![]() |
![]() |
FICHA CATALOGRÁFICA
96. Serie de 37 recortes de diversas publicaciones.
29) La bohémienne endormie.
Blanco y negro.
10 3/4 x 9 3/16"
[Al pie: "Henri Rousseau, La Bohémienne endormie". Al reverso, ext. sup. "Architectures". Al pie: "Rob. Mallet-Stevens, Garage de la Société Alfa-Romeo: façades et salle d'exposition".]
NOTA
José Juan Tablada tuvo un gran aprecio por la pintura naïf del Aduanero Rousseau. En la obra del francés, el poeta descubrió similitudes con la pintura popular mexicana y algunas coincidencias tanto con Jean Charlot –a quien llamó, en una crónica de 1933, hermano menor y más evolucionado del Aduanero– como con Diego Rivera. En las crónicas neoyorquinas del escritor, así como en su "novela americana" La resurrección de los ídolos (1924), encontramos repetidas referencias a la obra de Rousseau y señalamientos de sus semejanzas con las pinturas que el genio anónimo del pueblo realizaba en las pulquerías.
El poeta mexicano entiende la pintura de Rousseau desde la perspectiva de las ideas de P. D. Ouspensky, quien sostiene que el arte reúne tres virtudes platónicas: belleza, verdad y bien. Para la teosofía, el arte devela las esencias ocultas de las cosas. El artista nos lleva al conocimiento del mundo, de la realidad y de las causas. Los cuadros del francés atraen al poeta mexicano por la intuición de sus temas y la inocencia de su forma, de acuerdo con un postulado teosófico que sostiene que: "En arte es necesario estudiar el ocultismo, es decir, el lado misterioso de la vida. El artista debe ser un clarividente y ver lo que los demás no ven: debe ser un mago y poseer el poder de hacer ver a los demás lo que no pueden ver por sí mismos..." (P. D. Ouspensky, Tertium Organum..., p. 120).
JESC