El poeta Castillo

 

FICHA CATALOGRÁFICA
 

Carpeta IV. Carpeta de forma italiana con pastas verdes, 46 folios, con obra plástica de JJT. Portada con dibujos.
9 3/4 x 6 1/4"
Descripción por folio.

11v) El poeta Castillo.
Lápiz sobre papel bond.
3 7/8 x 4 1/4"
[En el ext. sup. der. con tinta y lápiz la mitad inf. de un rostro femenino. En el ext. inf. ms. a tinta negra: "El poeta Castillo. Fósil modernista, lemúrido y bogotano".]
 
 

NOTAS
 

Según Max Henríquez Ureña, en su libro Breve historia del modernismo, Eduardo Castillo forma parte de una nueva etapa del desarrollo del modernismo en Colombia que se inicia con Luis Carlos López (1883-1950):

Surgen poetas en los que el modernismo pasa ya a segundo plano, aunque parezcan ligados en sus comienzos, al movimiento: Miguel Ángel Osorio (1883-1942), generalmente más conocido por los tres nombres literarios que usó: Maín Ximenes, Ricardo Arenales y Porfirio Barba Jacob; Gregorio Castañeda Aragón (n. 1886), y otros poetas de la misma promoción, que señalan el inicio de la liquidación modernista: Miguel Rasch Isla (1889-1951), Eduardo Castillo (1889-1939), Leopoldo de la Rosa (n. 1888) y José Eustasio Rivera (1888-1928) [p. 329].
En el balance que hace Enrique Anderson Imbert del modernismo en Colombia, también se sitúa a Eduardo Castillo en relación con su generación:
Se llama "Generación del Centenario" a los poetas colombianos que empezaron a publicar alrededor de 1910. Tuvieron más sentido cívico que los estetas que acompañaban a Rubén Darío, y se inspiraron en el patrimonio nacional. Sin embargo, los poetas "centenaristas" aprendieron su arte de modelos parnasianos y simbolistas y, dentro de Colombia, continuaron al modernista Valencia. Los más brillantes fueron José Eustasio Rivera, Ángel María Céspedes, Miguel Rasch Isla y Eduardo Castillo [Anderson Imbert y Eugenio Florit, Literatura hispanoamericana, p. 564].
PMJ

 
 

Henry Luque Muñoz, en el Diccionario enciclopédico de las letras de América Latina, apunta que Eduardo Castillo fue un poeta dotado de musicalidad, sencillez, ironía y humor, y tocado por un ensimismado abatimiento. Sus temas fueron el amor, la mujer, el erotismo, la muerte, la literatura infantil, la exhortación mística y el satanismo. Incursionó en el cuento y nunca dejó el periodismo. Publicó en la revista Cromos semanalmente casi por veinte años y se ocupó de variados temas, otorgando preferencia al comentario literario de intención crítica. Fue secretario particular de Guillermo Valencia, poeta y pariente suyo con el que compartió el entusiasmo por las letras francesas. Realizó traducciones del inglés, francés, portugués e italiano. Su obra es desigual, entre la que destaca el poemario El árbol que canta (1925). Concluye Luque Muñoz afirmando que, a pesar de que Castillo murió en el siglo XX, su legado pertenece al anterior. Miembro de la elite ilustrada, tuvo un perfil de poeta maldito: cultivó la soledad, nunca se casó ni salió del país, fue morfinómano, despreció la gloria y murió ciego.
    Según apunta Nina Cabrera, en José Juan Tablada en la intimidad, Octavio Valencia de Liévanos y Eduardo Castillo, junto con otros literatos bogotanos, hicieron una serie de visitas a su esposo que se sucedieron a diario, casi inmediatamente después de que llegó a la capital colombiana [p. 23].
    En breve, Serge Zaïtzeff publicará el libro "José Juan Tablada por tierras de Bolívar", donde recoge los textos de Tablada y sobre él, que aparecieron durante la estancia del poeta en Colombia y Venezuela, entre 1919 y 1920: prosa, verso, cartas, artículos y poemas dedicados. Zaïtzeff me dice que Eduardo Castillo se ocupó en varias ocasiones de Tablada en la prensa bogotana y que comentó especialmente sus juicios sobre Amado Nervo como filósofo.
    Por último, cabe agregar que Luis G. Sepúlveda, en una crónica publicada en 1929, da noticia de una anécdota que Tablada le relató: un comentario de Castillo acerca de que la perfección en poesía era un soneto sin ripios, lo llevó a componer "A un lémur (soneto sin ripios)", incluido en Li-Po y otros poemas. Esto explica que en el dibujo Tablada haya calificado a Castillo de "fósil modernista" y "lemúrido". El carácter solitario del poeta, su afición a la morfina y su perfil de "poeta maldito" seguramente contribuyeron a ello.
 
 

RMS