Octubre trae
dos conmemoraciones cervantinas de primerísima importancia: el 7,
de la batalla de Lepanto, en que Cervantes fue herido; el 9, la de su bautizo.
Ocasión nos dan para tratar, aunque sea en muy somera forma, un
curioso punto que le atañe.
Alcázar de San Juan es una ciudad española de veinte mil
habitantes, en la provincia manchega de Ciudad Real. Junto con Madrid,
Esquivias, Toledo, Consuegra, Córdoba, Lucena y Sevilla, es uno
de los lugares donde cervantistas mal informados situaban su nacimiento.
Alcazareño era don Francisco Lizcano y Alaminos, de quien la imprenta
de don José Gil y Navarro sacó a luz en Madrid, en
1892, un extraño libro: "Historia de la verdadera cuna de Miguel
de Cervantes Saavedra y López, autor de Don Quijote de la Mancha,
con las metamorfosis bucólicas y geórgicas de dicha obra,
vida y obra del Príncipe de los Ingenios Españoles, con una
refutación analítica de las biografías que de
este autor se han impreso hasta el día". Anunciábase
en la portada " un juicio crítico del célebre escritor D.
Jacinto Octavio Picón"; pero en la página 457 lo reemplazó
esta advertencia: "Sentimos mucho no poder insertar a continuación
el Juicio Crítico, escrito por el Sr. D. Jacinto Octavio Picón,
por no haberle terminado". Entiéndase: no quiso el famoso novelista
meter el dedo en el avispero: o decirle al autor que estaba chiflado,
o parecerlo él si elogiaba su extravagante producción. Es
probable que prometiese el "juicio crítico" antes de leer el texto
de Lizcano, y cuando lo conoció díjose acaso lo que el loco
del cuentecillo cervantino: " Guarda, que es podenco".
Escribe Lizcano la historia de Alcázar de san Juan, "desde los tiempos prehistóricos", chistoso contrasentido; en realidad, limítase a resumir la de España. Y expone y desarrolla y cree probar su tesis, cuyo fundamento es la partida de bautismo de Miguel, hijo de Blas Cervantes de Saavedra y de Catalina López, fechada el 9 de noviembre de 1558. Hallóse en una Parroquia de Alcázar en 1758 y se publicó en 1766. Al margen del asiento en el registro hay una nota manuscrita, con letra del siglo XVIII, atribuida erradamente a don Blas Antonio Nasarre, erudito bibliotecario que disparató no poco, más no tanto como para escribirla. Dice así: "Este es el autor de la Historia de Don Quijote de la Mancha".
Lizcano se esfuerza por demostrar la identidad de su coterráneo con el genial escritor. Reproduce in extenso el relato del cautivo Pérez de Viedma en el Quijote, y ve en ella una adaptación anovelada de la propia biografía de Cervantes. No niega que el Miguel de Cervantes -así, en efecto lo escribió el bachiller Serrano en la partida de bautismo- natural de Alcalá de Henares, cayese preso de los corsarios argelinos en la galera Sol; y se pregunta si el tal de Saavedra a quien menciona Viedma no sería el alcalaíno. En cuanto al autor del Quijote, da por sentado que fue hecho prisionero en la batalla de Lepanto, como el cautivo lo refiere de sí mismo.
Trae a cuento por los cabellos, que el capitán Rui Pérez de Viedma ganó a los moros la antigua ciudad de Munda, hoy Montiel, correspondiente al partido judicial de Alcázar de San Juan si bien está en la provincia de Albacete. Mediante retoques, adapta a su propósito páginas cervantinas. A extremos increíbles llega. Citemos el más censurable. En el prólogo a las Novelas Ejemplares, escrito en 1613, Cervantes dice: que al cincuenta y cinco de los años gano por nueve más y por la mano. Como esto casa mal con su postulado, Lizcano lee tranquilamente: " gano por nueve meses más". Esa simple interpolación remite a 1558. Véase ahí cómo la edición de meses quita años.
Opina que en la aventura de los molinos de viento trató Cervantes de ridiculizar el escudo de armas de Alcázar, donde se ve a un caballero que acomete lanza en ristre a un castillo; y sostiene que ello fue primordial objeto y mira del Quijote. En apéndices pone sus diálogos con un librero madrileño sobre el linaje de los Cervantes y el de los Saavedra; da la lista de poblados de la provincia de Ciudad Real donde han nacido personas destacadas; y refuta, como prometió en el título, las precedentes biografías.
La voluntaria ceguera del buen hombre es sorprendente: el Cervantes alcazareño tendría menos de catorce años en octubre de 1571, y mal le hubiera confiado Francisco de San Pedro, capitán de la galera Marquesa, el mando de doce soldados durante la batalla de Lepanto; pero Lizcano arguye que los antiguos no paraban mientes en minucias tales como la corta edad. Desperdició una excelente ocasión para citar las palabras que Corneille aplica al Cid: "El valor no espera al número de los años".
Desde 1761, el doctísimo Fr. Martín Sarmiento había hallado en la Topographia e Historia general de Argel, obra de Fr. Diego de Haedo, impresa en Valladolid en 1612, la indicación de que Cervantes- cuyo valor y audacia encomia el historiador- era natural de Alcalá de Henares. A iniciativa de Fr. Martín se buscó la partida de bautismo en Alcalá, investigación coronada por el éxito. Él hizo ver, además, que la fe de bautismo del de Alcázar tiene contra sí la cronología. Su opúsculo fue editado en 1898 a expensas de don Isidro Bonsoms, de Barcelona, quien de él dice: la obra del famoso benedictino tiene el mérito de ser el primer estudio crítico-biográfico dedicado a fijar la verdadera patria de Cervantes. Don Manuel de Foronda demostró en 1894 la falsedad de la partida alcazareña: ésta escrita, junto con otras cuatro, en una hoja que debido a tener rota una esquina había quedado en blanco entre partidas correspondientes a meses posteriores a noviembre de 1588, lo cual da a la de Cervantes una colocación anacrónica, bastante a demostrar la torpe interpolación. No se paran, los lugareños entusiastas de su lugar, no se paran en falsificación de más o de menos -por lo general, burdísimas- para ligar al terruño que les es caro alguna figura histórica a la que admiran.
Finalmente, don Cristóbal Pérez Pastor, en la página
65 de su primer tomo de Documentos cervantinos hasta ahora inéditos,
publicó en 1897 la petición autógrafa de Cervantes
al Corregidor de Madrid, fechada el 18 de diciembre de 1580, en la cual,
al dar sus generales, dice: natural de Alcalá de Henares.
Esto zanjó la cuestión de manera definitiva.
Septiembre de 1955