ABRAXA
 

Como un diamante sobre el terciopelo
de un joyero de ébano sombrío
abandona tu amor sobre mi hastío
la adamantina claridad del cielo.

Rugió la tempestad... Muerto de frío
en tu alma, huerto en flor, posé mi vuelo
y te bañó mi torvo desconsuelo,
¡oh Lirio!, ¡en vez del matinal rocío!

¡Y ni un suspiro de tristeza exhalas!
Y dejas que mi frente pesarosa
empolve con sus pésames tus galas.

¡Y que te abrace al fin mi alma tediosa
como crispa un murciélago sus alas
sobre el cáliz fragante de una rosa!
 
 

Sin título, en Revista Moderna, III (3), 1ª quincena de febrero de 1900, p. 33.
Incluido en la sección "Sonetos de la Hiedra" de El florilegio (1903).