MARCAS DE FUEGO & EX-LIBRIS


Por José Juan Tablada



Los diseños de las etiquetas conocidas como ex-libris empezaron a usarse por primera vez en México durante el siglo XVIII, como complemento del libro impreso, en forma de marcas o símbolos que lo identificaban como propiedad de una biblioteca pública o de una persona particular. Los principales símbolos usados eran los escudos o escudetes de los bibliófilos, dueños de libros; casi todos ellos eran grabados en cobre, con escasas composiciones tipográficas. Todos los ex-libris que conocemos que corresponden a este periodo, han sido publicados; pertenecen a los nobles que se habían enriquecido en este país, a dignatarios de la iglesia y a los funcionarios de la administración civil del virreinato.
    Entre los grabadores de los ex-libris sobresalen los nombres de Agüera, Gordillo, Nava y Vallevicencio, quienes se dedicaron a la producción de impresiones religiosas, muy vendidas en esa época.
    Durante el periodo del México independiente, los ex-libris se vuelven más llanos; fueron diseñados por tipógrafos y de manera excepcional por grabadores; muestran características mexicanas distintivas, que desaparecen a fines del siglo XIX y principios del XX, cuando las influencias europeas comienzan a decaer.
    Hoy en día, artistas sobresalientes como Francisco Díaz de León, Gabriel Fernández Ledesma y Mateo Saldaña se han especializado en el diseño de ex-libris; antes de ellos, Julio Ruelas, quien hizo algunos para su amigo y Mecenas, Don Jesús E. Luján, ya había producido algunas bellas marcas de libros.
    En la bibliografía de nuestros ex-libris debemos mencionar los que pertenecen al Doctor Nicolás León, Juan B. Iguíniz, Genaro Estrada, Francisco Monterde, F. Gamoneda, J. Ramírez Cabañas, el profesor Frederick Starr, un distinguido mexicanista estadounidense y, finalmente, Felipe Teixidor y el pintor Rafael Sala, autores, respectivamente, de los libros Ex-libris y bibliotecas de México y Marcas de fuego de las antiguas bibliotecas mexicanas, ambas obras capitales sobre el tema.
    Una marcada característica mexicana entre los ex-libris son las marcas de fuego que empezaron a usarse en las bibliotecas de nuestros conventos durante el siglo XVII y que son una marca más duradera e indeleble de propiedad que las simples etiquetas o ex-libris, fácilmente removibles o borrables.
    Las marcas de fuego se hacían de hierro y bronce y se calentaban al rojo vivo para estamparlas en los extremos superior e inferior del libro, incluso a riesgo de dañarlo en la cubierta.
    Publicamos en este número diversos ejemplos de marcas de fuego y de ex-libris, que darán al lector una idea del valor plástico de los arabescos en los primeros, y de la gracia en el diseño de los segundos [Véase reproducción fotográfica].

Mexican Art & Life, n. 7, July 1939, trad. Rodolfo Mata. También incluido en Obras VI, pp. 666-667.