MÉXICO DE DÍA Y DE NOCHE
["El paraíso en México".- Aeroplanos vs. zopilotes.- La vuelta de los venados]

"El paraíso en México"

Desde las terrazas del Marik contemplamos el atardecer de Cuernavaca. A nuestros pies, jardines, huertas, tejados rojos... Más allá, lomeríos color de ocre, cerros y montañas de tonos neutros, y en el horizonte, las sierras sobre un cielo de nubes magníficas. De pronto todo se transforma y brilla como en mágica apoteosis.

    Las arquitecturas próximas, las lomas distantes, la vegetación profusa y hasta las montañas remotas, reflejan la luz del poniente como un mosaico hecho de corales, ámbares, esmeraldas y lapislázulis acabados de bruñir...

    Entre exclamaciones entusiastas dice una voz grave:

    -En un futuro no lejano, Cuernavaca será descubierta y glorificada bajo sus advocaciones de "Paraíso de América", "Ciudad de la primavera eterna", "Sanatorio del mundo", que hoy nos parecen metáforas locuaces y vanos ditirambos...

    -Es que Cuernavaca fue ya descubierta; ¡su Cristóbal Colón fue Dwight Morrow!...

    -Sí, pero su Hernán Cortés no llega todavía. El Cortés de 1521 no fue sino un profeta, el precursor del que va a venir, que será rubio, de ojos azules, acorazado de oro y derramando con creces el oro que su adelantado se llevó hace siglos...

    La historia se repite; un nuevo ciclo abrazará a Quauhnahuac y la levantará en su espiral rutilante...

    Entretanto, los fervientes del nacionalismo, los apasionados del folklore, abramos bien los ojos, porque las preseas indígenas, las galas típicas, desaparecerán, como han desaparecido los festivales en torno de la pirámide de Teopanzolco,  como huyeron los venados que, alargando el grácil cuello, devoraban las blancas y tupidas flores del cazahuate, que con el áureo pericón es la flor municipal de Cuernavaca...

Aeroplanos vs. zopilotes

    A lo lejos, las peñascosas montañas de Tepoztlán se entintaban de múrice, de amatista, de rubí sangre-de-pichón. Y las bugambilias eran milagrosas zarzas ardientes, guirnaldas de luces de bengala en vívida combustión.

    -Sólo morirá lo que no tenga fuerza para vivir...

    Subsistirá lo que tenga derecho a ser inmortal. Sobre los canales matizados, bajo los cielos fantasmagóricos, están intactas las "Piedras de Venecia". Y a las "logias" de sus palacios asoman los espectros ilustres: Lord Byron, Wagner,  Musset  y Jorge Sand,  como por estas calles empinadas suelen vagar los fantasmas de Hernán Cortés, José de la Borda,  Maximiliano de Habsburgo y el barón de Humboldt...

    Lo verdaderamente típico triunfará de la muerte como el hijo del Tepozteco que, abandonado por su madre en un hormiguero, no fue devorado, sino alimentado por los voraces insectos, que, arrojado en la áspera magueyera, amaneció sonriendo entre las cóncavas pencas, como en mullida cuna...

    -"Un vil zopilote resbala. Tendida e inmóvil el ala"...

    ¿Y esos avechuchos?...

    -Serán substituidos por los velívolos... En rigor, la resurrección o el avatar de Cuernavaca coincidirá con la inauguración de su primer campo de aterrizaje. -A diez minutos de México... ¡A un día de la frontera del Norte!

    Desaparecerán los zopilotes y volverán los venados, pues las barrancas salvadas por puentes y viaductos se convertirán en parques, como los que rodearán los centros arqueológicos de Xochicalco,  Chimalacatlán, Teopanzolco...

La vuelta de los venados

    -Bueno, ¿pero cuándo emigrarán los zopilotes? ¿Cuándo volverán los venados?...

    -Los buitres son símbolos de deficiencias urbanas... Los venados lo son de paz, de belleza, tanto, que uno de los pueblos más bravíos de la tierra, el japonés, los tiene como seres sagrados...

    Los venados volverán como nuncios de una inevitable Edad de Oro. ¿Por qué no ha de haber justicia para los animales como la ha habido para los hombres?

    -Que tengas "boca de ángel", voz de profeta, dijo alguien, a tiempo que la luna llena ascendía argentando la cumbre del Tepozteco...

                                                                                                             José Juan Tablada.

Excélsior, año XXI, tomo VI (7519), 19 nov. 1937, 1ª secc.: 5, 11.

 
 


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