Boceto de dos pijijes Boceto de hombre y caballo

 

FICHA CATALOGRÁFICA
 

47. Boceto de dos pijijes.
José Juan Tablada.
9 de julio de 1909.
Lápiz sobre papel bond rayado.
4 x 5"
[Ext. inf. izq. ms. tinta: "8/909".]

Al reverso: Boceto de hombre y caballo.
Atribuible a José Juan Tablada.
Sin fecha.
Lápiz sobre papel bond rayado.
[Roturas, dobleces y manchas.]
 
 

NOTA
 

Aunque esta imagen se encuentra fechada el año de 1909, el poema "Los pijijes" –con el que pudo haber estado directamente ligada–  no fue publicado sino cuatro años después, en el diario El Imparcial (21 de octubre de 1913). Este poema pasó a formar parte del libro La feria (Poemas mexicanos) (1928), el cual fue ilustrado por M. Covarrubias, M. Santoyo y George (Pop) Hart.
    En su libro memorialístico, Nina Cabrera incluye remembranzas de algunos simpáticos episodios en que la presencia de estas singulares aves amenizaba los días del matrimonio Tablada. Después de su retorno a México, en el verano de 1936, y su instalación en la ciudad de Cuernavaca, Tablada volvió a construir un jardín en su casa. Nina refiere cómo, después del arduo trabajo del escritor impuesto por sus colaboraciones para los periódicos, acompañaba a su esposo a recorrerlo y con indescriptible gozo contemplaba a los pijijes:

En el portal de la casa cantaban los pájaros, que eran el más dilecto recreo del poeta. Desde el invernadero, lleno de orquídeas y begonias veíamos  el jardín, y su estanquito en medio, donde los pijijes nos daban la bienvenida con gozosa alharaca. [...] Era nuestro jardín en Cuernavaca uno de los pasatiempos más gratos para mi esposo.
     En las tardes de sol resplandeciente, nos sentábamos en el jardín. José Juan se entretenía dibujando los insectos de variados colores y extrañas formas que salían de debajo de las piedras, puestas por nosotros mismos junto al estanque para que les sirvieran de albergue. Después paseábamos por el jardín, cuando el crepúsculo formaba con sus reflejos preciosas coloraciones que iluminaban el cielo, y las nubes semejaban castillos de cristal. Los mismos reflejos coloreaban las ramas de los árboles, donde las avecillas, entre revoloteos y trinos, se acomodaban para esperar el nuevo día. [...] Cuando ya nos retirábamos, nos deteníamos a ver la pajarera, donde había las más bellas variedades de pájaros. Al pasar junto a ellos parecían conocernos: las rápidas miradas de sus ojillos como cuentecitas negras, nos decían de sus alegrías y de su confianza en nosotros. José Juan había instalado dentro de la pajarera, para que se bañasen, una pequeña fuente de la que brotaba un hilo de agua en forma de espiral. Las aves, alborozadas, entretejían el tintineo de sus trinos con el murmullo del agua, regalo de los oídos. Contemplar la pajarera encantaba.
     También nos conocían los pijijes, a los que José Juan hablaba. Se acercaban a comer en nuestras manos y nos seguían hasta la casa. Nos había obsequiado con ellos el general Eduardo Hay, quien los mandó traer de Veracruz.
     A menudo nos visitó en el jardín y solía recitar estrofas del poema "Los pijijes":


Visten hábitos carmelitas
Los ánades veracruzanos
Y como dos frailes hermanos,
En actitudes estilitas,
Sueñan lagunas y pantanos...
[pp. 89-90]

Otro boceto que tiene como tema a estas aves es la imagen que aparece en el Archivo con el nombre Aves (pijijes). Aunque esta última está realizada con lápiz de color y se encuentra mejor acabada, la mejor versión al respecto es la Acuarela de José Juan Tablada para su poema  'Los Pijijes'. En la nota sobre esta imagen se transcribe completo el poema "Los pijijes".
 
 

ELV