NUEVA YORK DE DÍA Y DE NOCHE

Espejismos mexicanos.- Provenzales y jarochos.- Adán y Eva. - Una cruzada cultural.- Desenlace inesperado


Espejismos mexicanos

Este verano el campo de las gratas vacaciones es para muchos, yo entre ellos, austero campo de concentración. Viénese a ahorrar el dólar, que, insuficiente en Manhattan, parece tener rodando sobre la grama más de cien centavos...
     Tras de barquear el Hudson, se ha dejado todo lo superfluo en la otra orilla. El vestido es tan elemental como las dos piezas de nuestros indígenas... Floreados piyamas para las mujeres; camisas Barrymore y smocks para los varones, y para todos sandalias, guaraches, sin medias o escarpines...
     A la frugalidad en el comer se le descubren oportunísimas virtudes y los menús son pastorales, árcades, a base de huevos, leche, legumbres y... tortillas idénticas a las de los Moctezumas...
     Desde que estuvo en México mi esposa, se sobresaturó de un fecundo mexicanismo, que la hizo no sólo artista, con la magistral aprobación de Diego Rivera, Covarrubias y John Sloan, entre otros, sino cordon bleu, para regocijo de mi paladar goloso, aunque atemperado por un riñón empedernido...
     De cuya tragedia levantó acta pública López Velarde, conmovido al verme rehusar un aromoso curry bengalí y apencar con una ración de legumbres, sin especias ni condimento...
     Tú, amado poeta, que hoy gustas maná y ambrosía en los festines devacánicos del Veronés glorificado, sábelo, en estos menús rurales asoman milenarios y matizados como en la "Mátricula de los tributos", los mantenimientos ancestrales...
     Ayer, "Rabo de mestiza"... Mañana, frijoles negros con pazote, por mí sembrado...
     Y ya en la pequeña milpa que planté al llegar la primavera, cuajan las panojas y al temblar al viento un mechón ambarino, las anchas hojas murmuran, en náhuatl , que el maíz jilotea...

Provenzales y jarochos

     Añorando al autor de Zozobra, pasan con él por mi memoria mis otros amigos felibres, Pepe Frías y Fernández Ledesma -¿no son ellos acaso los poetas provenzales de nuestra provincia?...- y por asociación Guillermo Jiménez, autor de ciertos admirables croquis de su terruño jaliscience, verdaderos jaikais en prosa, y con eso digo que son felices síntesis de vida nerviosa y emoción exúbera...
     Y Manuel Horta, que sopló en Texcoco de Netzahualcóyotl iridescentes vidrios de Murano, y Cabral, que lo asaetó a crayonasos, y como "la naturaleza imita al arte", según Wilde, hizo a Manuelito envejecer tras de caricaturarlo decrépito...
     Y el mismo Cabral, admirable lápiz verboso y prolífico, flor de jarochería, tablado resonante de tangos y huapangos; Luther Burbanks, por haber logrado el injerto de la milonga en el vacilón...
     Aquí un episodio para el anecdotario de quien fue tragigoloso cuando grumete en la galera de Citerea.
Hace años, cuando fui a México, llevé autorización de un gran rotativo de esta urbe para contratar a Cabral... Debía yo cablegrafiar si aceptaba, y al punto se le situarían fondos al artista, garantizándole un año de sueldo, gastos de viaje, etcétera.
       Comencé “echándole vaho” al jarocho. Fascinadoras descripciones de Nueva York y de sus girls...
       -Tú eres su tipo, Ernesto...
       Naufragaron en blanco los pícaros ojos de azabache del cuitado, que, tras de morderse el labio inferior, suspiró casi!
       -¿De veras mi hermano?...
       -¡Claro! Por exótico, por artista, porque “te las traes” bailando y cantando; porque eres “cinturita” con bachillerato en Montmartre y maestranza en Buenos Aires, calle de las Ranas... Y, además, Ernesto, tu porvenir y sobre todo el prestigio de nuestra cultura...  Vamos, aunque te sacrifiques, decídete... ¿No eres hijo de Veracruz? ¡Acuérdate de las “tres haches”!
       Aquí los suspiros de Cabral estuvieron por volverse sollozos. Tomó un copioso trago de cerveza, luego por el lúpulo, un tono amargo y patético, y declamando, pues, aunque sin saberlo, ya estaba encinta para el cine, prorrumpió:

Adán y Eva

     -¡Ah, mi hermano, tú sí eres mi amigo de verdad!... ¡Tú sí eres poeta y valiente como Díaz Mirón y patriota como Núñez y Domínguez, mis paisanos! Aquí inter nos te diré: eres tan noble, mi hermano, que mereces ser jarocho. Tú también mereces las "tres haches", y desde luego te doy una, la hache de hermano, y te quito la de huachinango... ¡Pero mi hermano, mi triple hermano, mi hermano con tres haches, eso que me dices, permite que te lo diga en francés: C'est trop beau pour être vrai! ¡Yo en Manhattan, sin mis compañeros, Manuelito Orta, amigo sin hache, al revés de Halfaro, que sí lo es de veras! ¡Yo allá sin "Júbilo" y con morriña, yo allá con esta melena (hundiendo en ella la diestra magistral), con esta pelambrera china que parece un manojo de calamares en su tinta.... de China! ¡Yo en esa ciudad sin haches!
     -Perdona, Manhattan tiene una...
     -Sí, pero suena como jota, y es una jota que no se baila, una jota sin pies ni cabeza. ¡No, mi hermano; déjate de macanear! ¡"Sapristi"! ¿Qué voy a hacer allá sin amigos y, sobre todo, sin Hella?...
     -¿Quién es Hella, chico?...
     -Hella -repuso el artista, tan enfático como categórico- Hella es la que hizo de Tenochtitlán un paraíso y de mí un Adán. Hella es la que saca punta a mis lápices y entinta y agiliza mi pluma de caricaturista e inspira esas decoraciones hebdomadarias que tú, mi noble hermano, tienes la debilidad de admirar... Por Hella complico el tango con el toreo de salón y tórnome en palmera, tanto por esa facultad cimbradora y juncal que tú, mi hermano, al fin poeta, sintetizas en el vocablo "cintura", como por este follaje indómito que me corona, ornando mi cabeza con un coco, uno solo, ¡pero qué coco! ¿Verdad, mi noble hermano?... ¡Por vida tuya, di que sí!... El mesero nos escucha... ¡A ver, muchacho, otra cerveza, que me está ahogando la vanidad!

