PARÁBOLA DEL SAPO



Como el Sapo el Poeta
Oculta un estelión en la cabeza.

Se ha de cubrir el Sapo de diamantes
El floripondio inverso lo verá
Unirse en luz al surtidor egregio
Viajero de la estrella errante
Con la golondrina por madrina,
El Sapo-pedazo-de-lodo
A lo alto regresará...

El Cristo negro de los indios
Alzará los ojos entre las flores
De papel
Y el copal y los oros voladores;
Quizás el pueblo todo eche a volar con él.

Y por el Sapo humilde levantados
Los ídolos de sangre salpicados
Y los confesionarios roídos de pecados...
El Sapo inválido y gotoso
Con gratuita fama de brujo
Y gastado el inútil resorte de su salto.

Hermano de la Trapa
Tan humilde que apenas adulto
Excavó su mansión como sepulcro
Con el hábito burdo y pardo
En su celda-hipogeo emparedado.
Espejo de trogloditas;
Jardinero impecable y gris
Y devoto de las "Florecitas"
Como San Francisco de Asís...

Quasimodo de la Esmeralda-Rosa
A quien libra de todo mal,
Voraz oruga o caracol;
Paje de la violeta-Cenicienta
Para quien, príncipe sombrío,
En la floresta matinal
Hace el escarpín de cristal
Con una gota de rocío...

Sólo el murciélago de trapo
Es más lóbrego que el Sapo
Pero en sus alas — hamaca de seda —
Hace columpio en las estrellas
O ágil "looping-the-loop"; el Sapo sólo
Se moldea en su celda-alveolo.

Mi fibra más sentimental
Hiere el Sapo que a saltos se encamina,
Ajeno a todo mal
Al borde de la escuela vecina...

           ¡Hacia el probable auto-de-fe
           De la infantil Inquisición!

¡Pobre Sapo! sólo quisiera
Ese hueco de tierra en que se abisma,
Ese agujero en que salvarse espera...
Mas de pronto la tierra misma
Infiel a su depósito,

Traiciona al candor animal
Y arroja al Sapo como a un niño expósito
¡Al camino real!
 
 


 
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