LAS CRÓNICAS NEOYORQUINAS DE LUIS G. SEPÚLVEDA
La vida multifasea de José Juan Tablada, "The old poet of Mexico"
Que en la ciudad de México, en Bogotá o en Caracas conozcan y reconozcan al poeta a la vuelta de cada esquina, es natural, pues su labor intensa ha sido apreciada en todos nuestros pueblos, y sus crónicas y sus versos, sus retratos y sus caricaturas, con frecuencia ocupan las primeras planas de los diarios iberoamericanos.
Pero que en Forest Hill lo conozcan también, es algo insólito, pues allí sólo tienen derecho a la fama los Tilden y los Richards, las Lenglen y las Wills, que no en balde es alrededor de estos nombres que se ha formado la bella ciudad cuya plaza de armas, catedral y sancta-santorum son las canchas del lawn-tennis.
Sin embargo, el boticario, el papelero, los choferes de la estación, las quinceañeras y las matronas lo saludan al pasar y comentan luego, al verlo alejarse: The mexican poet...
Por esto José Juan Tablada, con razonable coquetería, le dice a sus amigos que en Nueva York le piden sus señas para ir a visitarlo a su apreciable retiro de Long Island:
–Toman el tren hasta Forest Hills, y al salir de la estación basta que le digan a cualquier chofer mi nombre; inmediatamente los llevarán a casa.
Así es en verdad; pero un día llegó un amigo del poeta a Forest Hills y se topó con un chofer irlandés que acababa de ingresar al servicio del aquel lugar.
–José Juan Tablada –dijo el visitante al subir al taxímetro, de acuerdo con las instrucciones del Maestro.
Y el chofer, en ese inglés apretujado de los celtas inasimilables, replicó impávido:
–No entiendo el hebreo; hábleme en americano...***
He visitado a José Juan Tablada en su apacible y bella residencia suburbana. Allí el ambiente es múltiple como la vida del poeta: la paleta y los colores con que pinta la esposa del aeda yacen junto a la pajarera donde un canario desgrana sus cromáticas como haciendo variaciones de coloratura a la voz baritonal del cantor de Li-Po; estampas policromas y antiguas del Japón misterioso y del México seiscentista y virreinal; ediciones preciosas de obras niponas ilustradas a mano por los más famosos acuarelistas orientales; libros franceses, ingleses, mexicanos; textos esotéricos de la India teosófica y serena, y tomos de versos vanguardistas, de crónicas revolucionarias y de teorías aventuradas, que lo mismo pueden ser absurdas que geniales, Freud y Santa Teresa, Trotsky y San Agustín, D'Annunzio y Mrs. Bessant; nuestros ojos van recorriendo nombres y títulos a lo largo de los anaqueles para terminar contemplando la taracea de una Virgen de Guadalupe extática y brillante, que incrustada en una de las paredes del estudio del poeta, está pregonando el mexicanismo de su estirpe y la maravilla de los mosaicos de Puebla, la Angelópolis que hiciera heroica la espada de Porfirio Díaz en la épica jornada del 2 de Abril.
Un detalle interesante y original: Tablada ha hecho su estudio en el lugar donde toda la mesocracia del vecindario tiene el garage; así donde los demás guardan el Ford o el Packard que les sirve de único vehículo en esta tierra de práctico materialismo, el poeta guarda sus infolios y sus cuartillas, los plaustros ideales de su fantasía, con los cuales avanza por los caminos de la gloria.
Allí en aquel estudio de externo aspecto burgués y de viva entraña sapiente, José Juan, en charla fácil y cordial, me contó algunos episodios intensos de su vida múltiple e inquieta, recuerdos de cuando en Tokio o en Hong Kong, en Bogotá o en París, vivía con las ventanas de su ingenio abiertas a todos los campos del Arte y del Pensamiento, ávido de experimentar emociones nuevas para acalmar con ellas su múltiple inquietud espiritual.
Del Asia, donde Tablada atemperó sus impulsos de indolatino y se hizo sutil y ecuánime como los samurais, el poeta nos trajo en su bagaje la sintética renovación del jaikai. Item más: el cosmopolitismo intelectual del maestro, amplificado por sus visiones orientales, tendió el primer puente ideológico entre el Este y el Oeste para demostrar que, al contrario de lo que dice Kipling, sí es posible que se unan en el arte y en la emoción.
Luego el Occidente utilitario abrió un paréntesis en la vida de este Marco Polo de la literatura, y lo hizo vendedor de terrenos, de vinos y de automóviles. Después de ese accidente (nunca estamos a salvo de una desgracia), Tablada marchó a Europa, a vivir los días y las noches de París que luego enternizara en páginas maravillosas, en las cuales el poeta y el cronista van hombro a hombro en noble competencia de superación.
Al regreso del viejo continente amainó sus inquietudes en esta "Babilonia de Hierro" para integrar una peña amable en la cual Nita Naldi soñaba con el triunfo, mientras Don José Castellot recitaba sus "Cantos Árabes" y Torres Palomar, de enlutado aspecto mefistofélico, hacía paradojas estridentistas. Aquel cenáculo quedó disuelto cuando el presidente Carranza envió a Tablada con una cartera diplomática a Colombia y Venezuela; Don José Castellot se hizo exportador de mercancías; Nita Naldi alcanzó el triunfo tantas veces soñado, y Palomar volvió a su retiro a continuar convirtiendo su neurosis en kalogramas de intensa fuerza emocional.De la Atenas colombiana tiene Tablada muchos recuerdos. Un día el poeta bogotano Eduardo Castillo le dijo a Tablada que la perfección en la poesía era un soneto sin ripios. pronto el autor de Li-Po, aplicando sus fórmulas japonesas escribió el siguiente:
GO
ZA
BA
YOA
BO
GO
TATE
MI
REY
ME
FUIY de acuerdo con el último terceto, aunque no propiamente por haber visto a Eduardo Castillo, Tablada se marchó al poco tiempo a Venezuela, de donde volvió a Nueva York a escribir sus crónicas admirables, en las cuales la ideología y la forma van al paso del tiempo, adaptándose a las palpitaciones modernas, para mantener joven el espíritu y la mente en actividad.
He aquí la gran virtud de José Juan Tablada: haber descubierto el secreto de no envejecer.
Por eso vemos que después de treinta años fecundos en una obra múltiple de novelador, de poeta y de cronista, este hombre que es un maestro por mil títulos, aún conserva todas las inquietudes de la renovación. Por supuesto que Tablada, a diferencia de los fabricantes de pirotécnicas literarias, basa sus evoluciones en una vasa cultura, y las controla con una severa disciplina mental. Y como los verdaderos maestros, es un estudiante perpetuo que labora con la paciencia de un artífice Ciquecento para reproducir la obra perfecta que a un mismo tiempo tenga solidez ideológica y palpitación emocional.Nueva York. Marzo de 1929El Universal Ilustrado, 28 de marzo de 1929.