¡YECÁN...  YECÁN...!



Ruedan las brujas bolas de lumbre
Primero al ras del horizonte
             Y luego en la cumbre
                      Del monte...

Qué triste es el Alabado
En las trancas de la hacienda...
Viejo clamor desamparado
¡No hay quien te atienda!

Coyotes de largos ladridos
Y ojos por el hambre encendidos,
¿No ven los hacendados ventrudos 
Cómo albean los dientes agudos 
En los morros enfurecidos?
En su charco — parva laguna —
Bulle el viscoso axólotl
Y niega la esperanza de la luna
El vuelo aciago del tlacatecólotl.

En mitad de la llanura
Hay una roca
Que va tomando la figura
Del gran brujo Tetzcatlipoca.

¡Y ciego será quien no vea
Cómo su sombra tiende una
Mano, para coger la luna
El lívido "espejo que humea"...!

"Justicia de los humanos",
Con azogado gis
La luna escribe en los pantanos;
Y un cadáver aprieta entre las manos
Sendas mazorcas de maíz...

De la capilla desierta
La campana rajada
A la Llorona despierta
Y no acaba de salir por la puerta
Su queja desesperada...

Sufre y sufre
El saúz
Deshebrando en mechas de azufre
Sus ramas de amarilla luz...
¿No amanecerá nunca...?
Ladran a un falaz brillo
Los coyotes de la espelunca 
Y no aparece el Dios Cariamarillo.

                  Sobre el alma gravitan
                  Las sombras de los pájaros que van
                  Por la tiniebla y gritan:
                           ¡Yecán... Yecán...!
 

 Nueva York, Octubre de 1922.



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