MÉXICO Y EL MUNDO
Viejo daguerrotipo.- La Casa Mata y el rito de York.- ¿Industria o arte?- Academia y establos

Como un telón de boca decorado con paisajes y arquitecturas que al alzarse de pronto dejara ver el escenario del verdadero drama, así, en el epistolario de Poinsett, se interrumpen las descripciones del turista platónico para dejar ver los solapados tanteos del agente norteamericano, precursores de la intriga política... Así, sin que lo detengan los andamios y escombros del palacio que se adapta para albergar a Agustín I, Poinsett se escurre hasta el departamento que ocupa el "secretario de estado", escrito así, con desdeñosas minúsculas y designado "(Herrera)" con su simple apellido...

    De don Josef Manuel de Herrera  nos deja el viajero el siguiente borroso daguerrotipo: "Nos recibió con gran cortesía en una sala charramente pintada y pobremente amueblada. Nada peculiar hay en su fisonomía, excepto la expresión de astucia común a los de su profesión en este país. Es sacerdote y fue por algún tiempo agente de los patriotas en Nueva Orléans. Se me reveló bien informado y simple en sus maneras y juzgando, quizás temerariamente por esta primer entrevista, creo que se ha colocado en peligrosa eminencia y no puede resistir una contemplación serena de los peligros de su situación".

    Luego Poinsett alude vagamente a su encuentro con el ministro de Colombia, aquel don Miguel Santa María, jalapeño, pero que avencidado en aquella nación consiguió del propio Bolívar volver como su plenipotenciario a México y hallándolo bajo el régimen imperial, rehusó reconocerlo, recibió sus pasaportes y sin usarlos se dedicó a conspirar contra Iturbide, confabulándose con Santa Anna e inspirando a este desorejado infidente, el plan de Casa Mata, según dicen algunos autores...

    Mas lo que no dicen es que el intrigante Santa María debe haber encontrado en Poinsett a un eficaz aliado, pues ambos detestaban a Iturbide y a México... Santa María con su Casa Mata y Poinsett con el famoso rito de York, por él instituido arrojaron toneladas de azufre a la hoguera fuliginosa y mal oliente de nuestros sanguinarios disturbios...

    El sacrificio de Padilla, digno de Huichilobos y de sus tagarotes; la pringosa y piojosa revolución de la Acordada y el saqueo del Parián, digno de la futura calmanera bolshevique, fueron originados por el yankee entrometido y por el mexicano renegado. De nuestra catedral Poinsett dice algo tan pretencioso como sin importancia y concluye: "En conjunto esta iglesia honraría a cualquier ciudad de Europa". Y a las de Norteamérica, cela va sans dire!... Transcurrido más de un siglo la catedral mexicana sigue siendo la primera del continente. Junto a ella el propio San Patricio de la Quinta Avenida parece fabricado en Hollywood...!

    Tras de algunas generalidades sobre arqueología y cronología precortesianas Poinsett describe nuestra Plaza Mayor que a la sazón lucía como la representara Fabregat en su célebre grabado:... "en el centro de la gran explanada hay un gran espacio ovalado, con pavimento de lisas piedras de pórfido y circunvalada con pilares de granito y rejas de hierro ricamente ornamentado, en medio de lo cual, sobre pedestal de mármol, se alza una estatua ecuestre de Carlos IV en bronce. Está admirablemente bien ejecutada y después de la de Agripa en Roma y la de Pedro el Grande en San Petersburgo, es la más valiente y graciosa estatua ecuestre que yo haya visto. Fue fundida en México y el artista, señor Tolsá, la logró al primer vaciado del metal. Merece grandes elogios por haber él solo moldeado, fundido y erigido una estatua con peso de 40,500 libras en un país tan destituido de recursos mecánicos".

    En las líneas anteriores el buen Poinsett enseña la oreja... El genio plástico de Tolsá lo conmueve menos que las maniobras, puramente mecánicas del moldeo y la fundición... Aún hoy, el norteamericano, civilizado, pero no culto es por excelencia reproductor (industrial) y no creador (artista).

    A propósito de una visita al conde de Regla, a cuyas riquezas dio fama mundial el barón de Humboldt, Poinsett anota la endogamia practicada entre los nobles mexicanos para unir familias poderosas y la costumbre de casar a sus mujeres apenas núbiles, para asegurar mayorazgos. Cita en detalle las quince porciones en que la ley de España dividía el patrimonio y que tanto influyó en creación de latifundios. Los establos del conde Regla son descritos por Poinsett con mayor interés e inteligencia que los tesoros de la Catedral. Los garañones andaluces de ancho y robusto cuello, rotundos cuerpos y finas patas; las mulas de 15 a 16 palmos de alzada; el caballo de silla de $2,000, vuelven locuaz al diplomático cazurro. En verdad Poinsett pasó más tiempo en esas caballerizas que en la Academia de San Carlos... ¿Por qué?... Sin duda porque hablar de caballos es menos arduo que discurrir sobre estética, quizás también porque, más agudo que hoy, era el "snobismo" de los yankees de entonces, que apenas rebasado el nivel plebeyo, padecían el atavismo británico en forma de anglomanía y hablaban de caballos creyendo así asemejarse a los gentlemen y olvidando que de lo mismo habían caballerangos, jockeys y chalanes... Todavía entre las patas de las mulas, Poinssett nos regala con esta vieja estampa: "El máximo lujo de un mexicano es tener cuatro de esas hermosas mulas tirando de un carruaje vivamente pintado y barnizado. Aun cuando las bestias no se usen, se mantienen guarnecidas y pegadas al carruaje de la mañana a la noche en el patio de la casa. Los arneses están pesadamente ornamentados con placas de bronce y las colas de las mulas metidas en fuertes fundas de cuero".

    Así contribuye el desdeñoso y magistral diplómata al folk-lore [sic] de nuestras caballerizas.

                                                                                                                José Juan Tablada.

Nueva York, 1928.

El Universal, año XII, tomo XLVIII (4312), 16 ago. 1928, 1ª secc.: 3.
 
 
 


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