La Pollera, Native Costume, Panamá La Pollera, Native Costume, Panamá (Reverso)

 

FICHA CATALOGRÁFICA
 

74. Colección de trece tarjetas postales.

1) La Pollera, Native Costume, Panamá.
3 1/2 x 5 1/2"
[Al reverso ms. tinta: "Mi Mamacita del alma / Ayer le escribí y / hoy en esta postal / quiero mandarle / mi constante recuer / do con muchos besos / y el cariño de su / hija / Nena / Besos a Ema, Gmo. y Cuca y Gloria / Mrs. B. D. Cabrera / 464 Central Park, West / New York City, New York / U.S.A. / Mañana / Lunes / creo hay / un barco / [tachado: y] es casi / seguro / así que / saldremos / mañana / para / Bogotá [continúa al anverso] Mi esposo me compró / una Kimona preciosa / toda bordada, de damasco / que es la mejor seda, es divina, / ya les mandaré / unos retratos / con / ella / costó / $30. [ilegible] / Cariñosos recuerdos / [ilegible]" Nina C. de Tablada.]
 
 

NOTA
 

En 1918, Tablada consiguió que el gobierno de Venustiano Carranza le otorgara un puesto en la legación mexicana en Bogotá. El 9 de octubre del mismo año se casó con Nina Cabrera y en diciembre el matrimonio Tablada emprendió el "viaje de bodas" rumbo a Sudamérica. Según cuenta Nina, después de permanecer varios días en La Habana, donde el poeta conoció a su suegro, se embarcaron a bordo del Saramaca e hicieron escala en Colón. Esta ciudad se encuentra al norte del Canal de Panamá y con su gemela, Cristóbal, conforma un importante centro de comercio. Por eso, esta tarjeta postal que envió Nina a su familia en Nueva York tiene el sello de Cristóbal con la fecha diciembre 23 y las siglas C. Z. (Canal Zone). La noticia de la compra de la "kimona preciosa" que aparece en ella, también está referida en José Juan Tablada en la intimidad, al final de la siguiente descripción de su estancia en Colón, antes de salir en el Tegucigalpa rumbo a Santa Marta, Colombia:

Nos hospedamos en el hotel Washington, cómodo y limpísimo. Nuestro cuarto daba a una terraza y al Océano, y estaba lleno de brisas marinas, de ruido de mar, de rumor de grillos y cigarras, mientras que en uno de los salones de abajo daba un concierto el gran pianista Rubinstein, con música de Chopin.
    Íbamos por las mañanas a nadar en la piscina del hotel, que estaba en medio de praderas junto al mar. Hacía ejercicio José Juan, corriendo a lo largo de la gran terraza. A ratos contemplábamos la luna menguante, y gozábamos de aquel bello lugar, lleno de aromas y de silencio.
    Nos arreglábamos para comer y después íbamos por las calles, viendo escaparates. En una casa china me compró mi esposo una preciosa bata de brocado azul y bordados policromos [p. 21].

 

RMS