Piedra de los sacrificios

 

FICHA CATALOGRÁFICA
 

134. Álbum de fotografías. Sin pasta. 18 folios de cartoncillo negro engrapados.
7 x 4 3/4" con fotografías sepia adheridas.
Descripción por folio.

1v) Piedra de los sacrificios.
3 1/2 x 2 5/8"
[Al pie: "La Piedra de los Sacrificios. Museo Nacional de México. Miret, México / (Propiedad)".]
 
 

NOTA
 

En Historia del arte en México (1927), Tablada escribió una larga descripción y explicación de este monolito. En el apartado que tiene como título "El arte seudo-azteca", el poeta afirma que este tipo de arte –"etnológicamente azteca" pero estéticamente ajeno a la rudeza belicosa de este pueblo–  incluye los cuauhxicallis, las piedras de sacrificios, la Gran Coatlicue y las teoyamiques, entre otros monumentos. La conclusión a la que llega se enlaza con su reflexión acerca de la Piedra de los Sacrificios o Piedra de Tízoc:

Puede, pues, concluirse que los aztecas hicieron expresar su espíritu sanguinario y pavoroso por artistas y obreros del gran pueblo tolteca, que cedían compelidos por la fuerza de los vencedores o lo hacían de grado, quizás, afiliados a los aztecas por afinidad con el culto de Tetzcatlipoca, triunfante del de Quetzalcóatl después del gran cisma.
    Hay casos en que los monumentos ajenos parecen haber sido adaptados por los aztecas a crueles usos a que primitivamente no estuvieron destinados. Así la "Piedra de los Sacrificios". Sabido es que la cara superior de ese tronco de cilindro tiene esculpido un "Tonatiuh", o jeroglífico del Sol. Pues bien, a manera de radio, hay un surco que parte del centro, una especie de caño burdamente ahondado, por donde corría la sangre de la víctima. Repugna, por imposible, que el escultor de esa piedra haya roto la armonía geométrica del Sol que esculpió, con el bárbaro surco del canal. Si originalmente el artista hubiera esculpido una piedra de sacrificios, hubiera hecho que el caño formara parte de la composición como cualquiera otro de los detalles del monumento. En esa piedra hay un misterio.
    Quizá fue un monumento al Sol tolteca, puesto que la imagen del astro cubre su principal superficie. El friso de la cara del cilindro no representa únicamente las conquistas militares de un emperador azteca, sino que como puede verse por el distintivo de Tetzcatlipoca, "El espejo humeante", que en todos los casos figura en el pie del guerrero vencedor, el friso conmemora tal vez la imposición hecha por el rey azteca del culto de Tetzcatlipoca a los pueblos conquistados, lo cual podía muy bien ser obra de los toltecas cismáticos, afiliados a los aztecas. Lo que es evidente, es que tal monumento no fue primitivamente una piedra de sacrificios, sino adaptada a tal uso por los conquistadores aztecas. Es el sol tolteca radiante y armonioso, eclipsado por la sangrienta barbarie de Aztlán, y aunque los aztecas no lo hayan previsto, ese monumento toma a nuestros ojos esa inesperada y terrible significación.
    Entre esas hipótesis que más bien atañen a la arqueología, lo que hemos tratado de demostrar es que estéticamente, decir arte azteca es arbitrario.
    La simple asociación de las dos palabras, "arte" y "azteca" crea un conflicto mental" [pp. 43-47].
Sorprende el juicio de Tablada no sólo por su maniqueísmo ingenuo sino porque niega la posibilidad del arte a los aztecas por belicosos y sanguinarios. En esta concepción del arte desde luego están incluidas sus convicciones teosóficas, basadas principalmente en las teorías de P. D. Ouspensky, en su libro Tertium Organum (1916). Según este pensador ruso, el hombre debe buscar su evolución para alcanzar la "fraternidad universal" en la "conciencia cósmica", conciencia de la vida y el orden del universo que integra al hombre en una especie de iluminación. Además de las reflexiones acerca del amor como parte integral del desarrollo de la conciencia cósmica, uno de los aspectos más importantes que llamaron la atención de Tablada hacia esta doctrina fue la revaluación que hacía del papel del artista en la sociedad moderna y su carácter prometeico en el camino hacia la nueva era, la nueva raza, la nueva humanidad. Según Ouspensky, el arte es un instrumento de conocimiento porque pone en contacto al hombre con el mundo de los noúmenos –de las causas– que se encuentra oculto tras el mundo de los fenómenos –de las apariencias. Por su sensibilidad, el alma del artista es la única preparada para sentir plenamente el noúmeno oculto tras el fenómeno. De ahí que su papel fundamental sea servir de guía. Esto explica el rechazo de Tablada a la idea de que pueda llamarse artista al autor de monumentos como la Piedra de los Sacrificios, dedicados a la muerte y no al amor. Si el hombre como único ser que puede acceder a la "conciencia cósmica" ya tiene por ello una responsabilidad en la armonía universal, el artista, por su sensibilidad, ve redobladas sus obligaciones ante ella.
    La Piedra de Tízoc se encuentra actualmente en el Museo Nacional de Antropología. Fue encontrada en la ciudad de México y pertenece al periodo postclásico, 1300-1521 d. C. La imagen que ofrece Tablada en la página 42 de Historia del arte en México es la siguiente:

Tablada siguió usando la imagen de esta piedra como símbolo de la barbarie azteca: "Del monumento al sol labrado por esos artífices [los toltecas], los aztecas caníbales hicieron una piedra sacrificatoria, cavando en el basalto un hondo caño para que corriese la sangre de las víctimas..." (Excélsior, 16 de junio de 1937).
 
 

RMS