Una cruzada cultural

Las charlas de Cabral tienen todas las cualidades de su dibujo; son ágiles, expresivas, pintorescas y rebozantes de humorismo.
     Yo lo escuchaba muy complacido, pero en el fondo me preocupaba el serio asunto que The Tribune había confiado a mi diligencia.
     Eran los tiempos en que ciertos poderosos intereses soñaban en centuplicarse por medio de la intervención y la provocaban calumniando a México, tratando de hacerlo aparecer como bárbaro.
     La aplastante prueba en contra que podían desarrollar mis escasos medios era procurar que nuestros artistas vinieran a demostrar aquí, con el lenguaje universal de la plástica, parte de nuestra cultura, conquistando al público de buena fe y desmintiendo a nuestros detractores.
     Eso mismo fue lo que hicieron después Best Maugard, Covarrubias, Santoyo, Luis Hidalgo, Orozco, Carlos Sánchez, "Armando", Cueva del Río, Baz, que coronó Diego Rivera con su memorable exposición del Museo Moderno, viniendo a trabajar aquí, y con sus envíos, Clausell, Montenegro, Abraham Ángel, Rodríguez Lozano, Dr. Atl, A. Siqueiros, Revueltas, Castellanos y, en general, todos los artistas de la magnífica Exhibición Mexicana del Museo Metropolitano.
     Y para esa noble cruzada, entonces incipiente, trataba yo de conquistar a Cabral, esperaba lograrlo, cuando éste emergió de la cerveza y del sentimentalismo suspirando:
     -¡Ay, mi madre! ¡A veces soy palmera de tu costa de sotavento, Veracruz de mis entrañas! Otras veces me siento shakesperiano, soy yo... y lloriqueo por Hella... Otros, me siento Hamlet, y digo: "Ser o no ser..."
     -¿Cer... veza? -graznó un ganso.
     -¡Sí, cerveza! ¿No es acaso la cerveza como el mar, amarga y espumosa? Mira, mi hermano, de esas espumas surge mi Afrodita, Hella, Hella, que me convierte en el "Pelele" de Goya, como dijo el alevoso autor de La resurrección de los ídolos, resollando por la herida tras de ser de Goyado por mi lápiz en una caricatura que se parece a ti, mi hermano... Pero, en fin, ya van a cerrar y yo me voy al teatro a esperar que acabe la última tanda en el umbral de esa puerta, que dice para mí: Lasciate ogni esperanza... Porque te lo diré de una vez, mi hermano, Hella es... ¡Heva! ¡Y no "esperes" que te diga más!

Desenlace inesperado
     El desenlace de esas negociaciones será también el de esta crónica, enmarañada como la cabeza de su ilustre protagonista.
     Al día siguiente vi a Cabral muy serio, enteramente decidido, con una gorra de viaje y un itinerario de ferrocarril, que acababa de procurarse.
    Apenas me vio, con una formalidad en que no se vislumbraba el más leve propósito de broma, me dijo lo que el lector va a leer:

     -Mi hermano, ya lo pensé, ya lo decidí, y mi viaje es cosa hecha. Me voy contigo. ¡Ya le regalé a Horta mi perico de la Huasteca; ya le dije a "Júbilo" que le conseguiría "chamba" allá. Vamos a comprar el baúl. No te pongo a ti o a los "místeres" más que una pequeña condición...
     No sé qué presentimiento me hizo inquirir cuál era esa condición. Y fue en ese instante trágico en que se elaboran los destinos humanos, cuando la prensa o Nueva York perdió al más grande de nuestros dibujantes periodísticos, porque el impávido jarocho, como si se tratara de conseguir una cama baja en el pullman, me contestó:
     -Mi hermano, la única condición que pongo (¿qué quieres?, yo no puedo comer sin aguacate), es que antes de contratarme a mí contraten a Heva para cualquier teatro, el Metropolitan o bien el equivalente allá del María Tepache... ¡Y entonces, mi hermano, yo seguiré como una consecuencia!
     ¿Es "Nueva York de Día y de Noche" esta crónica?, puede preguntar el lector...
     Sí lo es... Lo es "de Noche", porque mi amistad está deplorando la ausencia de Cabral...
     Lo es "de Día", porque en el hueco que deja aquí este incidente de lo que no pudo ser, se levanta en estos días septembrinos, en medio de mi desierto y al conjuro de la vivaz nostalgia, el radioso espejismo de la patria...

José Juan Tablada
Nueva York, septiembre de 1932.

 

El Universal, 11 de septiembre de 1932, en el CD-ROM La Babilonia de Hierro.