La Esperanza La Esperanza (Reverso)

 

FICHA CATALOGRÁFICA
 

15. La Esperanza.
José Juan Tablada.
25 de abril de 1919.
Acuarela, lápiz de color y tinta sobre papel marquilla.
11 x 8 1/4"
[Ext. inf. der. ms. tinta: "La Esperanza. 4/25/19". Al reverso ms. a lápiz: "La Esperanza. Colombia. Abril 25 de 1919". Dobleces y roturas.]
 
 

NOTA
 

El presidente de México don Venustiano Carranza concedió un puesto diplomático en Sudamérica a José Juan Tablada en 1919. Ahí, el escritor realizó una destacada labor de proselitismo político y difusión de la poesía y el arte mexicanos.
    En realidad, el destino de Tablada en Sudamérica era Quito, Ecuador, pues así lo establecía el nombramiento expedido en la ciudad de México en octubre de 1918. El puesto diplomático otorgado fue el de primer secretario de legación. No obstante, Tablada decidió quedarse en Bogotá desde enero hasta junio de 1919, en franca desobediencia a su jefe inmediato, el ministro Gerzayn Ugarte. A mediados de junio se trasladó a Caracas y permaneció ahí hasta principios de 1920, fecha en que le fue anulado el nombramiento, pues nunca llegó a Quito.
    Tablada arribó a Bogotá a principios de enero de 1919, donde al parecer terminó cansándose de tertulias y banquetes. Por ello, con el pretexto de que la altura de la capital colombiana no le sentaba bien, se trasladó a la estación veraniega La Esperanza, sitio cercano a Bogotá pero de menor altura. Este dibujo nos presenta gráficamente el lugar donde nació su libro de poemas Un día... (1919) y algunas piezas de El jarro de flores (1922). Entre éstas se encuentra la siguiente dedicada específicamente al lugar:


   Hotel "La Esperanza"

En un mar de esmeralda
buque inmóvil
con tu nombre por ancla.

(Bogotá, Colombia)

Según parece, se trataba de un sitio paradisiaco. En José Juan Tablada en la intimidad (pp. 24-25), Nina Cabrera de Tablada lo describe así:
Permanecimos poco tiempo en Bogotá, pues la altura resultaba excesiva para nosotros, acostumbrados a vivir al nivel del mar. Decidimos bajar a la Esperanza, donde respirábamos gloriosamente después de la sofocación que sufríamos en aquella altitud. Allí volvimos a tomar el baño matinal en la alberca rústica. Mi esposo se sentía feliz, por la deliciosa temperatura, la laxitud llena de bienestar, el bello paisaje. Y entre flores, zumbar de insectos y cantos de pájaros, nació allí su libro Un día... Bajo el alero del kiosco cercano a nuestro cuarto, anidaba una pareja de ruiseñores. Era nuestro deleite oírlos cantar al caer la noche, entre los demás rumores del crepúsculo. De ahí su hai-kai:


Luz y perlas de luna hechas canciones
Oíd... en la caja de música
Del kiosco de los ruiseñores!

Por doquiera había grupos de insectos, unos volando, otros inmóviles en las veredas, donde José Juan se acercaba a ellos; y se dijera que le sentían, como buscando en él protección contra las maldades de quienes no veían sus humildes vidas, en tanto que él contemplaba, por ejemplo:

Breve cortejo nupcial:
Las hormigas arrastran
Pétalos de azahar...

O bien, en la sombra de la noche tropical:


Las luciérnagas el jardín bordan,
Alternativamente,
Con una lentejuela en cada rosa...

Cada día en La Esperanza inspiró a José Juan Tablada uno de esos pequeños poemas con luces de luciérnagas, resplandores de estrellas y perlas de luna...
    La Esperanza, estación veraniega, está en medio de montañas. El camino y el valle son muy parecidos a los de Cuernavaca [...]
    Tres veces a la semana teníamos que regresar a Bogotá para asistir a los banquetes diplomáticos que daba la Legación de México.


Luego de casi seis meses de estancia en Colombia, a finales de junio de 1919, Tablada y su esposa se trasladaron a Caracas.
 
 

ELV