra empresa parecida mencionaremos. Tablada se proponía refundir en un folleto sus artículos acerca de "Mirando la Vida" y algunos libros más del Dr. José Manuel Puig Cassauranc, Secretario de Relaciones Exteriores. A mediados de 1933 tenía ya escritos el prólogo y el primer capítulo, titulado Ideología poética, y anunciaba que los siguientes versarían sobre el conferenciante y el tribuno, el periodista y, finalmente, el sociólogo. La obra quedó trunca.

    Puesto que rozamos estas cuestiones en que la política destiñe sobre la literatura, no holgará recordar otro pormenor, de pocas personas conocido. En 1909, la precitada secretaría le encargó a Tablada, que escribiese las biografías de sus titulares. En el curso de 1911 se le pagaron veintiocho, a razón de cincuenta pesos cada una. Buena parte de ellas se publicaron en números sucesivos del "Boletín de la Secretaría de Relaciones Exteriores", bajo la firma del poeta y con el título global de "Noticias Biográficas de los Ministros de Relaciones de la Nación Mexicana". No se han recopilado esos escritos.

    Libro muy anunciado por Tablada fue asimismo El bestiario piadoso. No llegó a publicarse en volumen, pero el material en verso y en prosa que había de formarlo no permaneció inédito. Algunas composiciones pasaron a formar parte de La feria; otras, por ejemplo, El elefante, aparecieron en El arca de Noé, libro de lecturas sobre animales, para niños. Olvidada en alguna revista quedó La cebra, que tuvimos la fortuna de oír descrita por el autor como hija del asno y la tigresa.

    Probablemente se proponía recoger en volumen -y es de sentir que no lograse hacerlo así- sus ensayos sobre el arte mexicano, porque en octubre de 1923 decía: "El mes entrante principio a imprimir mi primer libro en inglés: Mexican Modern Art, muy ilustrado y con lo menos doce tricomías excelentes". Es verosímil que utilizase parte de esos artículos, vertidos al español, en su Historia del arte en México.

    En abril de 1927 acopiaba documentos para unos Apuntes históricos de Sonora y Sinaloa que, decía, "ya principié a escribir". No volvió a referirse a ese proyecto en sus cartas, y es probable que tampoco se ocupase más de él.

    De "La Nueva Estética", con el subtítulo de "Manifiestos y ensayos sobre escritores y artistas", anunciada "en preparación" en la contratapa de Un día... (Caracas, 1919), no hemos logrado averiguar dato alguno. Es creíble que Tablada se propusiese reunir ahí sus artículos acerca del arte moderno, más concretamente: acerca de la floración artística y literaria consecutiva al término de la primera guerra mundial.

    Llegamos al final del espacio disponible y aun quedan por examinar varios libros más, anunciados por Tablada, pero que de proyectos no pasaron, o de los cuales, a lo sumo, tan sólo escribió algunas cuartillas. Quédese ello para el siguiente artículo.
 
 

    Junio de 1954

 
 


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